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Cuando los padres quedamos huérfanos de nuestros hijos

Cuando los padres quedamos huérfanos de nuestros hijos
Poema, que algunos atribuyen a Gabriel García Márquez, aunque todo parece apuntar a que pertenece a un autor desconocido, que expresa a la perfección toda esa nostalgia y esa melancolía de ver el paso de los niños a adultos, de observar cómo se van haciendo grandes ante la atenta mirada de unos padres que solo quieren lo mejor para ellos. Cómo hay una etapa en la que los padres quedan huérfanos de sus hijos, pero con un mensaje claro: hay que disfrutar cada instante de los hijos, hay que vivir cada etapa de su desarrollo porque todas pueden ser maravillosas. Y apunta algo más: la segunda oportunidad que dan los nietos. Un poema lleno de sentimiento, nostalgia y emoción. Aquí dejamos el texto completo:

Hay un período / cuando los padres / quedamos huérfanos / de nuestros hijos.

Es que los niños crecen independientemente de nosotros, / como árboles murmurantes / y pájaros imprudentes.

Crecen / sin pedir permiso a la vida. / Crecen / con una estridencia alegre / y, a veces, / con alardeada arrogancia. / Pero / no crecen todos los días, / crecen de repente.

Un día se sientan cerca de ti / y con una naturalidad increíble / te dicen cualquier cosa / que te indica que / esa criatura de pañales, / ¡ya creció!

¿Cuándo creció / que no lo percibiste?

¿Dónde quedaron / las fiestas infantiles, / el juego en la arena, / los cumpleaños con payasos?

El niño crece / en un ritual de / obediencia orgánica / y desobediencia civil.

Ahora estás allí, / en la puerta / de la discoteca / esperando no sólo que no crezca, / sino que aparezca.

Allí están / muchos padres al volante / esperando que salgan.

Y allí están / nuestros hijos, / entre hamburguesas y gaseosas.

Con el uniforme / de su generación / y sus incómodas / y pesadas mochilas / en los hombros.

Allá estamos nosotros, / con los cabellos canos.

Y esos son / nuestros hijos, / los que amamos / a pesar / de los golpes de los vientos, / de las escasas cosechas de paz, / de las malas noticias / y la dictadura de las horas.

Ellos crecieron amaestrados, / observando y aprendiendo / con nuestros errores / y nuestros aciertos.

Principalmente / con los errores / que esperamos no se repitan.

Hay un periodo / en que los padres / vamos quedando / huérfanos de los hijos.

Ya no los buscaremos más / en las puertas de las discotecas / y del cine.

Pasó el tiempo del piano, / el fútbol, / el ballet, / la natación.

Salieron del asiento de atrás / y pasaron / al volante de sus propias vidas.

Deberíamos haber ido más / junto a su cama, / al anochecer, / para oír su alma respirando / conversaciones y confidencias / entre las sábanas de la infancia, y a los adolescentes,  cubrecamas de aquellas piezas / con calcomanías, / afiches, agendas coloridas y discos ensordecedores.

Pero crecieron sin que agotáramos con ellos todo nuestro afecto.

Al principio fueron al campo, la playa, navidades, pascuas, piscinas y amigos.

Sí, había peleas en el auto por la ventana, los pedidos de la música de moda.

Después llegó el tiempo en que viajar con los padres comenzó a ser un esfuerzo, un sufrimiento, no podían dejar a sus amigos y primeros enamorados.

Quedamos los padres exiliados de los hijos.

Teníamos la soledad que siempre deseamos, y nos llegó el momento en que sólo miramos de lejos, oramos mucho (en ese momento se nos había olvidado) para que escojan bien en la búsqueda de la felicidad / conquisten el mundo del modo menos complejo posible.

Nieto y abuelo, Julen y su aitxitxe

El secreto es esperar. / En cualquier momento nos darán nietos.

El nieto es la hora del cariño ocioso y la picardía no ejercida en los propios hijos.

Por eso, los abuelos son tan desmesurados y distribuyen tan incontrolable cariño.

Los nietos son la última oportunidad de reeditar nuestro afecto. / Así es.

Los seres humanos sólo aprendemos a ser hijos después de ser padres; sólo aprendemos
a ser padres después de ser abuelos.

En fin, pareciera que sólo aprendemos a vivir después de que la vida se nos va pasando.

Los hijos, como los buques

Hijos, futuros padres

Ser padre es sentirse transformado por el poder de los hijos.

No es padre ni madre quien no ha sufrido lo indecible por los hijos en su difícil crecimiento, cuando los padres nos sentimos como los huesos con los que nuestros hijos afilan sus dientes. No conoce la paternidad ni la maternidad quien no se ha sentido frecuentemente convertido en alguno de los mil oficios del sector servicios: cocinero, camarero, criado, taxista, telefonista, casero, vigilante,… Más aún, no es progenitor quien no se ha visto transmutado, por la varita mágica de estos inteligentes y exigentes magos tipo Harry Potter, en un autómata en forma de lavadora, plancha o mero cajero automático.

Pero llega un día, de ésos en los que el más pequeño de los hijos es mayor de edad, y de pronto adviertes tímidas señales de que tus hijos están madurando. En pleno veraneo, una de esas noches de cena y velada prolongadas, hacia las tres de la madrugada todavía estás recogiendo la mesa cuando escuchas que pasa tu hijo con su ‘tribu’ por los alrededores de la casa y se oye la voz de tu benjamín reclamando imperativamente a sus amigos: "¡Ahora callaros!... que mis padres estarán durmiendo".

La primera impresión es de soltar una carcajada por la sorpresa de que ocurra tan inesperado suceso, pero te contienes prudentemente y pronto te envuelve una satisfacción inigualable al comprender que los hijos también nos quieren, aunque lo disimulen estupendamente a ciertas edades difíciles para todos. El considerado mejor escritor sueco de todos los tiempos, August Strindberg, nos sugirió una magnífica clave educativa: "Los hijos no deben educarse como si fuesen a ser hijos toda la vida, sino pensando que se convertirán en padres".

¡Vuelven los de la ESO!

El verano es ese caluroso periodo en el que alumnos y profesores descansan unos de otros, mientras padres e hijos se sobrellevan mutuamente a jornada completa. Aquellos matrimonios con hijos en los que ambos cónyuges son docentes constituyen los parias de la sociedad: nunca disponen de vacaciones plenas. A medida que los hijos crecen en años, la amenaza del “descanso” estival en familia alcanza dimensiones pavorosas, llegando a todo su apogeo con la adolescencia de los retoños. Ésas son nuestras penosas circunstancias actuales.

Cuando los nenes eran pequeños, el veraneo era una rutina fatigosa pero llevadera, fichando las ocho horas reglamentarias en la playa, tras cargar todos los bártulos como porteadores sherpas y recorrer bajo un sol de justicia los sólo varios kilómetros que te separaban de la mayor aglomeración humana que imaginar se pueda. Esos arenales donde los niños aprenden lo grande y poblado que está el mundo, con toda la diversa humanidad que se puede hacinar en tan poco espacio. Al nene le comprabas un completo juego de obrero de la construcción con pala, cubo y rastrillo, a la nena otro con figuritas y gafas de sol, y tras excavar varias toneladas de arena y transportar hectolitros de agua salada, podías confiar en que necesitaran simultáneamente una siesta. Incluso te quedaban fuerzas al anochecer para repasar, por aquello de que “los críos vayan adelantados”, algunos de esos piadosos cuadernos de vacaciones, con el que las editoriales cubrían su estación negra. Según los niños ganaban en autonomía locomotora y digestiva, se llegaba a poder viajar sin baca king size y tras el regreso, en sólo once meses te recuperabas plenamente para afrontar el siguiente verano.

Pero llega el fatídico día en el que tus obedientes y enmadrados hijos son abducidos hacia un extraño estado denominado adolescencia, mientras sus padres deambulan hacia otra estación llamada desesperación. La pubertad comienza cuando se encierran en su cuarto con un portazo para escuchar música y salen transformados en miembros de una tribu en la que rigen unas vestimentas estrambóticas y unas normas grotescas. Estos especímenes púberes comparten características comunes de la juventud de todos los tiempos, aunque han desarrollado mutaciones propias.

Con pantalones hipercantinflados, pendientes de filibustero y pelambreras paleolíticas, en definitiva pura moda lumpen, se permiten llamarte antiguo por tu forma de vestir. Ocultan a sus padres ante sus amigos, como si éstos no tuvieran sus propios padres y hubiesen surgido como berzas o por generación espontánea. Esta generación PlayStation son la prole Nescafé, que reclaman el éxito instantáneo. Primero exigen el premio, y luego ya se lo merecerán. Se creen todos que son hijos únicos, incluso en familias numerosas: demandan toda la atención sólo para cada uno de ellos.

Esta estirpe la forman aquellos niños del llavín en el cuello, que cuando volvían del colegio abrían la puerta de casa, donde sus padres no habían llegado todavía. No saben qué fue la Guerra Fría, ni recuerdan cuando la Unión Soviética se desintegró, y solamente han conocido una Alemania, un único Papa,… Creen que el sida y ETA han existido toda la vida, como el CD, el Walkman, el ordenador y casi el teléfono móvil.

Tratados como principitos en casa y en Primaria, se transforman en déspotas domésticos y demonios escolares en Secundaria. Frecuentemente desmotivados para todo lo que sea el deber, se oponen sistemáticamente a recibir órdenes e incluso ­en casos minoritarios­ adoptan actitudes violentas.

Los padres nos plegamos a su dictadura consumista, en la que les embarcamos por ser demasiado complacientes y por ofrecerles todo lo que creímos no haber tenido. Y luego con fatalismo nos asombramos por la adopción fervorosa que hacen de marcas y modas. Perplejos, atribulados y desorientados, los padres, a veces, quisiéramos presentar la dimisión. Hemos pecado de exceso de permisividad y empleado exclusivamente estímulos positivos (demasiados premios). A la hora de exigir hemos sido cada vez menos exigentes: Sólo, y a veces ni eso, se les requiere el aprobado en los estudios.

Los profesores luchamos a brazo partido. El resultado es esperable si consideramos que la ESO reúne turbas de adolescentes asilvestrados e insoportables, a menudo incluso para ellos mismos por la insatisfacción con la que viven su transformación, por otro lado completamente necesaria para alcanzar su madurez. Los tutores, como los padres, debemos brindarles un apoyo incondicional y, desde la afectividad no exenta de autoridad, evitar que cometan errores irreversibles como elegir caminos de droga o violencia, o frustrar sus mejores opciones de futuro personal y profesional.

La sociedad, en su conjunto, y las instituciones, los medios de comunicación, los hábitos sociales no ayudan demasiado. Una ciudadanía “adolescéntrica”, que elige a prescriptores adolescentes como modelos de pensamiento y actuación, que idolatra a cantantes o deportistas de éxito temprano con mínimo esfuerzo, y que parece proclamar no ya que el modelo ideal es la juventud, sino que erige a la irresponsabilidad como pauta de actuación. Prima la cultura “teenager”, el País de Nunca Jamás donde todos seamos “Peter Pan” para divertirnos y ser felices.

Los adolescentes se enrocan y eligen convertirse en adultos cada vez más lentamente. La adolescencia se extiende, adelantándose y prorrogándose, incluso se transmuta: ya no es una estación de paso, sino un destino terminal. Parecemos una sociedad de “adultescentes”, y la mejor prueba son esos parques acuáticos o temáticos, donde los padres barrigones se convierten en “gamberros” con una felicidad vergonzosa para los pocos lúcidos.

¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? Reconozcámoslo: Si los jóvenes y adolescentes han tomado el poder, es porque los adultos se lo hemos cedido, más que porque ellos lo desearan poseer. Del pater familias, se pasó a una equilibrada división de la autoridad entre padre y madre, que consultaba y escuchaba la opinión de los hijos. El autoritarismo de las aulas y los “educastradores” fueron completamente repudiados, por la insufrible experiencia vivida en el pasado. Pero el péndulo no quedó ahí.

Fuimos olvidando la “educación” y pasamos a la “seducción”. Teníamos que convencerles, cuando todavía apenas podían discernir, y creímos que nuestro error era no motivarles, cuando se trataba de enseñarles a asumir sus responsabilidades. Incluso los padres y madres tratamos de ganarnos el cariño de los hijos, aspirando a convertirnos en sus amigos o colegas más que el embrollo de ser sus padres. De la equilibrada igualdad entre padre y madre, y entre hijo e hija, pasamos al erróneo igualitarismo de padres e hijos. Perdimos la autoridad que nos correspondía, y no llegamos a ser la referencia que ellos necesitaban, aunque no la pidieran expresamente. Toleramos sus caprichos, y por negociar y evitar el conflicto, cedimos a sus demandas primarias que condujeron a la “cultura de la litrona”, llegando a un momento donde el peligro de drogas y el riesgo de suicidios es mayor que nunca.

El sistema social y el subsistema educativo se organizan democráticamente por estamentos. Pero ni la relación paterno-filial, ni docente-discente deben ser “democráticas”, porque las funciones de padres y profesores no son equiparables a las de hijos y alumnos. La ausencia de autoridad paternal y docente no libera al adolescente, por el contrario le sume en una tiranía más despiadada. Ellos consideran, mayoritariamente, que sus padres y profesores son poco severos, y ­en el fondo­ aprecian y respetan más a los más exigentes. A menudo ­con su comportamiento inaceptable­ sólo están demandando el cariño y la atención que los adultos dejamos de prestarles. Los jóvenes, realmente, esperan que nosotros, los adultos, les guiemos, y en caso extremo repudian más la indiferencia y el “laissez faire” que el rigor.

El diálogo se complementa con la disciplina, la libertad con la autoridad, y las madres y los padres, que estamos cada día más comprometidos con la educación de nuestros hijos e hijas, debemos prescribir y sancionar, positiva y negativamente. Nuestros hijos nos escuchan más de lo que creemos, y nos quieren tanto como nosotros a ellos.

¡Ah, pero el verano siempre es adolescente! Y es legítimo añorar la juventud, y recordar la sentencia de Horacio, válida para cualquier edad, Carpe Diem! (¡Vive intensamente cada instante!). Y como decían en el “Club de los Poetas Muertos”: “Examínate de la asignatura fundamental: el Amor. Para que un día no lamentes haber malgastado tu capacidad de amar y dar vida”.

Versión original: mikel.agirregabiria.net/2002/elpais8.htm

Versión en PDF: mikel.agirregabiria.net/2002/vuelveeso.pdf

Como novios

Las peripecias de un padre que creyó poder olvidarse de los hijos.

Tras ejercer todo un año, en realidad casi una vida, en las fatigosas funciones de padre, educador, colega, amigo, vasco y pacifista, todo ello con gran dedicación aunque escaso éxito, decides tomarte unos días de vacaciones con la "parienta". Descansar es cambiar de rutina, así que te alejas mil kilómetros, te rodeas de vecinos noruegos, y cambias algunos parámetros vitales: ralentizas Internet desde el cable-módem al módem de 56 Kb, retrasas el horario general en tres horas, duermes diariamente el doble siesta incluida, elevas el termostato de temperatura exterior en 10 grados y adoptas preferentemente la posición horizontal. Por cierto, dado que se puede estar 20 horas diarias tumbado o flotando y que el Imperio Romano descubrió el modo de comer reclinado, ¿cómo es posible que el Imperio Microsoft no haya inventado un modo cómodo de navegar por la red en posición tendida?

Tras pegarte una paliza de viaje, acondicionamiento y aprovisionamiento en tu destino vacacional, llega el día en el que puedes embadurnarte de bronceador y antimosquitos para abrazar a tu "cosa más querida": la tumbona. Con el tributo de haber comprado una exitosa serie de libros policíacos a tu mujer para que se entretenga sin encomendarte fastidiosos trabajos domésticos, al fin crees que ha llegado tu momento de sosiego anual. Con tu música seleccionada durante un interminable curso, te recuestas y mirando al cielo azul te pones… a pensar, si te lo permiten la somnolencia ascendente y el infalible ruido de múltiples charangas externas.

Por un instante, parece que todo está en relativo orden. La familia está bien de salud, la ruina económica no es inminente y, con estos calzones inmensos, hasta las gorduras conyugales parecen despistarse. Tu media naranja está a tu lado, extrañamente silenciosa abstraída en sus lecturas, y crees que ésta puede ser la semana feliz, ésa que encadenarías para vivirla repetidamente como una cinta continua. Los hijos, esos seres queridos que desde que nacieron no han dejado de darte alegrías y preocupaciones, parecen que están perfectamente en sus lejanos destinos, según hemos constatado reiteradas veces por teléfono, SMS y e-mail.

¡Como novios!, nos dicen que estamos otros progenitores con confesada envidia. Porque hoy día parece que el mundo está al revés. Los novios quieren vivir como casados y los casados, tras criar hijos, anhelan la vida de novios. Incluso el mes de julio está organizado para enviar los hijos al extranjero, mediante oportunas becas o afanosos ahorros, y con un poco de suerte un matrimonio puede veranear unos días sin la prole.

Las madres, ya se sabe, son gallinas cluecas que no pueden olvidar a sus hijos. Pero los padres vamos de gallitos, y decimos que la perfección familiar reside en hijos lejanos y esposas mimosas. Y entonces, desparramado en esta tumbona que debiera ser el monumento mundial a la reflexión, comprendes que añoras a tus hijos, que quisieras tenerlos a tu lado para abrazarles y seguir regañándoles, aconsejándoles y, sobre todo, escuchándoles y reviviendo la existencia a través de sus ojos. Creo que, sin reconocerlo jamás, animaré a Carmen a que llame otra vez a nuestros hijos. Sólo para que se tranquilice ella, que quede claro.

Lenore Skenazy, la peor madre del mundo

«Es un honor ser considerada la peor madre de América», afirmó Lenore Skenazy, quien dejó que su hijo de nueve años viajara solo en el Metro de Nueva York. Es precursora del movimiento Free Range Kids (Niños sin barreras, niños en libertad).

La sociedad americana se sobresaltó cuando conoció que la periodista Lenore Skenazy dejaba que su hijo de nueve años viajara solo en el Metro de Nueva York. Claro, que no le dejó completamente solo. Le dio un mapa, dinero de más para algún imprevisto y monedas para llamar por teléfono. Su hijo vivió su primera aventura personal con éxito y ganó mayor autonomía. Tras la experiencia, Lenore fue calificada como «la peor madre de América».

Pero lejos de acobardarse, Lenore Skenazy continuó con su método educativo e, incluso, escribió el libro «Free Range Kids» y un blog con el mismo título. Desde entonces (eso ocurrió en 2009), promueve un movimiento que cuestiona la sobreprotección a los hijos y defiende la necesidad de darles libertad para que asuman sus propios riesgos y exploren por sí mismos. Una nueva tendencia que siempre genera debate. Hoy día, dirige el programa «La peor mamá del mundo» que se emite en el canal Discovery.

—¿Cómo surgió la idea de dejar a su hijo Izzy viajar en el Metro de Nueva York con nueve años?
—Fue idea de él. Llevaba tiempo pidiéndomelo. Quería que le llevásemos a un lugar donde nunca hubiera estado y le dejáramos que encontrase él mismo el camino de vuelta a cada. Fue magnífico. Después, todos nos sentimos contentos y más confiados. «La mayoría de las personas están encantadas de ayudar a un niño»

—Imagino que confiaba en él.
—Sí, sabíamos que pediría ayuda a alguien si lo necesitaba. Y así fue. Le preguntó a un extraño en qué andén tenía que esperar. ¡Y el extraño no lo secuestró! Lo cierto es que mucha gente equipara extraño a peligroso. Pero la mayoría de las personas están encantadas de ayudar a un niño.

—Tras esta experiencia fue calificada como «la peor madre de América». ¿Cómo se sintió?
—Al principio no podía creer que todo el país, y más tarde el mundo, estuviesen criticando mi forma de educar a mi hijo. Pero luego empecé a pensar en ello como un honor. Ahora incluso tengo un sombrero en el que pone «la peor madre de América».

—Su hijo tiene ahora 15 años. ¿Cómo le ve, después de darle la oportunidad de asumir sus propios riesgos?
—Le sigue encantando hacer cosas por su cuenta. Los fines de semana coge un autobús y se va a una montaña cercana para pasar el día haciendo snowboard. Es un chico feliz al que le encanta el deporte y estar con sus amigos. Los deberes... no tanto.

—¿Qué aconseja a los padres para que afronten el miedo a que sus hijos corran riesgos?
- «Preguntarnos cómo nos sentiríamos si los hijos muriesen es un histerismo diario»—Preguntarnos cómo nos sentiríamos si nuestros hijos muriesen es una forma histérica de pensar en las actividades cotidianas, como por ejemplo ir andando al colegio. Es una manera de pensar que nos han inculcado los medios de comunicación, que descubren las historias más tristes y nos las presentan cada hora del día. Después nos dicen que mantengamos a salvo a los hijos, como si tuviésemos que estar pensando todo el tiempo en secuestros y asesinatos. ¡Y lo hacemos! La mejor manera de empezar a combatir este tipo de lavado de cerebro es apagar la televisión.
—¿Cómo empezar a dejar a un niño que corra sus riesgos?
—Piense en su propia infancia. ¿Le dejaban sus padres que jugase fuera en la calle, que trepara a los árboles o que fuese al bosque? Si no cree que sus padres fueran negligentes, entonces puede criar a sus hijos de la misma manera.
   
—¿No cree que es mejor que el adulto siempre esté cerca?
—Insisto: piense en los momentos más felices de su infancia, en el momento en que se sintió en la cima del mundo, tan orgullosa, tan feliz. Ese es el fundamento de quien es usted hoy día. ¿Estaba su madre justo a su lado? Probablemente, no. ¿Por qué estamos eliminando las experiencias más educativas, más importantes, para la formación del carácter de las vidas de nuestros hijos?

—¿Cree que los niños si no corren riesgos les convertimos en adultos débiles?
—No estoy segura de que tengamos la capacidad de convertir a nuestros hijos en algo. Gran parte de la personalidad está predeterminada, como le podrá decir cualquier madre o padre con más de un hijo. Aborrezco que se responsabilice a los padres de cualquier pequeño elemento de la constitución emocional de una criatura. En mi libro incluso hay un capítulo titulado «¡Relájate! No todas tus pequeñas decisiones tienen tanta influencia en el desarrollo de tu hijo». Sí pienso que cuando los niños saben que creemos en ellos —lo cual se demuestra confiando en ellos sin que estemos continuamente justo a su lado— entonces crecen sanos.
Post que estuvo en borrador desde el 10-7-2017. 
Recuperado retrospectivamente cuatro años después.

5ª Videoconferencia de NagusIkas: Complemento de pensión por hijos

URGENTE: NOS COMUNICAN QUE POR SER UN DECRETAZO EL PLAZO TERMINA HOY MIÉRCOLES A LAS 24:00. Hemos de presentar la reclamación ahora por vía administrativa en la web del INSS. Vídeo con el procedimiento.
Grabación íntegra de la videoconferencia.
       
Quinta Videoconferencia organizada por Nagusiak Bizkaia. 
Miércoles 3 de febrero de 2021 a las 11:00 horas.

Con dos abogadas del Grupo PBU: Begoña López-Larrinaga y Itxaso Moreno Montoro.

Esta quinta videoconferencia organizada por Nagusiak.org, como siempre un primer o tercer miércoles de mes, pero en este caso a las 11:00. En este caso, la gestión previa ha procedido de AGIJUPENS (la asociación hermana de Gipuzkoa) a través de Luis Mari Murua, responsable de su blog ADIN-ON (aún en construcción). Por supuesto, la videoconferencia es abierta, estando especialmente invitados los pensionistas de EuskoFederpen, que nos agrupa a Nagusiak Bizkaia, AGIJUPENS de Gipuzkoa y Las Cuatro Torres Araba. 

Responde a una solicitud que proviene de Centros Sociales de Personas Mayores de la CAPV. Las dos ponentes nos han facilitado el listado con la documentación a presentar, que puede verse a continuación.  
REQUISITOS PARA PODER RECLAMAR:
1. Estar cobrando una prestación de Jubilación, Viudedad o Incapacidad Permanente. En el caso de que sea pensionista por jubilación, no podrá reclamar si se encuentra en situación de jubilación anticipada voluntaria o en caso de jubilación parcial. 
2. El hecho causante (acceso a pensión) debe haberse producido a partir del 1 de enero de 2.016. 
3. Ser progenitor o adoptante de 2 o más hijos antes de la fecha del hecho causante (acceso a pensión). 

DOCUMENTACIÓN:
1. Copia del DNI. 
2. Vida laboral o resolución reconociendo la pensión. 
3. Certificado de renta del cobro de pensiones con el importe cobrado anualmente desglosado por los diferentes tipos de pensiones públicas, en el caso de cobrar varias. 
4. Copia del Libro de familia. 

HONORARIOS PROFESIONALES: 
Reclamaciones Individuales: Vía administrativa: 70,00 € + IVA - Vía judicial: 350,00 € + IVA
Reclamaciones de miembros de Asociaciones o grupos de más de 50 personas: Vía administrativa (en su caso) y vía judicial: 300,00 € + IVA(21%)
Reclamación del complemento de pensión por hijos
Crecen las reclamaciones del plus de "maternidad" para varones jubilados con hijos. Los demandantes piden a la Seguridad Social el complemento basándose en la sentencia del Tribunal de la UE (véase en este enlace) que declaró discriminatorio aplicarlo solo a las mujeres.  Este plus puede llegar hasta los 300 euros al mes en el caso de un progenitor con cuatro o más hijos. El Ejecutivo tiene previsto modificar dicha regulación en cuestión de semanas, por lo que los asesores consultados urgen a presentar la reclamación correspondiente ante la Seguridad Social antes de que se produzca dicho cambio. 

En Euskadi se están emitiendo las primeras sentencias en los juzgados de lo social, aunque en otras comunidades del Estado el asunto ha llegado ya a los tribunales superiores correspondientes, como es el caso de Murcia, Galicia o Canarias, esta última precursora con una sentencia dictada el 20 de enero de 2020. Las otras datan, respectivamente, de abril y mayo del año pasado 2020. 

Caminando juntos y de la mano, nieto y aitxitxe bajo el Puente Colgante
El Gobierno, cuando activó el plus, esgrimía que su intención era compensar la brecha de género en las pensiones debido a que son las mujeres las que suelen interrumpir sus carreras para cuidar a los hijos. La sentencia del Tribunal Europeo consideró que el objetivo puede ser justo, pero la fórmula no, y recordaba que la directiva sobre igualdad limita al embarazo, el parto y a la etapa posterior los supuestos para dar una protección especial a la mujer

Son numerosos los varones jubilados después del 1 de enero de 2016 (en Euskadi 16.000 hombres al año)–que es cuando entró en vigor la norma española que reconoce el complemento de maternidad a las mujeres– que están reclamando a la Seguridad Social dicho plus. Hay que tener dos o más hijos y una pensión de jubilación, viudedad o incapacidad permanente. Ha de solicitarse a la Seguridad Social, que habitualmente lo deniega. Después, se hace una reclamación previa, que también niegan, tras lo que hay que acudir al juzgado. La cuantía del complemento es del 5% en el caso de tener dos hijos, del 10% con tres, y del 15% con cuatro o más. Se cobraría desde tres meses antes solicitarlo a la Seguridad Social, que es cuando se considera que se inicia el trámite administrativo. 

Ya hay numerosos fallos que reconocen el derecho de los varones a cobrar el plus de maternidad. Al igual que en el resto del Estado, las sentencias han ido cayendo todas ellas en el mismo sentido, es decir, en el de reconocer dicho complemento. Pero la más reciente, la dictada por un juzgado de Vitoria, tiene la peculiaridad de que no limita el reconocimiento del plus a tres meses antes de la solicitud, sino que lo aplica de forma retroactiva a la fecha en la que se comenzó a cobrar la pensión

Andanzas de hijos

©Mikel AgirregabiriaCuando conviene, los hijos vienen; luego provienen, sobrevienen, devienen, intervienen, hasta que se van, andan y, finalmente, mandan.

Dicen que la educación es algo que recibimos de nuestros padres cuando nos mandan a la universidad, pero no estará completa mientras no mandemos allí a nuestros propios hijos. Algunos ya hemos completado el ciclo, y este curso tenemos a todos los hijos estudiando fuera. Estamos otra vez solos, de “novios”, Carmen y yo. Y entonces piensas en las idas y venidas de los hijos.

Al principio no sabes si vendrán. Luego, te piensas si conviene que vengan. Fácilmente convienes que ojalá vengan. Y vienen… Al principio, de niños van y vienen siempre contigo. Pronto te preguntan de dónde han venido. Enseguida te discuten la hora a la que han de venir. Después se niegan a decir a dónde van y a qué hora vendrán. Luego se van de vacaciones, pero te vienen con sus problemas. Más tarde dicen que quieren irse, pero que no pueden y han de venirse. A veces hasta se van, pero vuelven rápidamente. Después de muchas idas y venidas ya se van, mas pronto te vienen con nietos y el círculo vuelve a rodar.

Que no nos falten las andanzas y las mudanzas de los hijos, quienes comienzan a escasear. Porque los hijos son la mejor prueba de que la vida camina. Y la vida es acción. Y la acción básica es el movimiento, que se demuestra andando. Vamos que esta vida es de venida e ida.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/andanzas.htm

Grapadoras e hijos

La convivencia de padres e hijos es un inevitable encuentro intergeneracional, donde los hábitos de jóvenes no siempre son coincidentes con los de sus predecesores; sólo en la madurez los hijos se parecen a los padres.

Las grapadoras, independientemente de su marca y modelo, se componen de tres elementos: el cuerpo central, las grapas y la pieza que sujeta las grapas, para ponerlas en su posición. Nuestros hijos, ya desde su más temprana edad, descubrieron que era superflua esta última pieza. Sin patentar el sistema, adoptaron una variante llamada “grapar mediante gravedad” que permite grapar siempre y cuando se sitúe la grapadora de tal modo que las grapas no se caigan al suelo.

Esta habilidad les está reservada a ellos y nosotros, sus progenitores, no acabamos de dominar esta sofisticada técnica, de modo que inevitablemente las grapas se nos desparraman por doquier y tampoco logramos encontrar la pieza descartada que ellos tiraron a la basura en la primera ocasión de uso.

Dado que es imposible cambiar, ya lo intentamos sin éxito, a los hijos y que los fabricantes de grapadoras no comercializan algún prototipo que encadene la pieza de sujeción con el cuerpo de la grapadora, sirva esta carta para localizar a alguna familia, cuyos hijos hayan aprendido a grapar con la pieza en cuestión descartando el cuerpo central. Si tal familia existe, rogamos a los padres que se pongan en contacto con nosotros para intercambiar fragmentos complementarios de grapadoras, a fin de conseguir completar alguna de las numerosas grapadoras truncadas que componen nuestro pequeño museo de “grapadoras por gravedad”.

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/grapadoras.DOC

Una triste realidad que sucede en demasía

Una triste realidad que sucede en demasía
Una narración anónima que nos ha impactado. Ojalá no retrate ningún caso real

Al final de la tarde fría, recibo una visita inesperada de mis dos hijos. Uno es médico, el otro ingeniero. Ambos exitosos en sus profesiones. Hace menos de una semana sufrí la muerte de mi amada esposa. Todavía me siento abatido por la pérdida que cambió el rumbo y el sentido de la vida para mí.

Sentados en la mesa de la sala de una casa sencilla y simple, donde vivo ahora solo, empezamos a hablar. El tema es sobre mi futuro. Un frío me recorre la espalda. Pronto ellos tratan de convencerme de que lo mejor para mí sería vivir en una residencia para ancianos.

Reacciono,... Argumento que la sombra de la soledad no me asusta y la vejez, mucho menos. Pero mis hijos insisten "preocupados". Lamentan, mientras tanto, que las dependencias de sus amplios apartamentos junto al mar estén ocupadas y por lo tanto yo no pueda estar ni con uno, ni con otro,... Así dicen ellos. Además, ellos y mis nueras viven muy atareados. Así que no podrían verme. Tampoco mis nietos, dado que estudian casi todo el día,...

En mi favor, argumento ya sin mucha convicción que, en ese caso, ellos bien podrían ayudarme a pagar una cuidadora. Frente a mí, el médico y el ingeniero dicen que serían necesarias, en realidad, "tres cuidadoras en tres turnos y todas con papeles". Lo que sería, en tiempos de crisis, una pequeña fortuna al final de cada mes. 

Me niego aceptar la propuesta de vivir en un refugio. Entonces viene otra puñalada: Me piden que venda mi casa. El dinero servirá para pagar los gastos del hogar adonde iré por un buen tiempo, para que nadie se preocupe. Ni ellos, ni yo. "Es la mejor solución para todos",...

Me rindo a los argumentos, sin fuerzas para enfrentar tanta ingratitud y desafecto. Cierro mis labios y no hablo del sacrificio que he hice durante toda mi vida para financiar los estudios de ambos. No digo que dejé de viajar con la familia, de frecuentar restaurantes, de ir a un teatro o cambiar de coche para que nada les faltara a ellos. No valdría la pena alegar tales hechos a esa altura de la conversación. 

De ahí, sin decir una sola palabra, decido juntar mis pertenencias. En poco tiempo, veo toda una vida resumida en dos maletas. Con ellas, me embarco hacia otra realidad, mucho más dura. Un hogar para ancianos, lejos de los hijos y los nietos.

Una triste realidad que sucede en demasía
Hoy, en los brazos de la soledad, reconozco que pude enseñar valores morales a mis hijos. Parece que no transmití a ninguno de ambos una virtud llamada gratitud. La culpa fue nuestra por cuanto siempre le estamos dando lo que quieren o piden, cuando debemos enseñarle que deben "ganárselo". ¿Cómo? Trabajando con esfuerzo, ayudando a limpiar la casa, cocinar, lavar platos,... Para cuando lleguen a adultos sepan que las cosas se consiguen con esfuerzo y sean responsables y agradecidos. Quizá así quieran a sus progenitores por haberle enseñado a ser buenos hijos.

La juventud actual te busca cuando quiere algo, cuando te necesita, pero cómo es lógico existen sus excepciones. La gratitud hay que forjarla, no viene incluida en el corazón de los humanos. 

Pido disculpas por manifestar lo que pienso, pero deben saber que cuando lleguen a ser "viejos" querrán ser bien tratados por sus hijos y nietos. Eso no se consigue con dinero, sino con la bondad sembrada en sus corazones. Habrá padres y madres que están a tiempo de forjar esos sentimientos. Si no, Dios tenga misericordia de las nuevas generaciones. 

Un relato anónimo que circula en Facebook. Algo que quizá sucede en demasía, ,...

La gran aventura irreversible

El estado natural y universal es el de ser hijos. Todos nacemos como hijos, y todos somos hijos. Al igual que ser alumnos: todos debemos serlo durante los primeros años de existencia por obligación insoslayable. Por el contrario, es complemente opcional la elección de “Ser Padres”, o la vocación de “Ser Educadores”. Según parece, para muchos modernos librepensadores estos deseos son, simplemente, equivocaciones en las que hemos caído algunos, y que ellos tratan de evitar preventivamente. No se explican por qué preferimos estas arriesgadas alternativas que no traen más que complicaciones.

Es cierto que los solteros, en forma de parejas, compañeros, amigos o novios perpetuos, pueden visitar los cinco continentes haciendo turismo hasta agotar el planisferio. Pero si se es verdaderamente audaz, no existe aventura más trepidante que sea comparable a la de la paternidad o la maternidad. Ser padre o madre significa sumergirse en las fosas de las Marianas y ascender al Everest cada día; recorrer la muralla china de obstáculos cada semana; sortear los rápidos del cañón del Colorado en un slalom para llegar a fin mes; experimentar el frío de los polos y el calor del desierto cada año; volar en globo pinchado con los niños chillando, y circunnavegar los cinco océanos en chalupa a remo para pareja con vástagos dando la vuelta al mundo en ochenta… mil plazos. Se aprenden extraños idiomas y se conocen culturas y costumbres exóticas: las de los hijos, amigos y novias adolescentes… Se degustan (e incluso se cocinan) insólitas comidas y se embriaga uno con olores inimaginables (e inolvidables desgraciadamente). Se obtiene un voluminoso álbum de fotografías con el que atormentar a los conocidos. Se viven experiencias imperecederas, en circunstancias imprevistas, que ponen a prueba la capacidad de resistencia y la imaginación creativa. Y todo para sobrevivir a través de los hijos, cumplir un año más con ellos, llegar a conocer a los nietos, con los que sí se debe disfrutar de un modo decididamente ventajoso, y pasar a mejor vida, momento en el que, ¡por fin!, se conocerá lo que son las vacaciones.

Si además los padres o madres son profesores, que es una forma light de paternidad (¡o hard si se trata de la ESO durante 20, 30 o 40 años!), podrán optar al libro Guinness en la inexistente sección de anónimos héroes desconocidos. Pero siempre nos quedarán los hijos, los nietos, los alumnos… a quienes contarles nuestros ideales y nuestros sueños.

Prisa adolescente

Ha sido noticia recientemente que un niño de 13 años, José Francisco M. B., se escapó de su casa de Alhaurín de la Torre (Málaga) y 18 días después fue encontrado sano y salvo en Móstoles (Madrid), tras haber viajado y sobrevivido sin problemas después de llevarse 400 euros de su hogar. No se ha indicado cuánto dinero le quedaba cuando fue hallado tras su fuga. Este chaval ha elevado la categoría de “hacer novillos” hasta el nivel de “hacer turismo”, en toda regla aunque prematuramente. Ni las familias ni el profesorado entendemos esta contemporánea aceleración infantil y juvenil por querer llegar al estatus de adultos, con lo bien que se puede subsistir en las primeras etapas vitales, como tardíamente ellos también descubrirán.

Como padres o educadores, muchos conocemos algo de la premura por vivir y por crecer de los hijos o alumnos adolescentes. “Son” magníficos hijos y alumnos, pero “están” en una fase que domina su existencia, intentando adivinar quién es cada uno de ellos. Ese “estado” transitorio no debe confundirse con su “esencia”. Los jóvenes exhiben todo tipo de peculiaridades propias de la pubertad: son más listos que nadie, o al menos eso se creen ellos, y aman la libertad, entendida como hacer lo que les dé la gana. Ciertamente son muy capaces, activos, dispuestos, despiertos, creativos, y… apresurados. Porque si algo caracteriza a la adolescencia es la prisa, junto al aburrimiento del que hablaremos en otra ocasión. Mientras aún (aunque no lo reconozcan) añoran las certidumbres de la infancia, demuestran gran prisa por llegar a mayores, por ser independientes y por… aprender cometiendo sus propios errores. Desde su perspectiva como protagonistas, los adolescentes definen la pubertad como “la etapa de la vida en la que te acuerdas todo el rato de la infancia, mientras tus padres viven una época de crisis porque nos hacemos mayores”.
¡Aprisa, deprisa! Prisa o brisa adolescente. Que nos contagien su entusiasmo y no su prisa. Con el paso de los años, los jóvenes aprenden aquello de Vicente Aleixandre: “Aquí tú y yo sentado, alma, vamos a jugarnos la existencia sin prisa”, y que incluso por economía de tiempo la calma es más expeditiva, como decía Stravinsky: “¿Prisa? Nunca tengo prisa, no tengo tiempo”. O como canta Renato Teixeira: “Ando despacio porque ya tuve prisa”. Algún día comprenderán que el secreto de la longevidad consiste en no darse prisa.

En el fondo, los adolescentes son una fuente inagotable de alegrías para sus padres, siempre que sepamos interpretar sus actuaciones. Por ejemplo, sus tranquilizadoras notas acreditan que no han copiado en el examen, o sus interminables horas de farra cada fin de semana prueban que no están débiles como nos pensamos cuando el lunes no conseguimos despertarlos. Diariamente comprobamos que saben discutir con propiedad, aunque no dispongan ni por asomo de argumento válido alguno, pudiendo ser perseverantes y tenaces en sus objetivos… pidiendo algún tipo de vehículo. Ni por un momento los progenitores debemos pensar que nos ha tocado un hijo difícil: ellos mismos enumerarán innumerables amigos de su misma cuadrilla que desobedecen o trasnochan muchísimo más, según ellos.

No existen manuales, que funcionen, para combatir el estrés de padres desesperados con hijos adolescentes…. Sólo podemos recomendar remedios paliativos como grandes dosis de paciencia, en definitiva “agua y resina”, aguantarse y resignarse. Ya sabemos que dar la vida por los hijos sería mucho más fácil que el cotidiano hecho de compartir el cuarto de baño con un o una adolescente. Seamos positivos: Los problemas para la adolescencia de los 16 años se curan, de golpe, el día de su siguiente cumpleaños, cuando empiezan las dificultades de la adolescencia de los 17 años. Y así hasta los 20, 25, 30, o… Dios sabe cuántos años. Es sólo cuestión de lustros…

En todo caso, conviene evitar errores graves como pretender ser amigo de los hijos. Los hijos nos quieren, y nos necesitan, como padres y no como amigos. Hace muchos años, un día de verano en que me tocaba cargar con una enorme balsa y todos los trastos camino de la playa se me ocurrió decirle a mi hijo que parecíamos dos buenos amigos. Él, con esa inteligencia de los 7 años, me pidió, sin darle demasiada importancia: “Aita (papá): ya tengo muchos amigos, ¿te importa ser sólo mi aita?

Familias centrifugadas

¿Qué está pasando con la familia actual? Parece que aceptamos todos como inevitable que la familia de hoy se encuentre lo más dispersa posible por supuestas ventajas de la modernidad. Muchos conocidos te cuentan la misma historia: El niño estudiando inglés en un remoto campamento, la chica en el extranjero, el hijo mayor de veraneo con los abuelos por la cuadrilla, la madre de vacaciones adelantadas, el padre trabajando,… y el perro en un hotel de animales abandonados.

El mismo espacio del hogar se ha desperdigado. Antes estudiábamos con los libros sobre una simple tabla de madera, puesta entre los brazos de un sillón, o todos los hermanos en la misma mesa de la cocina, oyendo la misma emisora y con máximo provecho. Hoy día, cada nene o nena necesita “su” cuarto, con un equipamiento integral de oficina: dos mesas, una para el ordenador con red e Internet, sillón giratorio, sofá, biblioteca personal, equipo de música, televisión y vídeo, cama propia y supletoria para invitar a los amigos,… y todo para encerrarse y no estudiar casi nada. Los críticos días previos a los exámenes deben acudir a una biblioteca pública, con los amigos, para concentrarse. Las luces de lectura en la cabecera les sirven para estudiar a fondo… los catálogos de motos o la convocatoria del siguiente festejo. El equipo informática adquirido para conectase a la “sociedad de la información” se limita a consola de juego o de chateo, y para “bajar” música estruendosa, que constantemente atruena por los auriculares soldados a las orejas que les aísla del ruido familiar. Incluso se organizan los turnos de comida y cena, para no encontrarse y poder elegir cada miembro familiar su programa televisivo favorito.

Toda esta anorexia familiar surge y proviene de múltiples frentes públicos y privados, pero solamente como personas conscientes podremos superar esta grave anemia hogareña. No se sabe si fue antes la gallina o el huevo, la “sociedad desfamiliarizada” o la “familia desintegrada” que estamos aceptando y construyendo. Exigimos más plazas de guardería y más extensos programas escolares, para que los niños desde un mes de edad estén poco en casa; más mediatecas y cibertecas públicas para que los jóvenes se larguen de casa; ayudas para las mujeres trabajadoras para que las madres no aparezcan por casa; más plazas para jubilados en residencias o centros de día para que los jubilados no molesten en casa; más empleo juvenil para que los jóvenes escapen de casa; y más policía para vigilar las casas vacías. Si es así, ¿para qué pedimos nuevos pisos? ¿Moradas que son hogares sin fuego, ni hijos, ni padres, ni abuelos? ¿Viviendas sin vida?

La responsabilidad recae en nosotros los adultos, los padres y madres que podemos decidir el modelo de familia. Como se dice y es obvio, no hay niños ilegítimos; sólo padres ilegítimos. La tarea de elegir el modelo familiar no corresponde ni a los hijos, que sólo conocen el patrón que se les presenta, ni a los abuelos, que vivieron otros tipos de familias. ¿Conocen esos globos-salchicha de moda con los que juegan los niños, que se inflan, se sueltan y viajan por el cielo un buen rato hasta caer al suelo tras agotar su aire contenido? Parecen una imagen de algunas familias recientes. El crío juega con el globo-familia, que le entretiene fugazmente, y luego le defrauda. Esperemos que quizá, mientras sube y vuela, el globo-familia también llore al ver que se le escapa el niño. Otro día hablaremos de los padres descarriados, que sufren el “estrés de la paternidad”, y que demuestran realmente que sólo algunos progenitores dominan el arte de educar mal a los hijos. Basta del cinismo imperante que afirma que “la más feliz vida de familia es la de un viudo sin hijos” y de quienes defienden “las familias numerosas, en las que toda mujer debería tener al menos tres maridos”.

El Talmud dice que “la sociedad y la familia se parecen al arco de un palacio: quitas una piedra y todo se derrumba”, y para Baudelaire "la patria es la infancia". Hemos de recuperar una familia que siga siendo el deux ex machina de la humanidad, con formatos renovados sí, pero más familia que nunca. Los padres hemos de seguir contando nuestros sueños a los hijos, que son esponjas inagotables de tiempo paterno. La más antigua de todas las sociedades y la única natural es la familia. Sólo los padres auténticos saben lanzar a sus hijos al aire y recogerlos luego. Ésta es la mejor prueba de la paternidad. Un hijo genuino es el que puede presumir: “¡Nosotros también tenemos padre! ¿Qué creías, que éramos pobres?” Recordemos que con el dinero se puede edificar una mansión espléndida, pero nunca fundar una familia dichosa.

Reflexiones educativas de Massimo Recalcati

Recogemos algunas ideas desgranadas en esta entrevista a Massimo Recalcati, que recomendamos leer en su integridad. Sólo para despertar el interés, anexamos algunas de las reflexiones del psicoanalista Massimo Recalcati:
  • Ya no son los estudiantes los que esperan en fila a ser triturados por el sistema (véase en el vídeo adjuntado), como contaba The Wall de Pink Floyd. ¡Ahora son los profesores los que son consumidos por el dispositivo escolástico! La única forma de resistir es no perder el deseo por lo que se enseña. Y hacer equipo con otros profesores, para sentirse menos solo.
  • El hecho novedoso es que se ha roto el pacto generacional y esto ha incidido en el discurso educativo. Los padres y los profesores ya no trabajan juntos en la educación de los jóvenes. Los padres más bien son los aliados de los hijos contra los profesores. Es un cambio inaudito: los padres, en vez de apoyar el trabajo de los profesores, se han convertido en sindicalistas de sus propios hijos. Para Freud existía un vínculo espiritual entre padres y docentes. Hoy, este vínculo se ha deshecho.
  • Yo, Recalcati, pensaba, cuando era joven e indisciplinado, que aprender de memoria no servía para nada. En cambio, Daniel Pennac subraya un aspecto de la memorización que yo había descuidado. Se trata de sumergir a nuestros hijos en el gran río del lenguaje. Es una experiencia de recuperación de nuestra procedencia. Por eso siempre escucho, con una mezcla de envidia y admiración, a amigos que en nuestras fiestas recitan poesías que aprendieron de memoria siendo niños...
Noticia original de El Mundo.

Otro reportaje con Massimo Recalcati sobre el ocaso irreversible del padre.

Con perlas como esta que sigue: ...Telémaco espera a la orilla del mar el regreso del padre. «Pero esta espera no es una parálisis melancólica», asegura Recalcati. «En el complejo de Telémaco no está en juego la exigencia de restaurar la soberanía perdida del padre-jefe. La pregunta por el padre que arraiga en el malestar de la juventud de hoy no se refiere a la fuerza y la disciplina, sino al testimonio. Hoy hacen falta padres-testigo». Pensándolo bien, ser padres-testigo no es un factor meramente biológico. No se es padre por una cuestión sanguínea sino por un gesto de adopción. El verdadero estatuto de paternidad lo constituyen los padres adoptivos. El ejemplo por excelencia es San José. «Ser padres adoptivos», explica Recalcati, «significa mirar al hijo sin tener proyectos sobre él. Sin poseerlos. Significa dejarlos ir»...

En esta segunda entrevista (leedla completa) interviene un gran cómico, Giacomo Poretti que apunta: "...¿Quién es entonces el padre? Aquel que te testimonia una vida. «Mi ejemplo de padre es San José». «Su fe es un ejemplo. Nosotros no nos hemos creado solos, tampoco hemos creado a nuestros hijos. Ellos, los hijos, son un regalo y nosotros no somos más que los intermediarios de un gran amor»". Ved cómo enlaza con un viaje post nuestro de 2002: "Querubines extraterrestres".

Actualización a 10-1-17 de secuelas: Padres sindicalistas. Con párrafos como este: "La escuela no le gusta a la mayoría de los chicos porque les obliga. La escuela no le gusta a la mayoría de los padres y a las madres porque les pone en evidencia. La escuela no le gusta a la mayoría de los profesores porque les desautoriza. Y la escuela, finalmente, tampoco le gusta a la propia Administración, que, en su intento de contentar a los cuatro actores anteriores -chicos, padres, madres y profesores-, acaba por no contentar a ninguno".

Cómo criar hijos exitosos, sin sobreprotegerlos


Al depositar altas expectativas en los niños y con una microgestión de sus vidas a cada momento, los padres no están ayudándolos. Al menos, así es como Julie Lythcott-Haims lo ve. Con pasión y humor irónico, la exdecana de estudiantes de primer año en Stanford nos exhorta a que los padres dejen de definir el éxito de sus hijos a través de los grados y los resultados de los exámenes. En cambio, dice, deben centrarse en proporcionar la idea más antigua de todas: el amor incondicional.

Algunas frases entresacadas:
  •  Lo que digo es que nuestros niños nos necesitan un poco menos obsesionados con calificaciones y resultados y mucho más interesados en que la infancia les proporcione una base para su éxito construido sobre cosas como el amor y las tareas domésticas.
  • El estudio longitudinal más largo realizado en seres humanos se llama el estudio Grant de Harvard. Se encontró que el éxito profesional en la vida, que es lo que queremos para nuestros hijos, viene de hacer tareas domésticas en la niñez, y cuanto más temprano se inicie, mejor. El "súbete las mangas y ayuda" es una mentalidad que dice, hay un trabajo desagradable, alguien tiene que hacerlo, y bien podría ser yo.
  • Son adolescentes. Y érase una vez, creo que estaba tratando a mis hijos como árboles bonsái, y no lo son.
  •  Mi trabajo no es hacer llegar a mis hijos a ser lo que quiero que sean, sino apoyarlos a convertirse en sus maravillosos sí mismos.
Obtenido de otros nuevos foros TED sobre educación.

Abuelos explotados

Una dramática historia real, que no es tan infrecuente como creíamos.

Al reencontrar parecidas situaciones, hemos recordado un caso que nos impresionó hace dos décadas. Cuando les conocimos, ellos ya eran unos abuelos jubilados. Él había sido un relojero con negocio propio, y le había ido razonablemente bien. Tanto que pudo comprar una casa a cada uno de sus hijos e hijas en una gran capital. También contaba con una casita de verano, al lado de la nuestra.

Cada veraneo comenzaba igual. Primero venía el matrimonio de octogenarios, para limpiar la casa y llenar la despensa. Dos días después, con precisión insuperable, la vivienda se abarrotaba de hijos y nietos. Al amanecer, ya se podía ver a la abuela limpiando el porche, y su jornada laboral de ama de casa se prolongaba hasta el anochecer. Diariamente los dos abuelos hacían las compras, pero nadie de sus cinco hijos e hijas, ni nueras ni yernos, ni nietos o nietas, salía a su encuentro para descargarles de alguna de las bolsas, que en varios viajes transportaban a casa.

Preparando comidas, meriendas y cenas los ancianos, jamás iban a la playa, pero sí toda aquella tropa de descendientes que los explotaba sin piedad. A lo sumo, el abuelo bajaba a la orilla para cuidar a sus nietos más pequeños. También sacar la basura era función exclusiva suya. Era un escándalo de abuso familiar para quienes conocíamos la situación, pero no se lo parecía así a aquellos desalmados hijos y nietos que lo veían como algo que los abuelos hacían por obligación y con gusto.

Un año ya no vimos a los ancianos. Nos comunicaron que habían muerto en el otoño, con apenas unos días de diferencia entre ambos fallecimientos. Nos apenó sobremanera no poder hablar con aquellos bondadosos patriarcas que habían dedicado más de sesenta años a tan ingratos descendientes. Entonces, aquella panda de inútiles perezosos pareció que podía organizarse. Dejaron de venir tan sincronizadamente; compraron otras viviendas próximas y cada pareja se ocupó de su prole. Se había acabado el chollo de los abuelos: simplemente los habían exprimido hasta la muerte.

Siempre nos ha quedado el recuerdo amable de aquellos maravillosos abuelos, que siempre estuvieron unidos y felices en medio de tan fatigoso trabajo doméstico. No volvimos a tratar con sus desconsiderados herederos, aunque les seguimos viendo. Pronto varios de ellos se divorciaron, y tampoco se hablaban entre ellos. Había desaparecido lo que ellos nunca apreciaron y lo que jamás serán: Una pareja que se ama, y que al tener hijos propios reconoce aún más a sus progenitores y que se ocupan de ellos en su ancianidad.
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Mikel Agirregabiria Agirre. Educador
blog.agirregabiria.net

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/explotados.htm