"
Educa a tus hijos con un poco de hambre y un poco de frío" decía
Confucio,... Receta difícil de practicar para los progenitores (imposible para un abuelo), pero que contiene una pauta eficaz,... no aplicada literalmente. Sugiere
que desde la infancia se traslade un sentido de responsabilidad, de que la vida no es igual que el amor incondicional de la familia y que cada persona debe asumir su carga de deberes para exigir todos sus derechos.
El modelo más semejante es el
o-soji, una tradición (muy conectada con la filosofía sintoísta) en los colegios de Japón donde los estudiantes de primaria y secundaria no solo tienen que barrer, trapear y servir la merienda como parte de su rutina escolar, también tienen que lavar los baños. Para los nipones, el
ōsōji (大掃除) a final de año consiste en limpiar la casa, negocio, escuela, espacios comunes… a fondo para empezar el año limpios tanto física como espiritualmente. Y en general, intentan no dejar nada pendiente en ningún ámbito (pagos pendientes, cumplir obligaciones, tareas incompletas,...) para poder empezar desde cero.
En la escuela,
el alumnado no sólo estudia las materias, también aprende a cuidar lo que es público y a ser un ciudadano más consciente. Y a nadie le sorprende, porque siempre ha sido así. Tampoco existen comedores, por lo que los estudiantes comen en la misma aula y son ellos mismos quienes organizan todo y sirven a sus colegas.
Y,
después de la merienda, es hora de limpiar la escuela.
Los alumnos se dividen en grupos, cada uno de los cuales es responsable de lavar lo que se utilizó durante la comida y de la limpieza del aula, los corredores, las escaleras y los baños en un sistema rotativo coordinado por los profesores.
Tradición pura, aunque haya personal profesional encargado del aseo en las escuelas denominada
yomushuji.
Así
el pueblo japonés aprende desde pequeño a cuidar del patrimonio público. Del cual, el más valioso son las escuelas, que van a ser utilizadas por las próximas generaciones.