Para regenerar la política y cribar a quienes se dedican a ello por motivos crematísticos, el salario justo de quienes ocupen cargos de designación debiera ser exactamente el promedio que mantuvieron en los años previos fuera de la política. Se haría un cálculo de lo ganado (¡y declarado ante el fisco!) en los últimos cinco o diez años anteriores a la toma de posesión, corregido el IPC, y sólo esa sería su retribución durante su período político, como los liberados sindicales. En el caso de personas muy ricas, se limitaría a un tope algo superior al de los funcionarios del máximo nivel de la administración en cuestión. A quienes trabajaban por cuenta ajena les seguiría pagando su empresa de origen, a la que se le compensaría para contratar una sustitución.
La política debe ser una vocación de servicio, y no un camino de lucro personal de quienes no encuentran otra vía. Así nadie olvidaría la clase social de la que procede y a la que debiera volver pasada una etapa coyuntural en la política. Con este sistema se evitaría la anomalía social de personas que sólo se han dedicado a la política en toda su vida adulta, dado que cobrarían el equivalente a alguna beca previa.... Nuestros parlamentos se llenarían de abogados, profesores, electricistas, obreros, parados,... y no de una élite que reniega de su pasado, sabiendo que el paso por la política les eleva a una categoría superior de por vida con ventajas incluso durante su jubilación.
Quizá todo esto no deje de ser otra receta políRica, como la de políticos sin privilegios, pero ahí queda.
[Escrito de un tirón, y se nota, en la madrugada de hoy, entre las 5:00 y las 6:00]