Mostrando las entradas para la consulta síndrome ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta síndrome ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

Síndrome de Peter Pan (1/4 Wendy, Simon y Laura)

Síndrome de Peter Pan (1/4 Wendy,  Simon y Laura)
El término Síndrome de Peter Pan ha sido aceptado en la psicología popular desde la publicación de un libro en 1983 titulado The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up (El síndrome de Peter Pan: los hombres que nunca crecieron), escrito por el psicólogo Dan Kiley. Durante meses estuvo entre los más vendidos de Estados Unidos, fue traducido a 22 idiomas y totalizó ventas de millones de ejemplares. 

Como consecuencia del éxito, Dan Kiley, que ya se había convertido en un habitual de las tertulias de televisión, publicó, El dilema de Wendy (post siguiente), sobre las mujeres que indebidamente protegen a los hombres de su vida como si fueran sus madres.

Algunos ven este síndrome como un problema muy extenso en la sociedad moderna pos-industrialEl Síndrome de Peter Pan se caracteriza por la inmadurez en ciertos aspectos psicológicos, sociales. El sujeto crece, pero la representación internalizada de su yo es el paradigma de su infancia que se mantiene a lo largo del tiempo. 

De forma más abarcadora, según Kiley, las características de un "Peter-Pan" incluyen algunos rasgos de irresponsabilidad, rebeldía, cólera, narcisismo, arrogancia, dependencia, negación del envejecimiento y la creencia de que está más allá de las leyes de la sociedad y de las normas por ella establecidas.
Todo esto sería una coraza defensiva para protegerse de su inseguridad, miedo a no ser queridos y aceptados. En ocasiones los que padecen este síndrome acaban siendo personajes solitarios. Con escasa capacidad de empatía o de apertura al mundo de los "grandes", al no abrirse sentimentalmente, son vistos como individuos fríos o no predispuestos a darse, lo que vuelve como un bumerán a través de la no recepción de entregas o muestras ajenas de cariño. 
Algunos profesionales avanzando tal vez audazmente en sus diagnósticos los han denominado esquizo - afectivos. También se dice que este padecimiento se da por no haber vivido una infancia normal, por haber trabajado desde edades demasiado tempranas o por otros motivos. 
Según el psicólogo clínico Antoni Bolinches en su libro “Peter Pan puede crecer” actualiza los contenidos del Síndrome de Peter PanDesde entonces ningún autor había hablado sobre esta cuestión hasta que Bolinches escribió en su libro en el año 2010. 
El autor define al hombre Peter Pan de la era tecnológica como aquel que tiene una necesidad afectiva, es egocéntrico, tiene poca resistencia a la frustración, dificultad de aceptar relaciones de igualdad con el sexo contrario y poca capacidad de autocrítica

Bolinches según la autoimagen y el autoconcepto estable cuatro variantes del hombre Peter Pan: el seductor (+ autoimagen, + autoconcepto), el narcisista (+ autoimagen, - autoconcepto), el intelectual (- autoimagen, + autoconcepto), y el servicial (- autoimagen, - autoconcepto). Atención a la eterna historia, según Bolinches: «Ninguna mujer quiere al servicial, todas quieren seguir siempre sufriendo por el seductor» .
Post siguiente (serie de 4 ó 5 entradas): El dilema o el Síndrome de Wendy. Síndrome de Peter Pan (1/4 Wendy,  Simon y Laura)
Otros síndromes: Síndrome de Peter PanSíndrome de WendySíndrome de SimónSíndrome de Laura, Síndrome de CenicientaSíndrome del ImpostorSíndrome de Laura Pausini (SLP)Síndrome de la AsimetríaSíndrome de Capgras o de familiaridad falsa o Ilusión de Sosias,...

Síndrome de Wendy (2/4 Peter Pan, Simon y Laura)

Síndrome de Wendy (2/4 Peter Pan, Simon y Laura)
El Síndrome de Wendy hace referencia a la historia de Peter Pan, donde Wendy representa aquella niña que cuida de los niños perdidos de nunca jamás, pero permanece a la sombra de Peter, quien es el real protagonista. De la misma forma, aquellos que sufren este síndrome manifiestan la constante necesidad de satisfacer a otro (usualmente los hijos o a la pareja) debido a su miedo al rechazo o abandono. 

Estas personas buscan a través de acciones, actitudes y conductas la aceptación y el apoyo del otro. El origen frecuentemente proviene de que la persona en su niñez se sintió excluida y desprotegida, por lo que en la edad adulta lo compensa con la protección hacia los demás.   Esta conducta o Síndrome de Wendy se debe al miedo al rechazo y al abandono y, por razones culturales, es más frecuente en las mujeres que en los hombres. 

Las características más comunes de quien padece este síndrome son: 
  • El individuo se siente imprescindible para los demás.
  • Entiende el amor como sacrificio.
  • Puede resignarse al sufrimiento o bien manifestarlo llorando.
  • Evita a toda costa que quienes la rodean se molesten.
  • Insiste en hacer las tareas y asumir las responsabilidades que no le corresponden.
  • Pide perdón por todo aquello que no ha hecho o que no ha sabido hacer
  • Termina por asumir el papel de padre o madre de su pareja.
  • Se auto-recimina por todo aquello que no ha podido o no ha sabido hacer.
  • Se deprime por falta de atención y depende de la aceptación social.
Síndrome de Wendy (2/4 Peter Pan, Simon y Laura)
Se manifiesta en Amas de casa, Padres que hacen los deberes y trabajos de su prole (generando o alimentando el Síndrome del Emperador en niños tiranos) para hacerles la vida fácil,... Intentan que su pareja o allegados sean felices continuamente.
Síndrome de Wendy
Post previo de esta serie de 4 ó 5 entradas: El Síndrome de Peter Pan. Otros síndromes: Síndrome de Peter PanSíndrome de WendySíndrome de SimónSíndrome de Laura, Síndrome de CenicientaSíndrome del ImpostorSíndrome de Laura Pausini (SLP)Síndrome de la AsimetríaSíndrome de Capgras o de familiaridad falsa o Ilusión de Sosias,...

Síndrome de Simón (3/4 Peter Pan, Wendy y Laura)

Síndrome de SIMON (3/4 Peter Pan, Wendy y Laura)
El Síndrome de Simón, una variante del Síndrome de Peter Pan – del cual ya hablamos- se refiere a hombres (menos frecuente en mujeres) de 25 a 40 años aproximadamente, solteros o separados que pasan por solteros; extremadamente individualistas, inmaduros sentimentalmente – ya que solo quieren divertirse y jugar como un donjuán- que salen y entran. En realidad, no busca una mujer, sino que se busca a sí mismo

Un Síndrome SIMON, a menudo en su infancia, ha sido un Síndrome Emperador (véase el post anterior sobre niños caprichosos y hasta autoritarios con sus padres). Está obsesionado con el éxito –quiere triunfar, alcanzar una cota profesional lo más alta posible y es capaz de sacrificarlo casi todo y a casi todos por esta subida de peldaños en su trabajo. Y, por último, es un gran narcisista que se mira continuamente en el espejo. A estas alturas, todas las lectoras ya se estarán diciendo ¡qué casualidad, creo que conozco a Simón yo también! ¿cómo puede ser? Los “SIMON” es un acrónimo con cinco patrones de conducta.
Soltero. Para muchos la soltería es algo que a medida que pasa el tiempo, se revaloriza con lo cual comienza a tomar un valor erróneo de libertad y se quiere mantener a toda costa, cuando realmente es más libre aquella persona que tiene la capacidad de comprometerse. Perder la soltería por un amor fuerte, sólido, atrayente, sugestivo, indica vida, fuerza y capacidad de arriesgarse. Pero un SIMON demuestra incluso con pánico al compromiso

Inmaduro. Los sentimientos son estados de ánimo positivos o negativos, de los cuales nace la afectividad. Uno de los principales sentimientos es el amor, con todo sus matices: amar, desear, querer, sentirse atraído, tener en la cabeza, necesitar, estar todo el día pensando en alguien,… Tener madurez sentimental significa ser capaz de dar y recibir amor, la posibilidad de descubrir a otra persona a la que darse por entero y elaborar un proyecto común. Para enamorarse hay que tener admiración y sentir una fuerte atracción por el otro, no entender tu vida sin esa persona como parte fundamental de tu proyecto vital. Sin embargo, en el Síndrome de Simón nos encontramos con una persona que puede tener una adecuada madurez profesional ya que ama su trabajo pero carece de madurez afectiva porque: no sabe expresar sentimientos, ni que el amor es un trabajo de labrárselo diariamente, desconoce que los sentimientos hay que tratarlos con delicadeza, porque si no se pueden volatilizar. El inmaduro no sabe dar ni recibir amor pero, especialmente, no sabe cómo mantenerlo. Y, debajo de todo ello, subyace el terror al compromiso con otra persona.

Materialista. La sociedad actual ha ido fabricando cada vez más hombres inmaduros –pero no mujeres–, viven centrados en sus trabajos, sus amigos, diversiones, algo de cultura y poco más. La mujer busca un amor, al contrario,verdadero, auténtico, pero se ha producido en los últimos años un aumento de la inmadurez sentimental en el hombre, divertida, juguetona, banal,… Busca el mejor coche, el mejor móvil,... y lo mismo en sus parejas temporales.

Obsesionado con el poder, el éxito. Su prioridad consiste en encontrar una posición económica adecuada. Y sacrificarlo todo por ello. Hay otro factor escondido tras esto, que es el culto al cuerpo. Es algo que provoca en muchos casos una cierta dismorfofobia. En este caso, sin embargo, el hecho de gozar de un cierto nivel económico hace que estos “defectos corporales”- reales o percibidos- pasen de forma habitual por intervenciones quirúrgicas, muchas de las cuales son innecesarias. 

Narcisista. El narciso es una planta exótica que crece en la cercanía de los lagos y se inclina como si se mirara en el espejo que el agua ofrece. Plotino habló del mito del narciso: cuidar tanto la fachada, la portada o la apariencia lleva a producir una idolatría de lo exterior El mito griego dice que Narciso era un joven tan bello que se ahogó intentando capturar su propio reflejo, y los dioses lo convirtieron en flor. Del mismo modo, los hombres que padecen el Síndrome de Simón tienen una autoestima tan grande que asfixian a cualquier persona de su entorno. Les encanta que los adulen, escucharse a sí mismos y ser el centro de atención. Necesitan dar siempre una buena impresión y por ello el culto al cuerpo es una de sus prioridades; para tener un mayor reconocimiento por parte de su entorno Tienen un gran complejo de superioridad que los hacen arrogantes con los demás. 
Síndrome de SIMON (3/4 Peter Pan, Wendy y Laura)
Si empieza a desencantarse de encontrar a un hombre que no sea un Simon, no tema; aún nos faltan un par de preguntas. ¿Un Simón nace o se hace? Las causas suelen ser debidas a que en su infancia nunca fueron corregidos por sus padre sino que, por el contrario, fueron mimados. Pero toda esta fachada lo que nos demuestra es un hombre , en el interior, indefenso ante los sentimientos que no comprende y que se busca a sí mismo sin llegar a encontrarse, porque le faltan herramientas.

¿Hay mujeres que puedan tener el Síndrome de Simón? En principio, no es frecuente. Eso sí, cada vez más parece ser que por cada Simón aparece una Síndrome de Laura (Liberada, Autonóma, Universitaria, que Racionaliza el Amor -POST SIGUIENTE-). Pero, visto todo lo anterior, ser una Laura no es tan divertido como ser un Simón, aunque emocionalmente mucho más sano.
Otros síndromes: Síndrome de Peter PanSíndrome de WendySíndrome de SimónSíndrome de Laura, Síndrome de CenicientaSíndrome del ImpostorSíndrome de Laura Pausini (SLP)Síndrome de la AsimetríaSíndrome de Capgras o de familiaridad falsa o Ilusión de Sosias,...

Síndrome de Laura (4/4 Peter Pan, Wendy y Simon )

El Síndrome de LAURA se corresponde en mujeres al Síndrome de SIMON en hombres, pero con características diferenciales. LAURA es un acrónimo que resume Liberada, Autónoma, Universitaria,  que Racionaliza el Amor

Valoran la Libertad y la Liberación, huyendo del compromiso, sin apego a un hombre para asegurarse la independiente. Buscan la Autonomía para que que nadie las controle, expresado autosuficiencia. Eligen vivir solas, para sólo ellas decidan sobre qué hacer o no, para que nadie les impide disfrutar de sus emociones. 

Con alta cualificación Universitaria y prestigio profesional, llegan a Racionalizar el Amoreligiendo la soltería y sin compromisos amorosos o de pareja. Algo que desvirtúa la componente emocional de toda relación humana significativa. El Amor es propio, amor a sí mismas, de manera que piensan en ellas y en nadie más. Prefieren que el mundo gire a su alrededor, eligiendo sus placeres y sin necesitar de un hombre en especial para obtener y disfrutar con sus emociones.

Síndrome de Laura, Simon, Wendy, Peter Pan,...
Puede el Síndrome de Laura parecer un espejo del Síndrome de Simón, porque son personalidades coetáneas. Pero ser una Laura no es divertido como ser un Simón, aunque es sicológicamente es mucho más sana esta personalidad. Las mujeres suelen ser más inteligentes y piensan más en lo que hacen. Las causas de dichos síndromes suelen ser debidas a que en su infancia nunca fueron corregidas por sus padres ("Síndrome de la Emperatriz"). Pero toda esta fachada demuestra que dentro de todo hay seres bastante indefensos en los Simón y en las Laura.

En ocasiones, ante un Simón su pareja puede adoptar un rol de Laura, y quizá esa simetría sentida del el otro lado le ayude a madurar. Y viceversa, ante una Laura conviene darle de su misma receta con un Simón.
   
Otros síndromes: Síndrome de Peter PanSíndrome de WendySíndrome de Simón, Síndrome de Laura, Síndrome de Cenicienta, Síndrome del Impostor, Síndrome de Laura Pausini (SLP), Síndrome de la Asimetría, Síndrome de Capgras o de familiaridad falsa o Ilusión de Sosias,...

Síndrome de Vietnam: La guerra que nunca terminó

Anonadado aún ante el espectáculo de ayer. ¿Renace el Vietnam / Saigon Syndrome?
Cuando la Casa Blanca ofreció evacuar a Zelenski la 1º noche de la guerra respondió “I need ammunition, not a ride

El Síndrome de Vietnan o de Saigon es un término utilizado para describir las consecuencias políticas, sociales y psicológicas de la Guerra de Vietnam en Estados Unidos. Incluye dos aspectos principales: 1º Impacto psicológico en los veteranos: Muchos soldados que regresaron de Vietnam sufrieron trastorno de estrés postraumático (TEPT), ansiedad, depresión y dificultades para reintegrarse a la sociedad. 2º Efecto en la política estadounidense: Se refiere a la aversión del público y los líderes estadounidenses a involucrarse en conflictos militares prolongados después de la derrota en Vietnam. Esto influyó en la estrategia militar de EE.UU. en décadas posteriores.

El término se usó especialmente en los años 70 y 80 para describir la crisis de confianza en la política exterior de EE.UU. tras la guerra. El Síndrome de Vietnam es un término de la política estadounidense que se refiere a la aversión pública a las intervenciones militares estadounidenses en el extranjero tras la controversia interna sobre la guerra de Vietnam. En 1973, Estados Unidos puso fin a las operaciones de combate en Vietnam (muchos posts). Desde principios de la década de 1980, algunos de los posibles efectos del síndrome de Vietnam son la opinión pública contraria a la guerra, el fin del uso activo del servicio militar obligatorio, una relativa reticencia a desplegar tropas terrestres y la "parálisis de Vietnam".

En el debate interno sobre las razones por las que EEUU fue incapaz de derrotar a las fuerzas norvietnamitas durante la guerra, los pensadores conservadores, muchos de los cuales pertenecían al ejército estadounidense, argumentaron que EEUU tenía recursos suficientes pero que el esfuerzo bélico se había visto socavado en casa. En un artículo publicado en Commentary, "Making the World Safe for Communism", el periodista Norman Podhoretz afirmaba: ¿Nos falta poder? Desde luego que no, si el poder se mide en términos brutos de capacidad económica, tecnológica y militar. Según esos criterios, seguimos siendo el país más poderoso del mundo,... 

A partir de entonces, el término "síndrome de Vietnam" proliferó en la prensa y en los círculos políticos como una forma de explicar el fracaso de Estados Unidos, una de las superpotencias mundiales, a la hora de repeler la invasión de Vietnam del Sur por Vietnam del Norte. Muchos conservadores de línea dura, como Ronald Reagan, estaban de acuerdo con Podhoretz. Con el tiempo, el término "síndrome de Vietnam" se extendió como abreviatura de la idea de que a los estadounidenses les preocupaba no volver a ganar una guerra y que su nación estaba en total decadencia.

En otoño de 1983, el Presidente Reagan puso en práctica sus convicciones ordenando la invasión de Granada. Una larga disputa interna en el seno del partido marxista-leninista gobernante en la isla del Caribe Oriental se había descontrolado repentinamente, provocando ejecuciones políticas y la muerte de civiles inocentes en la capital el 19 de octubre. Reagan llegó a la conclusión de que era necesaria una rápida acción militar estadounidense para proteger a unos 1.000 residentes estadounidenses en el microestado, y también para restaurar la democracia al estilo de Westminster y poner fin a la creciente influencia del bloque soviético sobre la antigua colonia británica. Reagan se sobrepuso a las dudas de los dirigentes del Pentágono, y a la previsible reacción nacional e internacional, y autorizó una intervención sorpresa liderada por Estados Unidos al amanecer del 25 de octubre. Su directiva presidencial ordenaba específicamente al Pentágono que adoptara estrictas medidas de secretismo para evitar cualquier acción preventiva por parte de los cubanos o los soviéticos. "Francamente, había otra razón por la que quería secretismo", confesó más tarde Reagan en su autobiografía. "Era lo que yo llamo el 'síndrome post-Vietnam', la resistencia de tantos en el Congreso al uso de la fuerza militar en el extranjero por cualquier motivo, debido a la experiencia de nuestra nación en Vietnam..... Sospechaba que si informábamos a los líderes del Congreso sobre la operación, incluso bajo los términos de la más estricta confidencialidad, habría alguien que lo filtraría a la prensa junto con la predicción de que Granada iba a convertirse en "otro Vietnam". .... No preguntamos a nadie, simplemente lo hicimos".

A finales de los setenta y en los ochenta, Ronald Reagan habló de los aspectos del síndrome de Vietnam, pero argumentó que podría superarse si los estadounidenses adoptaban una postura más confiada y optimista en el mundo, con él como líder. En el discurso a los Veteranos de Guerras Extranjeras (VFW), en el que utilizó el término "síndrome de Vietnam", Reagan alegó que era el momento adecuado para ese cambio de actitud y acción, ya que la Unión Soviética estaba superando a Estados Unidos en la carrera armamentística mundial, de modo que el poder global de este último estaba disminuyendo. Acusó a la administración Carter de ser "totalmente indiferente" a la amenaza soviética. Afirmando la necesidad de una política exterior más agresiva y activista, Reagan también sugirió que los estadounidenses podrían haber derrotado al Viet Cong y al ejército norvietnamita, alegó que el público estadounidense se había vuelto en contra de la guerra por la influencia de la propaganda norvietnamita y dio a entender que los funcionarios habían decepcionado a los soldados y habían tenido "miedo de dejarles ganar" la guerra. 

Reagan equiparó el "síndrome de Vietnam" con una reticencia por parte de la opinión pública estadounidense a apoyar las intervenciones militares de Estados Unidos, pero también con sentimientos de culpa por la devastación provocada por la guerra de Vietnam y con sentimientos de duda sobre la moralidad de las intenciones y acciones de Estados Unidos durante la guerra. Reagan, sin embargo, argumentó que Estados Unidos había luchado por "una causa noble" y culpó de la guerra de Vietnam exclusivamente a la agresión de Vietnam del Norte.

Durante demasiado tiempo, hemos vivido con el "síndrome de Vietnam". Gran parte de ese síndrome ha sido creado por los agresores norvietnamitas que ahora amenazan al pacífico pueblo de Tailandia. Una y otra vez nos dijeron durante casi 10 años que nosotros éramos los agresores empeñados en conquistas imperialistas. Tenían un plan. Era ganar en el campo de la propaganda aquí en Estados Unidos lo que no podían ganar en el campo de batalla en Vietnam. A medida que pasaban los años, nos decían que la paz llegaría si dejábamos de interferir y nos íbamos a casa. Ya es hora de que reconozcamos que la nuestra era, en realidad, una causa noble. Un pequeño país recién liberado del dominio colonial buscaba nuestra ayuda para establecer el autogobierno y los medios de autodefensa frente a un vecino totalitario empeñado en la conquista. 

Deshonramos la memoria de 58.169 jóvenes estadounidenses que murieron por esa causa cuando cedemos a sentimientos de culpa como si estuviéramos haciendo algo vergonzoso, y hemos sido mezquinos en nuestro trato a los que regresaron. Lucharon tan bien y con tanta valentía como ningún estadounidense lo ha hecho jamás en ninguna guerra. Merecen nuestra gratitud, nuestro respeto y nuestra preocupación constante. Vietnam nos enseña una lección a todos. Si nos vemos obligados a luchar, debemos tener los medios y la determinación para prevalecer o no tendremos lo que hace falta para asegurar la paz. Y ya que estamos, digámosles a los que lucharon en esa guerra que nunca más pediremos a los jóvenes que luchen y posiblemente mueran en una guerra que nuestro gobierno tiene miedo de dejarles ganar.

La administración Reagan esperaba que el éxito de la invasión de Granada ayudaría a disipar el síndrome de Vietnam para que el público estadounidense pudiera ser galvanizado con éxito para apoyar nuevas acciones militares de EE.UU., con el presidente Reagan declarando después de la invasión: "Nuestros días de debilidad han terminado. Nuestras fuerzas militares vuelven a estar en pie". La rápida victoria durante la Guerra del Golfo fue considerada por muchos como el fin del síndrome de Vietnam. El presidente estadounidense George H. W. Bush declaró triunfalmente tras la guerra: "Los fantasmas de Vietnam han descansado bajo las arenas del desierto de Arabia".

"Levantar y golpear" fue una política propuesta por la administración Clinton en 1993, que Bill Clinton había apoyado durante su exitosa campaña presidencial de 1992. La política pretendía mejorar las posibilidades de un acuerdo político en la sangrienta guerra de Bosnia, en la antigua Yugoslavia, llena de atrocidades, levantando el embargo de armas, armando a los bosnios (musulmanes bosnios) y golpeando a los serbios bosnios si se resistían al proyecto de rearme. Una combinación del síndrome de Vietnam y una oposición muy fuerte de los aliados estadounidenses en Europa acabó con la propuesta, que nunca llegó a promulgarse.

Otra evolución es el Somalia Syndrome, un término que describe la reticencia de Estados Unidos a intervenir militarmente en conflictos extranjeros después del fracaso de la misión en Somalia en 1993. El síndrome se originó tras la Batalla de Mogadiscio, donde 160 Rangers (soldados estadounidenses) fueron emboscados y murieron en un enfrentamiento con milicias somalíes. Las impactantes imágenes de los cuerpos de los soldados arrastrados por las calles generaron una fuerte reacción en la opinión pública y llevaron al gobierno de EE.UU. a reducir su participación en conflictos humanitarios o de mantenimiento de la paz. Este fenómeno influyó en la decisión de EE.UU. de no intervenir directamente en crisis como el genocidio en Ruanda en 1994 y refleja una tendencia similar al Síndrome de Vietnam, pero en un contexto más específico de operaciones de paz y misiones humanitarias.

Inolvidable aquel 29 de abril de 1975, cuando EEUU realizó la evacuación militar más grande de su historia. Se llamó Operación Viento Frecuente y marcó el final de la intervención norteamericana en la Guerra de Vietnam (muchos posts).

Síndrome de Solomon Asch, un miedo que te hace infeliz


Imagen creada con Copilot de Bing

 El "Síndrome de Solomon" se define como el miedo patológico a ser diferente al grupo. Las personas que experimentan este síndrome tienden a opinar igual que los demás, incluso si creen que la opinión del grupo es incorrecta. El temor a destacar o a ser el centro de atención les lleva a adoptar comportamientos que evitan sobresalir. 

Este síndrome se basa en el experimento de conformidad realizado por el psicólogo Solomon Asch en el año 1951. En dicho experimento, se mostraban a un grupo de estudiantes cuatro líneas y se les pedía que indicaran cuál de las tres primeras líneas (A, B o C. era igual a la cuarta. A pesar de que la respuesta correcta era obvia (B), en cada grupo todos eran cómplices del investigador y tras acertar en las primeras pruebas, luego daban al unísono una respuesta claramente errónea (como la A). El único que no estaba compinchado se sumaba generalmente a quienes respondían incorrectamente, para no diferir de la clase. Cuando se les preguntaba en privado, admitían conocer la respuesta correcta, pero temían destacarse o equivocarse.

En resumen, el Síndrome de Solomon puede hacer que se pierda la identidad por el miedo a destacar sobre el resto. Es importante reconocerlo y buscar estrategias para no infravalorarse y expresar nuestras opiniones genuinas sin temor a ser diferentes. 

Superar el Síndrome de Solomon puede ser un proceso gradual, pero aquí hay algunas estrategias que pueden ayudar. 1º Autoconciencia: Reconoce que estás experimentando este síndrome. Aprende a identificar cuándo estás cediendo a la presión del grupo y evitando expresar tus propias opiniones. 2º Educación y comprensión: Investiga más sobre el síndrome y comprende que es común sentir miedo de destacar. Saber que no estás solo en esto puede ser reconfortante. 3º Confianza en ti mismo: Trabaja en fortalecer tu autoestima y confianza. Reconoce tus habilidades y méritos. Recuerda que tus opiniones son valiosas y merecen ser escuchadas. 4º Practica la asertividad: Aprende a expresar tus pensamientos y opiniones de manera respetuosa pero firme. No temas diferir del grupo si realmente crees en algo. 5º Busca apoyo: Habla con amigos cercanos o un terapeuta sobre tus sentimientos. A veces, compartir tus preocupaciones puede aliviar la carga emocional. 6º Desarrolla habilidades sociales: Practica interactuar con personas fuera de tu círculo habitual. Cuanto más te expongas a diferentes perspectivas, más cómodo te sentirás siendo tú mismo. 7º Celebra la diversidad: Aprende a apreciar las diferencias en opiniones y personalidades. No todos deben pensar igual, y eso es lo que hace que el mundo sea interesante.

Otros casos correlacionados son el Efecto Halo y el Efecto de Primacía.
Otros posts nuestros sobre diversos síndromes.

Síndrome de Munchhausen

¿No será quizá que vivir es una enfermedad imaginaria?

El síndrome de Münchhausen es el trastorno psicopatológico ficticio más conocido, definido como un deseo irrefrenable de recibir asistencia médica. El caso más famoso de la historia médica lo protagonizó el inglés William McIlroy (1906-1983), quien consiguió ser intervenido quirúrgicamente 400 veces. Estuvo internado en cien hospitales distintos, bajo 22 nombres falsos. El mayor periodo de tiempo que permaneció sin hospitalizar desde que desarrolló el síndrome fue de seis meses. Finalmente, en 1979, súbitamente creyó superada su enfermedad, afirmó taxativamente que ‘estaba harto de tanto hospital’ y se recluyó voluntariamente hasta el fin de sus días… en un asilo geriátrico.

Este extendido mal se caracteriza por aparentar una enfermedad física inexistente para deambular de hospital en hospital. El término que lo designa, síndrome de Münchhausen, fue acuñado por Asher tomando el nombre de Karl Friedrich Hieronymus, Barón de Münchhausen. Este personaje nació el 11 de mayo de 1720, en Bodenwerder, Alemania, y desde su cuna aristocrática hizo carrera militar como oficial de caballería en el ejército ruso. Combatió contra los turcos y alcanzó fama por sus historias de aventuras impregnadas de una gran fantasía. Tras fallecer en 1797, Rudolf Erich Raspe recopiló sus fábulas en la obra "Las aventuras del Barón de Münchhausen" en 1785, y Gottfried August Bürger escribió otra célebre versión en 1786.

La excéntrica "simulación de Münchhausen " es una desarreglo somatoforme cuyos síntomas físicos, gravedad y duración no puede ser explicada por ninguna enfermedad orgánica subyacente. En un grado sumo de hipocondría, estos enfermos psicosomáticos (más frecuentemente varones) inventan repetidamente padecimientos y suelen ir de médico en médico en busca de tratamiento y pruebas diagnósticas. Fingen preferentemente enfermedades de difícil pronóstico, como las de tipo Abdominal Agudo, de tipo Hemorrágico o de tipo Neurológico (cefaleas o pérdida de conciencia). Un elemento detector de estos pacientes imaginarios con un trastorno límite de personalidad, suele ser que explican su caso de forma dramática, pero son evasivos cuando relatan sus ingresos hospitalarios y muy reacios a que se revise su historial clínico.

Generalmente, estos crónicos dolientes son inteligentes y con recursos para emular enfermedades con sobrado acierto, además de disponer de un minucioso conocimiento sobre las prácticas clínicas. Así logran su objetivo de tratamientos continuados, análisis intensivos y hospitalización prolongada, e incluso de cirugía mayor. Su engaño es plenamente consciente, pero no sus motivaciones ni su necesidad de atención por parte de los demás.

Lo cierto es que esta patología es una enfermedad propia de nuestro tiempo y de nuestra sociedad, cuando abundan los problemas emocionales . A falta de otro tipo de atención personal, sólo queda como último el recurso médico para algunas personas. Desde la anécdota común de la viuda anciana que vive sola y que diariamente acude a su médico de cabecera, excepto cuando se excusa porque no puede ir al estar enferma, hasta graves formas clínicas del síndrome de Münchhausen en edad pediátrica. En este caso puede ser por parte de los mismos preadolescentes, o por proximidad (por poderes) cuando los niños son víctimas de una enfermedad fabulada por sus progenitores (generalmente, la madre).

A todos nos conviene desmitificar las enfermedades. Cuando Goethe creía que “la salud es clásica; la enfermedad, romántica”, se refería más a las revoluciones culturales que a las enfermedades individuales. Es verdad que si no pudiesen contar, y presumir, de algunos achaques, habría muchos menos enfermos. También que, al igual que casi todos los médicos tienen sus enfermedades favoritas, también los pacientes mantenemos nuestros males predilectos. Pero no caigamos en el pesimismo de Heine cuando opinaba que ‘la vida es una enfermedad; el mundo todo, un hospital; y la muerte, nuestro médico’. Mejor pensemos que mucho remedio es peor que la enfermedad. Sumémonos al lema de Bulwer-Lytton: ‘Niégate a estar enfermo. Nunca digas a nadie que estás enfermo, nunca lo confieses. La enfermedad es una de las cosas que se debe rechazar por principio’.

El pobre de derecha o el Síndrome del Joker

Imprescindible perspectiva para este fenómeno mundial

El pobre de derecha -La venganza de los bastardos es una obra del sociólogo brasileño Jessé Souza que analiza el fenómeno de los sectores empobrecidos que apoyan opciones políticas de derecha, incluso cuando estas promueven políticas que podrían perjudicar sus propios intereses. Otros, como el escritor Michael Laub, creen que todo proviene de aquellos lejanos lemas de Roy Cohn en lo que ha definido como la "psicología del desastre".

Jessé Souza introduce el concepto del Síndrome del Jokerpara explicar cómo la humillación, el falso moralismo y la necesidad de reconocimiento de los perdedores sociales influyen en estas decisiones políticas. 

Basándose en el personaje de la película “El Joker”, de 2019, plantea que sus características son más habituales que las que se supone en este mundo neoliberal en el que vivimos: este antihéroe es pobre, cuida de una madre enferma y es constantemente humillado en casa, en el trabajo y en la calle. Humillado por su madre, por sus colegas, por el gobierno, por los otros. Y es humillado finalmente, por la atroz soledad que le hace vivir una vida sin imaginación ni fantasía.

Según el autor Jessé Souza, las élites económicas y mediáticas manipulan a las clases populares, dirigiendo su frustración y resentimiento hacia chivos expiatorios aún más pobres como beneficiarios de programas sociales o inmigrantes, desviando la atención de las causas estructurales de la desigualdad. 

Nos habla Souza de un Falso Moralismo que las elites construyen para legitimar un nuevo racismo, esta vez no apuntado a la raza, sino a las diferencias culturales, que de ese modo habilitan un trato agresivo hacia los más débiles, sin culpas ni rastros de incorrección. Quienes carecen de mapa cognitivo encuentran en el racismo una forma simple de entender el mundo. Se erige una disparatada dicotomía moral entre "nosotros / pobres honestos" y "ellos / pobres delincuentes". Ya lo dijo Max Weber: "En ausencia de sentido de la vida cualquier cosa es aceptada y se la considera una verdad".

El libro "O Pobre de Direita: A Vingança dos Bastardos"  de 2024  invita a una reflexión profunda sobre la construcción de sociedades más equitativas y la importancia de reconocer el valor intrínseco de cada individuo como trabajador.
 

El síndrome del usuario de vehículos eléctricos 

Antes de nada, hemos de confesar que somos adictos al vehículo eléctrico. Incluso formamos parte de una conocida asociación de usuarios convictos de la movilidad sostenible, que se autodenomina como AUVE. Son muchos años de uso constante de estos motores a batería, y bastan pocos días para caer en ese conjunto de síntomas que hemos de reconocer como "el síndrome del usuario de vehículos eléctricos".

Al principio, todo parecía anecdótico. Se había descrito previamente y difundido profusamente que pasarse a la movilidad eléctrica produciría una "ansiedad de autonomía". Pero eso fue lo de menos y la experiencia de conducción rápidamente difuminó ese miedo, porque bastaron unos pocos viajes largos para que esa preocupación desapareciera sin dejar rastro. 

Pero entonces, cuando nos sentíamos felices, vino lo peor,... Todo provino de que nos acostumbramos a esas ilusiones, irrealizables en la actualidad, de que era posible viajar sin ruidos, sin contaminar, sin vibraciones,... y en un mundo imaginario donde nadie ensucia la atmósfera, ni ensordece, ni arruina el futuro y el presente de sus vecinos y de su ciudad.

Ahí comenzaron nuestras pesadillas. Resulta inenarrable, pero estos fueron los primeros indicios de que algo estaba mal. Todo aquello que nos parecía normal, aceptable, cotidiano,... dejó de serlo. Veamos algunas señales de que algo grave nos había pasado, porque comenzamos a creer que vivíamos en una realidad distópica:
  • Nos vimos rodeados de ruidos, de motoristas que podían despertar a toda una ciudad o de conductores agresivos que bramaban chulescos con sus obsoletos cacharros, reliquias históricas por muy reciente que fuera su compra, pero que ni la policía los oía. 
  • Comenzamos a sentirnos ahogados cuando esas traqueteadas furgonetas esparcían humos negros de olor insufrible, pero que a nadie más molestaban.
  • Tampoco el resto de los mortales parecía sufrir con los traqueteos de los motores diésel de los autobuses, o cuando se quedaban hablando en su garaje subterráneo durante mucho tiempo en medio de la humareda de sus motores de combustión encendidos.
  • Aparecieron como si nunca hubieran existido esas horrendas manchones negros de grasa en todo tipo de aparcamientos y calzadas, así como esas bocanadas de aromáticos olores (VOC) derivados del petróleo refinado al repostar, tan consustanciales con la civilización (o apocalipsis) del consumo irrefrenable.
  • La desconexión fue creciente: Dejamos de acudir a las gasolineras para repostar, nos desinteresamos de aceites y aditivos, y olvidamos aquellas inolvidables visitas a talleres para las periódicas revisiones de mantenimiento,... Ya no frecuentábamos aquellos alegres lugares donde se socializa, mientras nosotros recargábamos aislados en la soledad del hogar, del trabajo o en lugares de paso.
  • Lo peor fue la pérdida de la belleza de la complejidad de los motores de combustión interna, con sus miles de piezas en movimiento, lanzando calor, humos irrespirables e ineficiencia por doquier,... Nos habían convencido esos simplones y pequeños motores irrompibles y sin rozamiento. No advertíamos que se infiltraban en los últimos rincones del universo, después de haberse adueñado de casi todo en ascensores, electrodomésticos, bicicletas y patinetes o transporte limpio como Metros o AVEs,... y comenzando a entrar en autobuses, camiones, barcos y aviones.
Las alucinaciones fueron creciendo. La siguiente fase fue la incapacidad de comprender todas aquellas maravillas que admiraban nuestros conciudadanos y que no lográbamos apreciar:
  • Llamaban libertad a los atascos inmensos de coches humeando en medio de un embotellamiento, que aprovechaban para bajar las ventanillas a fin de escuchar esos rugidos y respirar aire filtrado por tan complejos como engañosos sistemas de catalizadores e inyectores de urea.
  • Idolatraban esa aceleración que no acaba de llegar, esa potencia teórica que se alcanza finalmente cuando suben las revoluciones del cigüeñal,.. Esa lentitud que otros habíamos sustituido por la inmediatez y par motor máximo propios de cualquier motor eléctrico.
  • Consideraban el número de tubos de escape como una cualidad de un coche, de modo que cuanta más contaminación vertían a su alrededor mejor era el producto (a pesar de que quienes primero lo aspiraban eran su familia y ellos mismos). 
  • Incumplían sistemáticamente las normas de tráfico, especialmente las limitaciones de velocidad, alardeando de ello, algo por lo que habíamos perdido el gusto nosotros al habernos habituado a esas capas de software de seguridad y ayudas a la conducción automatizada. 
Continuará el relato, porque no cesan ni menguan las manifestaciones o la gravedad de nuestro reciente síndrome del usuario de vehículos eléctricos. Ayúdennos a superar esta grave afección y no caigan en la tentación de probar, ni una sola vez, estos peligrosos productos aparentemente inocuos, pero de pérfidas intenciones. Hay incluso quienes les atribuyen conspiratorios intereses de desequilibrar ese armónico entramado de geopolítica del petrodólar, y todo para animar a la subversión del autoconsumo sostenible.
El síndrome del usuario de vehículos eléctricos

Síndrome FOMO, Fear Of Missing Out, y otros miedos

Transtormo FOMO o nomofobia
El Síndrome FOMO (Fear of missing out) es una patología psicológica descrita como «una aprensión generalizada de que otros podrían estar teniendo experiencias gratificantes de las cuales uno está ausente». Este tipo de ansiedad social​ se caracteriza por «un deseo de estar continuamente conectado con lo que otros están haciendo».  

Queremos vivir intensamente y sublimamos lo que hacen los otros o lo que creemos que hacen. El peligro de esta idealización, de ese miedo a perdernos algo, es vivir eternamente insatisfechos y alejarnos más de la felicidad.
JOMO versus FOMO
Para enfrentarse a ese Síndrome FOMO de enfocarse únicamente en el momento actual y en lo que verdaderamente importa, surge un nuevo concepto llamado JOMO, Joy Of Missing Out, el placer de perderse las cosas, en español, y que invita a vivir distintas experiencias sin pensar en la cantidad de likes que tendrá o siquiera en compartir algo relacionado al tema.

Una de las primeras personas en acuñar este término fue la escritora y oradora Christina Crook. En el año 2014 publicó su libro The Joy of Missing Out: Finding Balance in a Wired World (La alegría de perderse: encontrar el equilibrio en un mundo conectado). En su escrito, la autora plantea que estar siempre conectado puede traer efectos negativos y que en cambio, vivir con opciones alternativas puede traer recompensas y actitudes positivas en nuestro día a día.

Sobre JOMO indica: “Siempre les digo a las personas que deben superar esto de sentir que su vida es aburrida por una publicación de una persona. Hay que ir a un lugar porque realmente quiero ir, no porque está de moda en redes sociales, quiero comprar algo porque me encanta no porque lo usan todas en su Instagram. Lo importante es no verse envueltos en un mundo de mentira”.
FUD, Miedo al caos para engañarnos
Otra estrategia de manipulación relacionada es FUD: 'Fear, Uncertainty and Doubt'. La táctica F.U.D. (es decir “miedo, incertidumbre y duda”) es una estrategia comercial consistente en “diseminar información negativa, vaga o sesgada con el objeto de perjudicar a un competidor.” Es decir, desinformar y atemorizar de forma planificada y calculada. 

 Por extensión, la táctica FUD es utilizada por quien quiere presentar su opinión, sus planes y su punto de vista como los únicos sensatos y viables, frente a otras propuestas, a las que se califica de “excéntricas, irreales e insensatas”. La táctica F.U.D. aprovecha uno de los sesgos cognitivos más frecuentes: La inclinación a la negatividad, un mecanismo curioso a la vez mental y social, por el cual es muy común que el aspecto negativo de las cosas sea más atractivo que lo positivo. Basta sembrar dudas que parezcan razonables sobre las alternativas para atraer a la gente temerosa y desinformada al terreno del manipulador interesado (que abunda por doquier).

Cuando Gene Amdahi abandonó IBM en 1970 para montar Amdahl Corp y hacerles la competencia, los vendedores de IBM se dedicaron a infundir miedo, incertidumbre y duda (FUD) sobre los clientes que podían tener en mente consumir productos de Amdahi Corp. Se dice que esta es la primera vez que se define el término FUD, Fear, Uncertainty and Doubt.

El FUD institucional en los últimos años hacia Bitcoin y el mercado de las criptomonedas es un gran ejemplo: blanqueo de capitales, narcotraficantes, estafas, terroristas, tulipanes… poco menos que ‘el dinero de Lucifer’. No es de extrañar, pues muchas empresas se han visto amenazadas con la llegada de un sistema alternativo que les reta desde la descentralización, algo que no pueden controlar. Bancos, proveedores de pagos, gobiernos… son muchos los que han lanzado mensajes interesados en desprestigiar a una industria con la que, pese a todo, no han logrado acabar. Algunos de ellos han acabado incluso subiéndose posteriormente al carro que habían pisoteado. Ya se sabe, si no puedes con tu enemigo…

Así son los mercados: mientras con una mano se siembra incertidumbre y miedo, con la otra se compra y se acumula el activo que se difama para luego, una vez que se ha conseguido lo que se quiere, volver a hablar bien de él con la intención de que el precio suba. Así, mientras desde JP Morgan tachaban a Bitcoin de “fraude” y prohibían a sus trabajadores comerciar con él bajo amenaza de ser despedidos, ahora ofrecen a sus clientes productos basados en aquello que llamaron “fraude”. ¿Simplemente cambiaron de opinión o compraban mientras lo difamaban? Cualquier opción es posible.
FOMO, Fear of missing out, miedo de quedarse fuera
La industria de las criptomonedas vive casi de forma permanente entre el FOMO y el FUD. Aunque una pueda parecer positiva y la otra negativa, ambas logran desencadenar efectos devastadores. Y las dos, a su vez, pueden resultar incluso positivas si saben identificarse a tiempo.

Lo cierto es que es algo que se repite en cada ciclo, entre las fases de euforia y depresión: antes de llegar a los casi 20.000 dólares en 2017 la gente intentaba entrar al mercado a toda costa (FOMO). Pero una vez concluye la tendencia y el precio corrige fuerte el mensaje que cobra fuerza es que Bitcoin y el resto de las criptomonedas se van a ir a cero, que van a desaparecer y que solo las usan los delincuentes (FUD). Durante ese tiempo el precio llega a su punto más bajo y poco a poco vuelve a remontar. Nadie se fía aún, podría tratarse solo de un rebote, uno más, para seguir a la baja hasta su desaparición. Pero el precio comienza a subir y a dar signos de fortaleza. Desde los 3.000 dólares acaba volviendo a los 20.000, luego a los 40.000 y el precio toca los 60.000. Aparecen cifras que predicen precios desorbitados en distintas publicaciones, en canales de YouTube o en cuentas de Twitter mientras las noticias positivas rodean de nuevo al mercado. El FOMO, una vez más, ha vuelto a escena.
Un anuncio que activa el Síndrome FOMO, invitando a jugar la lotería.