Se puede aprender mucho de las (
E)lecciones del 25N de 2012 en Catalunya. Para quienes nos leen desde lejos unas líneas de contexto. En plena crisis económica, acentuada en Cataluña (aunque menos que en otras zonas del Estado español), el principal partido
CiU, con su líder
Artur Mas al frente, toma la decisión de adelantar las elecciones autonómicas a mitad de la legislatura anterior. El objetivo es mejorar su representación de 62 parlamentarios en una cámara con 135, logrando una ansiada mayoría absoluta (68 escaños) que le permitiese gobernar con mayor holgura y avanzar hacia un soberanismo de Cataluña, en los planos político,... y económico.
El panorama política catalán es complejo, ahora con siete partidos o coaliciones representados por
Convergència i Unió (CiU) con 50 parlamentarios (-12 respecto a 2010), Esquerra Republicana de Catalunya-Catalunya Sí (ERC-CatSí) con 21 (+11), Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) con 20 (-8), Partit Popular (PP) con 19 (+1), Iniciativa per Catalunya Verds - Esquerra Unida i Alternativa (ICV-EUiA) con 13 (+3), Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía (C's) con 9 (+6) y Candidaturas d'Unitat Popular-Alternativa d'Esquerres con 3 (+3).
La blogosfera y la prensa está repleta de análisis más cercanos (o alejados), más sesudos y más (o menos) interesados. Desde este modesto blog, queremos compartir algunas reflexiones:
- La ciudadanía europea (quizá excluyendo la afectada por el bipartidismo político promovido en la España central) comienza a rehusar otorgar la mayoría absoluta a ningún partido por múltiples causas, como la desconfianza hacia su comportamiento cuando disponen de esa posición (ello parece responder a una cautela ante la clase política).
- Cuando se tensa con un determinado tema dominante unas elecciones (en este caso mayor o menor soberanismo), los mayores beneficiados son quienes se ubican en los polos extremos del espectro. El 25N los ganadores han sido ERC y Ciutadans, mientras que los centrales han sido los más penalizados CiU (que parecía haberse olvidado de "invadía el jardín" de ERC) y PSC (que ni está no se le espera en el desconcierto general del socialismo).
- Para ganar peso, cuando ya se es un partido clave y en el gobierno, hay que cuidar mucho de no centrifugarse buscando lo periférico, porque quizá se abandona el centro donde la movilidad del voto es mayor. CiU parecía creer que podía arrebatar votos a ERC sin perder nada del "voto prestado" (del votante lábil, inestable, cambiante, dubitativo del centro). Algo que veíamos utópico desde lejos.
- Los mass media mandan mucho (prensa escrita y audiovisual) y es difícil superarles cuando se tienen en contra. Aún saben alentar miedos, reales o no, y su influencia en el conjunto del electorado es relevante. Pueden impeler a acudir a las urnas a los tibios, menos interesados o menos informados, y ello -siendo positivo para la democracia- altera el mapa político entre unas elecciones con casi un 10% más de participación (del 59,95% en 2010 al 69,57% en 2012).
- La sinceridad no rinde ventajas electorales, al menos cuando se trata de proseguir una política anunciada de austeridad proseguida y sin fecha de revisión. Este fue un acierto de Artur Mas al no prometer lo que no podía cumplir, pero un error de cálculo al volver a convocar a las urnas.
- ¿Y en la Comunidad Autónoma Vasca? Los casos son distintos por tamaño, historia, recorrido,..., aunque se comparte muchos elementos comunes. Ambos gobiernos autonómicos tienen una crucial y difícil papeleta, condicionada por la dificultad de alcanzar mayorías de acuerdo para los presupuestos y grandes leyes,... al tiempo que gestionan un final de ciclo mundial. Las sociedades vasca y catalana (y todas las demás) han de madurar con rapidez, prudencia y acierto. Para ello, sería imprescindible un liderazgo político mucho más cabal y proactivo del que nunca hemos presenciado. Un liderazgo que busque, escuche y proponga opciones innovadoras, que genere entusiasmo y fe en el futuro, que brille por su solidaridad y templanza, y que arrincone las viejas prácticas del pasado que nos conducían a un callejón sin salida.