Una democracia efectiva y una sociedad culta no deben otorgar ni delegar en los líderes más capacidad de decisión, ni valor referencial, porque cuanto más altos están mejor parecen moverse en la podredumbre moral (como lo habitual, lo que hacen todos, con la trampa y el provecho personal como base de la mecánica del poder). Y el engaño es continuo, aún con pruebas fehacientes. Por ende, la justicia jamás se aplica con rigor a los poderosos, ni pronto ni tarde,...
¡Ah, y cuándo veremos por estos lares a un arrepentido como Lance Armstrong (aunque lo haga como otra fuente de financiación) y alguna periodista profesional como Oprah Winfrey!