Hidroaviones militares amerizados en Lekeitio

Hidroaviones errantes en Lekeitio en las dos guerras mundiales (PDF)

Quien haya visitado las fiestas de Lekeitio o cualquier txoko del País Vasco probablemente conozca o haya tarareado sus versos: "Aeroplano bi pasa-ta, bat itsasora jausi" (Dos aeroplanos han pasado, uno ha caído al mar). Es una de esas canciones que parecen haber existido siempre, parte del folclore inmemorial. Sin embargo, esta melodía no es una leyenda anónima; es la crónica musical de un suceso muy real, documentado y extraordinario que convirtió un pequeño puerto pesquero en el escenario de un incidente diplomático en plena Primera Guerra Mundial.

En las brumosas costas del Cantábrico, donde el mar se funde con el cielo vasco, un episodio singular irrumpió en la neutralidad española durante la Gran Guerra. El 2 de julio de 1917, en plena efervescencia del conflicto mundial, un hidroavión francés descendió bruscamente sobre las olas, a unas cuatro millas náuticas de Lekeitio (Bizkaia). No era un combate heroico ni un bombardeo audaz, sino un drama mecánico que unió, por unas horas, la tecnología bélica con la solidaridad pescadora. Este suceso, narrado en crónicas locales como las de El Correo y El Pueblo Vasco, revela no sólo la fragilidad de la aviación incipiente, sino también las tensiones diplomáticas en un país que, bajo el gobierno de Eduardo Dato, se esforzaba por mantener su neutralidad ante las potencias en guerra.

Para entender este interludio, debemos retroceder al contexto de la Primera Guerra Mundial. En 1917, el frente occidental se estancaba en trincheras sangrientas, mientras el Atlántico se convertía en un tablero letal para la guerra submarina alemana. Francia, aliada de los Ententes, impulsaba su aviación naval como escudo contra los U-Boote que acechaban los convoyes mercantes. La Aéronautique Maritime, fundada en 1912, contaba ya con más de 200 aparatos y bases en puertos como Brest y Cherburgo. Los hidroaviones, pioneros en patrullas antisubmarinas, eran esenciales: despegaban de aguas protegidas, vigilaban horizontes amplios y lanzaban bombas rudimentarias sobre sumergibles enemigos. Según historiadores como aquellos de Naval Encyclopedia, Francia produjo miles de estas máquinas entre 1914 y 1918, transformando la guerra en tres dimensiones.

El protagonista de nuestra historia era un Donnet-Denhaut DD, un biplano de patrulla marítima diseñado por los ingenieros Jérôme Donnet y Louis Denhaut en 1915. Este modelo, apodado "flying boat" por su fuselaje flotante, representaba el pináculo de la innovación aeronáutica gala. Con una envergadura de 16,28 metros, longitud de 10,80 metros y propulsado por un motor Lorraine-Dijon de 160 caballos, alcanzaba velocidades de 130 km/h y una autonomía de unos 500 kilómetros. Armado modestamente con dos bombas de 52 kg y ametralladoras Lewis, el DD se destinaba a misiones de reconnaissance y caza de submarinos. Producido en serie desde 1916, más de 400 unidades sirvieron en la Escadre de Chasse francesa, hundiendo o ahuyentando decenas de U-Boote. El nuestro, marcado con "445 D.D." y las tricolores en la cola, despegaba probablemente de Biarritz o Bayona, en una ruta rutinaria de vigilancia costera.

Aquel 2 de julio, el sol del estío teñía el horizonte cuando dos hidroaviones franceses surcaban el cielo desde Bayona hacia el cabo Matxitxako. Eran las cinco de la tarde. A las seis, viraron rumbo de regreso, pero a las seis y media, el DD 445 comenzó a toser: un fallo en el motor, quizá un sobrecalentamiento o avería en el carburador —defectos comunes en estos aparatos expuestos a la salitre marina—. El piloto, un teniente de la Armada francesa cuya identidad se perdió en las crónicas (posiblemente un oficial de la base de Saint-Trojan), no tuvo opción: amerizó bruscamente a unas seis millas de Lekeitio. Su mecánico, compañero anónimo en esta odisea, lo secundó en la maniobra. El compañero aéreo orbitó dos o tres veces, evaluando el drama, antes de huir hacia Francia. Para alertar a la base, soltaron dos palomas mensajeras —un anacronismo poético en la era de la radio incipiente— y, más tarde, arrojaron las bombas al mar para aligerar la carga.

La costa vizcaína, ajena al fragor bélico pero sensible a sus ecos, respondió con prontitud. El farero Francisco de Etxebarria avistó la humareda de socorro y encendió la baliza. Pescadores locales, curtidos en tormentas atlánticas, zarparon en sus traineras. La Miren Begoña, capitaneada por Severiano de Mendiola —un patrón legendario en las sagas marineras de Lekeitio—, llegó primera. Con pericia marinera, amarraron el aparato con chicotes resistentes y lo remolcaron hacia el puerto. Dieciséis lanchas se unieron en procesión improvisada, como una flota de guardianes del mar. A las ocho y media de la tarde, el hidroavión "pescado" —así lo bautizaron los diarios— atracaba en el muelle, ante una multitud eufórica que obstruyó las calles. El teniente y su mecánico, ilesos pero exhaustos, declararon ante el comandante naval español antes de reposar en la fonda local.

El epílogo se tiñó de intriga diplomática. Al día siguiente, 3 de julio, el puerto bullía: curiosos de Bilbao, Gernika y más allá llegaban en automóviles y bicicletas, convirtiendo Lekeitio en un improvisado museo aéreo. Dos lanchas pesqueras armadas francesas —posiblemente de la armada auxiliar— aparecieron para remolcar el DD mar adentro, pero la Armada española, celosa de la soberanía, lo impidió. El 4 de julio, el piloto regresó de madrugada con un vicecónsul galo, negociando en susurros. Finalmente, el 5 de julio, un buque de guerra francés obtuvo permiso oficial y zarpó con el tesoro recuperado: aparato y tripulación intactos rumbo a casa.

Este incidente, aparentemente menor, agitó las aguas políticas españolas. Periódicos como El Nervión y El Pueblo Vasco denunciaron la intrusión aérea francesa como violación del espacio neutral, temiendo un precedente para alemanes o británicos. Gregorio Balparda, en un artículo mordaz, criticó al gabinete Dato por su "minimización e inacción", advirtiendo de escaladas si el cielo vasco se convertía en ruta bélica. España, exportadora de wolframio y tungsteno a ambos bandos, navegaba en frágil equilibrio; este "pescado" aéreo recordaba que la neutralidad era un hilo tenso.

Hoy, un siglo después, el DD 445 evoca la audacia de la aviación naciente: máquinas de madera y lona que desafiaron océanos y guerras. En Lekeitio, donde cuatro hidroaviones han amerizado en un siglo:

 - El citado y bien documentado hidroplano del  2 de julio de 1917.

Otro hidroavión francés rescatado en 1917 por el "Nueva Magdalena" y llevado a Pasaia. Este evento pudo originar otros versos de la canción sobre el reparto de la recompensa ("dieciocho duros partilla") y una cena de celebración en el Hotel Beitia

-Un tercero francés accidentado en 1920.

- El cuarto, un hidroavión alemán el 24 de septiembre de 1943 (noticia)—, el "Reina de los Ángeles n°2" remolcó a puerto un hidroavión alemán de la Luftwaffe. Persiste el eco de Mendiola y su Miren Begoña, símbolo de hospitalidad transfronteriza. Esta historia nos invita a reflexionar: en tiempos de conflicto global, ¿qué une más, las fronteras o las manos extendidas sobre las olas?

TheySeeYourPhotos.com: ¿Qué revela a la IA una sola imagen?

Hoy descubriremos algo tan asombroso y simple de utilizar como aterrador por lo que supone. Todo lo que la IA de Google descubre de nuestras vidas a través de una sola fotografía. El título ya es explícito: They See Your Photos / Ellos ven tus fotos. La web promueve una visión educativa para hacernos comprender el poder de la IA (véase en muchos posts).

En un mundo donde las imágenes son el lenguaje universal de la era digital, una sola fotografía puede ser más reveladora que un diario íntimo. Imaginen subir una instantánea casual a la nube: un atardecer en la playa, un retrato familiar o incluso un objeto cotidiano como una máscara de cómic. ¿Qué secretos desvela? ¿Qué inferencias construye una inteligencia artificial sobre nuestra identidad, deseos y vulnerabilidades? 

Esta es la premisa inquietante de They See Your Photos (https://theyseeyourphotos.com/), un sitio web interactivo lanzado en noviembre de 2024 que transforma la curiosidad en una lección magistral sobre privacidad y ética en la inteligencia artificial. Como un espejo distorsionado por algoritmos, este experimento nos confronta con el poder voraz de la visión computacional, recordándonos que, en la red, nada es verdaderamente privado.

Detrás de esta herramienta se encuentra Ente, una plataforma de almacenamiento de fotos de código abierto y cifrada de extremo a extremo, fundada por Vishnu Mohandas, un ingeniero de software indio que abandonó Google en 2020 por motivos éticos. Mohandas, quien se formó en programación autodidacta en Bengaluru, se desilusionó al descubrir la colaboración de Google con proyectos militares de IA, como el análisis de imágenes de drones para el Departamento de Defensa de EE.UU. "Quería crear algo más privado, wholesome y confiable", declara en entrevistas, impulsando Ente como alternativa a Google Photos, con más de 100.000 usuarios enfocados en la privacidad. Sin embargo, convencer al público masivo de migrar de la comodidad de Google a un ecosistema cifrado resultó un desafío. Aquí entra They See Your Photos, ideado por un becario de Ente como un "golpe de marketing" que usa la arma del adversario contra sí mismo: la API de Visión de Google Cloud.

El funcionamiento es sorprendentemente simple, pero sus implicaciones, profundas. El usuario sube una imagen —o selecciona una de las muestras proporcionadas, como un paisaje andino o una figura de Warhammer— y el sitio la envía al motor de visión computacional de Google. En segundos, recibe un informe exhaustivo de tres párrafos: una narración detallada que disecciona el contenido con precisión quirúrgica. No se limita a identificar objetos (un caballo, un pincel, una máscara); infiere emociones, demografías, contextos socioeconómicos y hasta inclinaciones políticas. 

Por ejemplo, una foto de una persona sola en un paisaje desolado podría describirse como "indicando una experiencia individualista o solitaria", ignorando que alguien más podría haber tomado la imagen. Otro caso: una imagen de un modelo de miniaturas de fantasía es etiquetada como perteneciente a alguien aficionado a la jardinería, la destrucción y la contaminación, alineado con el Partido Verde —una proyección absurda que roza lo cómico, pero ilustra el sesgo inherente en los modelos de IA entrenados en datos masivos y no auditados.

Estas deducciones no son meras curiosidades técnicas; son el combustible de la economía de la vigilancia. Google Photos, con sus 1.800 millones de usuarios activos, accede a nuestras bibliotecas visuales para entrenar modelos de IA y perfilar anuncios personalizados. Aunque los usuarios pueden desactivar algunas funciones de análisis, no hay forma de impedir el escrutinio total, ya que las imágenes no están cifradas de extremo a extremo. El sitio de Ente expone esta realidad: una foto tomada con un Pixel 8 a las 13:38 del 4 de diciembre de 2024 revela no solo el dispositivo, sino intereses en ciencia ficción, gaming y posiblemente impresión 3D, proyectando un perfil de "adulto joven con aficiones en fantasía". En foros como Reddit y Hacker News, los usuarios reportan asombro y alarma: "Esto enseña por qué la privacidad importa", comenta un redditor, mientras otro bromea sobre usarlo en r/roastme para autodesprecio algorítmico.

Desde una perspectiva educativa y científica, They See Your Photos es un artefacto pedagógico invaluable. En el cruce de la ciencia de la computación y la ética de la IA, ilustra conceptos clave como el reconocimiento de patrones en redes neuronales convolucionales (CNN) y los riesgos de sesgos en datasets como ImageNet, que perpetúan estereotipos raciales y de género —por ejemplo, asumiendo siempre un fotógrafo caucásico de clase alta, independientemente del contexto. En aulas de tecnología o talleres de IA, podría usarse para debates sobre el "derecho al olvido" o regulaciones como el RGPD europeo, que exigen transparencia en el procesamiento de datos. Además, resalta avances en multimodalidad: la API de Google no solo "ve", sino que narra, integrando visión con procesamiento de lenguaje natural (PLN), un pilar de modelos como GPT-4o.

Un año después de su lanzamiento —en este noviembre de 2025—, el sitio mantiene su vigencia en un panorama donde la IA generativa acelera la extracción de datos. Publicaciones como WIRED y PetaPixel lo alabaron por democratizar el conocimiento sobre vigilancia, pero también advierten: las fotos subidas al sitio se envían a Google, por lo que Ente urge leer su política de privacidad antes de experimentar. Ente, por su parte, ofrece importación desde Google Takeout, sincronización local y ML acelerado, posicionándose como baluarte contra esta erosión de la intimidad.

En última instancia, They See Your Photos no es solo un juguete interactivo; es un llamado socrático a la introspección digital. Nos obliga a cuestionar: ¿estamos dispuestos a ceder nuestra narrativa visual a algoritmos opacos? En una era de deepfakes y perfiles predictivos, recuperar el control —mediante herramientas como Ente— no es lujo, sino imperativo ético. Suban una foto, lean el veredicto y reflexionen: la IA no solo ve; interpreta, y en esa interpretación reside nuestro futuro compartido, o fragmentado.

¿Qué podemos hacer? Algunos medios y expertos sugieren medidas concretas para mitigar riesgos:

- Evitar la sincronización automática de las fotos con plataformas que puedan analizarlas sin tu control.
- Eliminar metadatos de las imágenes (por ejemplo, con herramientas como Exiftool) antes de subirlas o compartirlas.
- Utilizar servicios de almacenamiento más privados, como Ente o Proton Drive, que cifran los datos de extremo a extremo.
- Aplicar prácticas de alfabetización digital: educar a usuarios (especialmente jóvenes) sobre qué tipo de inferencias puede hacer una IA a partir de una imagen.

La doctrina invisible: Cómo el poder naturalizó el mercado

La doctrina invisible. La historia secreta del neoliberalismo (y cómo ha acabado controlando tu vida), de George Monbiot y Peter Hutchison. El libro perfecto para desmontar el mito del mercado como ley natural.

En La doctrina invisible (2024) George Monbiot y Peter Hutchison trazan una genealogía crítica del neoliberalismo: no se trata sólo de una teoría económica sino de una maquinaria cultural y política que, durante décadas, ha naturalizado la competencia, reducido la idea de ciudadanía a la de consumidor y reconfigurado instituciones públicas para que sirvan a intereses privados. 

El libro pretende mostrar cómo una filosofía que nació como una idea marginal en el siglo XX fue deliberadamente promovida por élites —think tanks, medios, departamentos académicos y corporaciones— hasta convertirse en doctrina dominante. 

George Monbiot (Londres, 1963) es periodista, escritor y activista ambiental conocido por su columna semanal y por obras críticas con el capitalismo contemporáneo y la degradación ecológica. Monbiot combina periodismo, divulgación y activismo; su trayectoria le ha situado como una de las voces británicas más influyentes en debates sobre ecología política. Peter Hutchison es cineasta y colaborador en proyectos documentales; en este libro aporta sensibilidad narrativa y perspectiva histórica al trabajo conjunto con Monbiot. La edición española está publicada por Capitán Swing (febrero de 2025). 

El libro La doctrina invisible se organiza como una investigación histórica y polemista. Parte señalando que el neoliberalismo no es una ley natural del mercado sino una doctrina construida y promovida activamente. A través de episodios clave —desde los orígenes intelectuales hasta campañas de desregulación, privatización y reforma educativa— los autores describen los mecanismos que han permitido la expansión de la doctrina: financiamiento privado de ideas públicas, control discursivo por medio de medios y think tanks, y una espectacular transformación terminológica que ha hecho pasar lo ideológico por “lo inevitable”. 

Monbiot y Hutchison también analizan consecuencias: la erosión del Estado de bienestar, la precarización laboral, la mercantilización de la educación y la salud y la fragilización de la democracia ante la captura de políticas por intereses económicos. El tono es combativo: los autores apelan a recuperar la idea de ciudadanía y reconstruir instituciones que protejan bienes comunes frente a la lógica propietaria. 

Citas extraídas: 

“La historia secreta del neoliberalismo (y cómo ha acabado controlando tu vida).” (subtítulo). 

Si la riqueza fuera el resultado inevitable del trabajo duro y el espíritu emprendedor, todas las mujeres de África serían millonarias.

- “La defensa de la competencia como rasgo definitorio de la humanidad” — frase que resume uno de los ejes críticos del libro.

- “Un cuento de hadas del capitalismo” — expresión empleada por los autores y reseñas para describir el relato legitimador del mercado. 

Valoración y relevancia para economía y educación

La doctrina invisible es lectura indispensable para economistas, pedagogos y responsables públicos que deseen entender por qué determinadas reformas (por ejemplo, la introducción de lógicas de mercado en las aulas o la proliferación de indicadores y rankings) han calado con tanta fuerza. El libro ofrece argumentos históricos y ejemplos contemporáneos que permiten ir más allá del discurso tecnocrático: muchas políticas “neutrales” responden a construcciones ideológicas con rentas políticas. Para la educación, la tesis central alerta sobre los riesgos de transformar la formación en producto y al estudiante en cliente; para la economía pública, la obra subraya la urgencia de recuperar espacios democráticos de decisión.

Lectores a quienes recomendarlo: Quienes trabajan en política pública, educación, economía crítica, periodismo y movimientos sociales encontrarán en el libro herramientas analíticas para cuestionar supuestos y diseñar alternativas. También es útil como texto de discusión en seminarios de posgrado que estudien la relación entre discurso, poder y política económica.

Lasai 22 GL disponible en Freedom Boat Club Bilbao

Hemos acudido en Getxo a la presentación de la embarcación eléctrica Lasai 22 GL (web del fabricante), que ya forma parte de las propuestas disponibles en el Freedom Boat Club (web oficial). Ha sido sumamente interesante, aunque la prueba de navegación será realizada en fechas próximas.

Se ha destacado algo que por muy obvio que parece, todavía no parece haber sido aceptado universalmente:
  • La superioridad de compartir barcos en diferentes puertos para diversos usos sin necesidad de comprar, mantener, pagar seguros y amarres. Eso es algo que ofrece Freedom Boat Club Bilbao.
  • La ventaja operativa de la motorización eléctrica en embarcaciones de recreo (... al menos) respecto a motores términos sucios, ruidosos y contaminantes, algo que prueban sobradamente los productos de Lasai, con modelos como el 22GL con una autonomía de 109 millas náuticas (202 km).
Lasai 22 GL en Freedom Boat Club (Getxo)
Álbum de fotos con los organizadores de la exposición.
Post en elaboración a completar en las próximas horas.

Diane Arbus: la mirada que desnudó la normalidad

Diane Arbus fue esa Mirada Incómoda que Redefinió la Fotografía Documental con la Deconstrucción del Retrato Estadounidense. Diane Arbus (1923-1971) transformó la fotografía documental al dirigir su cámara hacia sujetos que la sociedad estadounidense prefería ignorar. Nacida como Diane Nemerov en una familia judía acomodada de Nueva York, creció en el entorno privilegiado del negocio de pieles de sus padres. Esta distancia de la clase trabajadora generó en ella una fascinación por mundos que le resultaban ajenos.

Comenzó fotografiando para revistas de moda junto a su marido Allan Arbus, trabajo que abandonó en 1956 para desarrollar un lenguaje visual propio. Estudió con Lisette Model, quien reforzó su inclinación hacia lo no convencional y le enseñó a fotografiar sin condescendencia. Este periodo marcó el inicio de su exploración sistemática de personas transgénero, artistas de circo, nudistas, enanos, gigantes y habitantes de instituciones mentales.

Su obra se caracteriza por el uso de flash directo y formato cuadrado de medio formato, principalmente con cámaras Rolleiflex y posteriormente Mamiya. Esta elección técnica producía imágenes frontales, sin dramatismo lumínico, donde los sujetos miraban directamente a la cámara. El resultado eliminaba la posibilidad de observación voyeurística: el espectador quedaba confrontado, obligado a sostener la mirada de quienes fotografiaba.

"Child with a toy hand grenade in Central Park" (1962) ejemplifica su método. El niño, contraído en tensión, con expresión perturbada y la granada de juguete en una mano, no representa la infancia idealizada. Arbus capturó el momento de disfuncionalidad emocional, rechazando la imagen edulcorada que se esperaba de la fotografía infantil.

"Identical Twins, Roselle, New Jersey" (1967) muestra dos niñas gemelas con vestidos y cintas idénticos, pero sus expresiones divergen sutilmente, generando inquietud. Stanley Kubrick utilizó esta fotografía como inspiración para las gemelas de "El Resplandor". La imagen cuestiona la identidad y la diferencia dentro de la similitud absoluta.

"Jewish Giant at Home with His Parents" (1970) presenta a Eddie Carmel, de 2.28 metros, encorvado bajo el techo de la vivienda familiar mientras sus padres lo observan desde abajo. La composición subraya la inversión de las relaciones de poder familiares y la imposibilidad física de que Carmel habite espacios domésticos normales.

Su serie de personas transgénero en Nueva York, particularmente "A young man in curlers at home on West 20th Street" (1966), documentó comunidades invisibilizadas. Fotografió sin sensacionalismo ni moralización, tratando a sus sujetos con la misma seriedad formal que cualquier retratista otorgaría a figuras prominentes.

La recepción crítica fue contradictoria. Algunos acusaron su trabajo de explotación o de buscar lo grotesco. Susan Sontag escribió que sus fotografías mostraban que "la vida es una feria de monstruos". Sin embargo, esta lectura ignora que Arbus no presentaba a sus sujetos como aberraciones, sino que revelaba la artificialidad de las normas sociales de apariencia y comportamiento.

Arbus participó en la exposición "New Documents" del MoMA en 1967, junto a Lee Friedlander y Garry Winogrand. La muestra consolidó un nuevo enfoque documental que abandonaba el narrativismo humanista de la Farm Security Administration para adoptar una visión más fragmentaria y ambigua de la realidad social estadounidense.

Se suicidó en 1971 a los 48 años, dejando negativos sin revelar y proyectos inconclusos. Un año después, el MoMA organizó una retrospectiva que estableció su influencia definitiva. El catálogo se convirtió en el libro de fotografía más vendido hasta ese momento.

Su legado reside en haber expandido los límites de quién merecía ser fotografiado y cómo. Demostró que la dignidad del retrato no dependía de la conformidad social del sujeto. Las generaciones posteriores de fotógrafos documentales —desde Nan Goldin hasta Wolfgang Tillmans— heredaron su voluntad de acceder a espacios íntimos de comunidades marginales sin turistismo visual.

La obra de Arbus permanece como evidencia de que la fotografía puede funcionar simultáneamente como documento social y declaración artística, sin que ninguna función invalide la otra. Su contribución no reside solo en los temas que retrató, sino en la formulación de una ética de la mirada. Arbus desmanteló la frontera entre lo normal y lo anómalo, y mostró que la fotografía, lejos de registrar lo evidente, es un instrumento de conocimiento. Su mirada no busca la belleza, sino la verdad en su estado más inestable. Aquí se puede ver nuestra Serie de Fotógrafas Célebres.

Corazones en Atlántida: Elegía por veranos que nunca volvieron

La hemos vuelto a ver en Netflix.  

En el vasto océano de adaptaciones cinematográficas de Stephen King, pocas logran capturar la esencia lírica y melancólica de sus relatos como "Corazones en Atlántida" (2001), dirigida por el australiano Scott Hicks. Basada en la novela homónima —específicamente en los relatos “Gente baja con sombrero” y “Corazones en Atlántida”—, la película traslada al espectador a un verano de 1960 en un pequeño pueblo de Connecticut, donde la inocencia infantil choca con los fantasmas de la guerra, la persecución y la pérdida. No es terror; es un drama iniciático con ecos sobrenaturales, una elegía al poder redentor de la amistad y la memoria.

Un equipo creativo con precisión y sensibilidadScott Hicks, conocido por Shine (1996), demuestra aquí una contención narrativa que contrasta con las explosiones kingianas habituales. Su dirección privilegia los planos largos y la luz dorada del atardecer, convirtiendo el pueblo en un personaje más. Hicks declaró en entrevistas de la época: “Quise que la película oliera a hierba recién cortada y a miedo infantil; que el espectador sintiera la humedad del verano en la nuca”. Logra, efectivamente, que cada escena transpire nostalgia sin caer en la cursilería.

El guión, firmado por William Goldman (Dos hombres y un destinoLa princesa prometida), destila la prosa densa de King en diálogos afilados y silencios significativos. Goldman elimina subtramas (la conexión con El corazón delator de la saga de La Torre Oscura) para centrarse en el vínculo entre Bobby Garfield y Ted Brautigan. Su mayor acierto: convertir la persecución de los “hombres de traje marrón” en una metáfora de la Guerra Fría y la paranoia mccarthista, sin necesidad de explicarlo.

Un reparto con veteranos y revelacionesAnthony Hopkins encarna a Ted Brautigan con la mezcla exacta de fragilidad y misterio que requiere el personaje. Su voz grave, sus ojos acuosos y su forma de pronunciar “corazones” como un conjuro convierten cada escena en una clase magistral. Hopkins confesó que se inspiró en su propio abuelo, un hombre que “guardaba secretos detrás de la cortesía”.

Anton Yelchin, en el papel de Bobby (en uno de sus primeros roles protagonistas), transmite la rabia y la ternura de la preadolescencia con una naturalidad desarmante. Su química con Hopkins es el motor emocional de la película. Hope Davis como Liz Garfield, la madre viuda y amargada, y Mika Boorem como Carol Gerber, la amiga incondicional de Bobby, completan un cuarteto actoral que funciona como un reloj suizo. David Morse, en un cameo como el Bobby adulto, aporta el peso de la melancolía necesaria para cerrar el círculo.

Sinopsis sin spoilersVerano de 1960. Bobby Garfield, un niño de 11 años que acaba de perder a su padre, vive con su madre en un pueblo donde nada sucede. Hasta que llega Ted Brautigan, un anciano misterioso que alquila la habitación del ático. Ted no solo paga el alquiler: le ofrece a Bobby un mundo de libros, ajedrez y advertencias crípticas sobre “hombres de traje marrón” que lo persiguen. A cambio, le pide un favor: que vigile señales extrañas en el pueblo. Lo que comienza como un juego se convierte en una conspiración que involucra poderes psíquicos, la guerra de Vietnam y el precio de crecer.

La película alterna entre el verano iniciático de 1960 y breves flashbacks del presente, donde un Bobby adulto (Morse) regresa al pueblo para un funeral. Esta estructura enmarca la historia como un recuerdo doloroso pero sanador.

Corazones en Atlántida es una rareza: una película de Stephen King sin sangre ni sustos baratos, pero con la misma capacidad para helar la médula. Su mayor virtud es la economía emocional: cada mirada, cada objeto (la pelota de béisbol, el sombrero de Ted, el collar de Carol) está cargado de significado. La banda sonora de Mychael Danna, con sus acordes de piano y cuerdas sutiles, amplifica la sensación de pérdida inminente.

¿Defectos? Algunos críticos señalaron que la resolución del misterio psíquico es algo abrupta, y que la subtrama de la madre queda algo desdibujada. Sin embargo, estas grietas no empañan el conjunto. Es una película que mejora con los años, como un vino que revela matices en cada revisionado.

Para educadores y cinéfilos es ideal para trabajar temas como: 1) La iniciación y la pérdida de la inocencia (comparar con Cuenta conmigo o El club de los poetas muertos -posts-). 2) La Guerra Fría como telón de fondo (paralelismos con El cazador o Forrest Gump -posts-). 3) El poder de la narración oral (Ted como contador de historias, vínculo con la tradición homérica).

En resumen, Corazones en Atlántida no es sólo una gran adaptación: es una cápsula del tiempo que captura el instante exacto en que la infancia se agrieta. Si no la has visto desde 2001, revisítala. Si nunca la viste, prepárate para que te deje el corazón en la garganta… y en la Atlántida.

Síndrome 1933: La fragilidad de la democracia según la historia

El “Síndrome 1933” es un concepto formulado por el corresponsal Siegmund Ginzberg para explicar un patrón recurrente en la historia contemporánea: el modo en que sociedades democráticas, saturadas de tensiones internas, crisis económicas y desconfianza en las instituciones, pueden deslizarse de forma gradual hacia formas autoritarias sin que la mayoría sea plenamente consciente de ello.

El término toma como referencia el año 1933 en Alemania, cuando Adolf Hitler fue nombrado canciller y el régimen nazi inició su consolidación política, no a través de un golpe inmediato y violento, sino mediante procesos legales, normalización del discurso de odio y aceptación social progresiva.

Siegmund Ginzberg (Estambul, 1948) es un pensador y periodista italiano de origen judío, cercano durante décadas al análisis político y cultural europeo. Colaborador habitual en medios italianos como La Repubblica y revistas de pensamiento crítico, Ginzberg ha trabajado especialmente en temas vinculados al totalitarismo, la memoria histórica y los mecanismos discursivos que permiten el ascenso de líderes carismáticos con discursos simplificadores y polarizantes. Sus ensayos suelen combinar análisis histórico riguroso con reflexión filosófica y sociológica, destacando la necesidad de leer el presente con la prudencia que otorga la comparación con el pasado.

El “Síndrome 1933” no pretende equiparar directamente las democracias actuales con el Tercer Reich, sino advertir sobre la fragilidad de las instituciones democráticas cuando la desafección ciudadana crece y la cultura política se deteriora. Ginzberg sostiene que la erosión de la democracia no suele ser súbita y espectacular, sino gradual, difusa y, en apariencia, legal. Los síntomas se manifiestan en varios niveles:

  1. Deslegitimación de las instituciones. La población empieza a percibir al parlamento, los medios, la judicatura y los partidos como parte de una misma élite desconectada y corrupta. Surge la noción de “ellos” contra “nosotros”.

  2. Simplificación del discurso público. Se imponen relatos binarios, identitarios, emocionales. Las explicaciones complejas se consideran sospechosas; la reflexión, signo de debilidad.

  3. Normalización de la exclusión. Se aceptan discursos que señalan colectivos como responsables únicos de las crisis. Se legitima la hostilidad, la burla y la deshumanización.

  4. Delegación voluntaria de poder. Sectores amplios de la sociedad aceptan líderes “fuertes” en nombre de la eficacia. La libertad se percibe como un lujo frente al orden.

  5. Aceptación progresiva de la excepcionalidad. Medidas extraordinarias se hacen rutinarias; restricciones temporales se vuelven permanentes.

El año 1933 encarna este proceso no como un hecho aislado, sino como el punto en el que la acumulación de tensiones previas cristaliza en un giro irreversible. Ginzberg enfatiza que aquel deslizamiento fue posible gracias a complicidades civiles, burocráticas y culturales. No se trató únicamente de la voluntad de los líderes nazis, sino de una sociedad que, en su conjunto, toleró, miró hacia otro lado o incluso celebró la erosión de derechos, al creer que se estaba recuperando estabilidad.

La relevancia histórica del “Síndrome 1933” reside en que ofrece una lectura estructural aplicable a múltiples contextos actuales. En distintos países se observan dinámicas inquietantemente similares: polarización extrema, desinformación viralizada en redes, descrédito de los saberes expertos, rechazo al pluralismo y ascenso de discursos “salvadores”. Ginzberg no señala equivalencias mecánicas, sino paralelismos funcionales: lo peligroso no es la repetición exacta del pasado, sino la repetición de sus mecanismos psicológicos y sociales.

Para el ámbito educativo, invita a reforzar la enseñanza crítica de la historia. Para la vida pública, exige una cultura compartida de responsabilidad cívica.

Ginzberg advierte que la mayor amenaza no proviene de líderes autoritarios aislados, sino de la pasividad o resignación colectiva, no como repertorio de fechas, sino como comprensión de procesos y estructuras. Para el ámbito político y social, implica recordar que la democracia no se sostiene únicamente mediante constituciones y leyes, sino como cultura compartida de responsabilidad cívica, debate informado y respeto mutuo

La pregunta decisiva no es si podría repetirse “otro 1933”, sino si estamos atentos a los indicios antes de que sea demasiado tarde.


No confundir con el "Síndrome 333", relativo a la mediocridad institucionalizada, en un momento histórico donde la competencia técnica parece cada vez más prescindible en las esferas del poder. También conocido como "Síndrome BIC", un término atribuido a William Dahmer que significa Burocracia, Incompetencia y Corrupción.  Esta teoría disecciona uno de los males endémicos de nuestras democracias: la proliferación de la mediocridad en los puestos de responsabilidad.

La fórmula del fracaso: ⅓, ⅓, ⅓. El Síndrome 333 sostiene que en cualquier organización o institución aquejada de este mal, aproximadamente un tercio de sus miembros son incompetentes para el cargo que ocupan; otro tercio son corruptos o éticamente cuestionables; y el tercio restante, aunque potencialmente válido, se encuentra paralizado por los dos anteriores, incapaz de implementar cambios significativos.

Esta distribución no es casual ni accidental. Responde a mecanismos de selección perversos donde la lealtad sustituye al mérito, la obediencia a la iniciativa, y el clientelismo al talento. El resultado es una espiral descendente en la que cada generación de dirigentes es ligeramente inferior a la anterior, estableciendo estándares cada vez más bajos que facilitan la entrada de nuevos mediocres.

Mecanismos de perpetuación. Lo verdaderamente insidioso del Síndrome 333 radica en su capacidad de autorreforzamiento. Los incompetentes temen a los competentes, por lo que sistemáticamente bloquean su ascenso. Los corruptos necesitan incompetentes que no detecten sus maniobras. Y el tercio válido, atrapado en esta dinámica, debe elegir entre la frustración permanente o la adaptación al sistema, perdiendo progresivamente su capacidad transformadora.

El Síndrome 333 nos recuerda que la calidad de nuestras instituciones no se deteriora por accidente, sino por procesos sistemáticos que, una vez identificados, exigen respuestas igualmente sistemáticas. La pregunta que sigue resonando es: ¿Estamos dispuestos a mirarnos en ese espejo?

Cindy Sherman: El autorretrato convertido en crítica social


Cindy Sherman: Mil caras

Cindy Sherman (Glen Ridge, Nueva Jersey, 1954) es una de las fotógrafas más influyentes y cotizadas del arte contemporáneo. Su obra ha redefinido los límites entre la fotografía, la performance y la crítica cultural, convirtiéndola en una figura imprescindible para entender el arte de las últimas cinco décadas. 

Formada en el Buffalo State College, Sherman comenzó su carrera artística a mediados de los años setenta, en pleno auge del movimiento feminista y el arte conceptual. Desde sus inicios, rechazó la pintura tradicional para centrar su práctica en la fotografía, un medio que consideraba más directo y contemporáneo. Sin embargo, su trabajo nunca ha sido puramente documental: cada imagen es una cuidadosa construcción, un escenario teatral donde ella misma es simultáneamente directora, actriz, maquilladora y fotógrafa.

Lo verdaderamente revolucionario de Sherman es que, utilizando siempre su propio cuerpo como lienzo, ha logrado desaparecer como individuo. En sus fotografías no vemos a Cindy Sherman, sino arquetipos, estereotipos y ficciones visuales que cuestionan cómo se construyen las identidades, especialmente las femeninas, en la cultura visual occidental.

El espejo fragmentado: Cindy Sherman y la deconstrucción del yoUn recorrido por las mil máscaras de una sola artista camaleónica:

Untitled Film Stills (1977-1980). La serie que la catapultó a la fama internacional consiste en 70 fotografías en blanco y negro donde Sherman recrea escenas que parecen fotogramas de películas de serie B de los años cincuenta y sesenta. Cada imagen muestra a una mujer diferente: la secretaria vulnerable, la seductora rubia, la ama de casa solitaria, la joven en la gran ciudad. Ninguna de estas películas existe realmente; son invenciones que exponen cómo el cine ha moldeado nuestra percepción de la feminidad.

Esta serie es una obra maestra de la crítica visual. Sherman no denuncia explícitamente, sino que replica con tal precisión los códigos visuales del cine clásico que el espectador reconoce inmediatamente los estereotipos y, en ese reconocimiento, toma conciencia de su artificialidad.

Centerfolds (1981). Encargada por la revista Artforum, esta serie muestra mujeres en posiciones horizontales, vulnerables, ansiosas o melancólicas...

History Portraits (1989-1990). Sherman reinterpreta la historia del arte occidental posando como figuras de pinturas renacentistas y barrocas...

Horror and Surrealist Pictures (1994-1996). En estas series, Sherman abandona parcialmente su propio cuerpo...

Society Portraits (2008). Regresa a representar personas completas...

En 1995 recibió la beca MacArthur "Genius Grant", y sus obras alcanzan precios millonarios en subastas. Su Untitled #96 (1981) se vendió en 3.89 millones de dólares en 2011, estableciendo un récord para fotografía de artista vivo. 

Aquí se puede ver nuestra Serie de Fotógrafas Célebres.

@carladief Cindy Sherman, ¿fotógrafa, artista, modelo o todo a la vez? #fotografia #cindysherman ♬ Confidence (sped up version) - Ocean Alley