Este post es una parte de la conferencia en el 30º Euskal Encounter.
Para conocer el futuro, la primera premisa es estudiar y aprender del pasado. La industria del motor está experimentando una transición irreversible hacia los vehículos eléctricos, que justamente hace poco más de un siglo perdieron la batalla frente al motor de combustión. Dos fueron los motivos. Uno bien conocido que fue el menor coste de adquisición, obra de Henry Ford. La otra causa que aceleró su final fue la invención del motor de arranque, eléctrico obviamente, que evitó la molesta y peligrosa manivela de arranque.
Pero unos meses antes, el inventor inglés Thomas Parker, responsable de innovaciones tales como la electrificación del metro de Londres, las líneas aéreas de los tranvías en Liverpool y Birmingham, y el combustible sin humo (coalita), construyó la primera producción de coches eléctricos en Londres en 1884, usando sus propias baterías recargables de alta capacidad, especialmente diseñadas.
Parker ya entonces estaba preocupado por los malignos efectos del humo y la contaminación en Londres.
Durante estas dos décadas, uno de cada tres automóviles era eléctrico, gozando esta tipo de motor de una gran ventaja para las mujeres y los usuarios que no querían arrancar el coche con el maldito manubrio (denominado crank, en inglés). De hecho, en inglés se habla de que alguien está cranky, o sea irritable, en honor aquel horrendo artilugio, lo que demuestra lo fastidioso y arriesgado que era el ritual de poner en marcha un motor de gasolina. El declive de los motores eléctricos aconteció cuando los fabricantes de automóviles detuvieron su producción en algún momento en la década de 1910. Ayudó la invención del motor de arranque, obra de Charles F. Kettering, que se instaló por primera vez el 17 de febrero de 1911 en un Cadillac. A partir de entonces, General Motors lo puso en sus coches. A la derecha el anuncio del coche sin manivela,...
Hasta la fecha, los coches se arrancaban a fuerza de darle a una manivela desmontable que era ensartada en el frontal del vehículo. Ha quedado para la historia en las películas de cine mudo. Cuentan que los clásicos números de modelo de Peugeot con el 0 central en principio no eran más que un recurso para adornar el agujero de la manivela. La peligrosidad de la manivela de arranque radicaba en el retroceso que se producía cuando el motor arrancaba, algo que podía partirle un brazo a los chóferes menos experimentados.
A partir de 1915, los vehículos eléctricos se concentraron en ciertas aplicaciones donde su rango limitado no provocan mayores problemas:
- Las carretillas elevadoras fueron alimentadas eléctricamente cuando fueron introducidas por la universidad de Yale en el año 1923.
- Los carritos de golf eléctricos fueron producidos por Lektro a partir de 1954 (objeto de coleccionismo algunos de los primeros ejemplares).
Con la incorporación del motor eléctrico a los automóviles, las mujeres de la época comenzaron a aparecer en los anuncios de Cadillac como conductoras, y no como simples acompañantes o peatones. El coche ya se podía poner en marcha con relativa facilidad.
Además de la mayoría de las motos, de arranque accionado por pedal, hubo varios modelos de turismo que a lo largo del siglo XX conservaron el recurso de la manivela. Quizá los más conocidos sean el Volkswagen Escarabajo, el Renault 4CV y el Citroën 2CV
Bonus final: Más de cien años de historia del vehículo eléctrico (VE).
Ahora asistimos a la inexorable desaparición de los contaminantes motores de combustible fósil. Podéis ser protagonistas del cambio asociándoos a AUVE (Asociación de Usuarios de vehículos Eléctricos), en un minuto en este simple formulario para estar debidamente informados.