Hay muchos tipos de regalos: los mejores vienen en forma de personas. El corazón es una riqueza que no se compra ni se vende, se regala.
La vida nos regala muchos obsequios materiales, pero las personas son los mejores regalos que recibimos. Una madre y un padre, unos hermanos, una familia,… son regalos que nada puede igualar. Al igual que los regalos, las personas vienen envueltas: unas en forma muy bella y otras de un modo menos atractivo, y que quizá contengan la máxima sorpresa. Sólo al abrir y retirar la envoltura, reconocemos la calidad del contenido. Muchos vienen maltratados por el transporte o por el pasado; unos llegan como "entrega urgente"; otros demasiado cubiertos y ocultos; y algunos cerrados con muchos cerrojos.
A menudo, es fácil equivocarse juzgando el contenido por el estuche. Pero la envoltura no es el regalo y es importante saberlo. Hemos de buscar en el interior de las personas hasta descubrir su regalo secreto. El regalo de la felicidad pertenece a quienes lo desenvuelven. A veces el regalo se abre con facilidad, otras se necesita la ayuda de otras personas. Tal vez porque algunas personas tienen miedo, quizá al haber sido heridas antes y no quieren ser lastimadas de nuevo, por lo que se encerraron bajo muchas capas. También puede ser que alguna vez se abrieron, pero luego quedaron olvidadas en un rincón. Antes de que empiecen a sentirse más como "cosas" que como seres humanos, conviene que apreciemos sus dones.
Todos somos personas, y también podemos ser un gran regalo. Nuestra envoltura es maltratada por el tiempo y las circunstancias, pero lo que atesoramos dentro siempre será hermoso, pues constituye la esencia de un ser humano. A veces, no entendemos y aceptamos el auténtico regalo que podemos ser para los demás. Somos obsequios de la vida, los unos para los otros. Mi regalo para ti soy yo mismo, y tú misma eres para mí tu mejor regalo. Nunca fue más cierto aquello de que el regalo tiene el rango de quien lo hace, o que siempre son los mejor recibidos aquellos regalos que toman todo su valor de quien los hace.
Cada encuentro entre personas es un intercambio de regalos. Creamos y confiemos en nuestra propia bondad, a fin de estar dispuestos a darnos a los demás. Comprendamos que nos necesitan, como nosotros los necesitamos a ellos. La felicidad es entregarse y recibirse con amor como los regalos más dignos de la creación.
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