De la teoría de la Educación 2.0 a su realidad práctica en nuestros centros de enseñanza. Absentismo, desinterés generalizado, fracaso escolar… Los síntomas de la crisis que sufre actualmente nuestro sistema educativo son múltiples. La Escuela se cuestiona al igual que cualquier otra institución. Los alumnos sí se hacen portavoces de esta corriente crítica pero, en realidad, son los docentes quienes guían la revolución que ya está en marcha. ¿Cómo se dieron cuenta de las imperfecciones del sistema? Sencillamente hablando, comentando sus experiencias con otras personas, docentes o no, que comparten su amor por la enseñanza. Aprender los unos de los otros, la base de la Educación 2.0.
Estas puestas en común siempre existieron en mayor o menor medida, pero la introducción de Internet y de las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana ha acelerado el proceso. Se han formado verdaderas comunidades a través el mundo entero y el análisis crítico que ha surgido de ellas no deja lugar a duda: las metodologías de enseñanza se han de modificar e Internet y las nuevas tecnologías son las claves de este proceso.
Mikel Agirregabiria, responsable de Innovación Educativa de Bizkaia que ocupó diferentes cargos en la Administración del Gobierno vasco, ha seguido desde muy cerca esta evolución. Antes que el término Educación 2.0, prefiere el de ‘
reducación o educación en red" (
Sarezkuntza). Este término se fundamenta en cuatro pilares básicos.
El primero es la
conectividad universal que supone un acceso libre a todos los contenidos que están en el ciberespacio en todo momento, incluidos los exámenes o pruebas. Sólo esta premisa ya obligaría a reformular todos los procesos de aprendizaje y desharían muchos sistemas obsoletos de enseñanza. La creación de un
portafolio personal que acompañe al alumno durante toda su escolaridad y recoja todas sus aportaciones discentes y personales sería la segunda clave. «Se cree que la vida profesional empieza cuando han terminado su formación, pero la identidad en el ámbito profesional se cultiva desde la más temprana edad», explica
Agirregabiria. Cómo era una persona a los 8 años, cómo se proyectaba, qué recreó... son aspectos que deberían tenerse en cuenta».
El tercer pilar de este nuevo modelo educativo es el
trabajo en red, porque «al igual que en una neurona, lo importante es qué conexiones mantiene. También el primer y más grande aspecto a valorar es el grado de interacción que se tiene con los demás, cercanos o remotos, pero enlazados en una realidad híbrida (física y virtual) ». Según
Agirregabiria, estas interacciones no sólo deberían existir entre compañeros de la clase presencial, sino también con condiscípulos de otros centros e, incluso, abierto a las familias, la sociedad y entre personas de diferentes edades. «Hay que abrir las puertas del aula a la sociedad», defiende.
La cuarta y última clave es la adopción no de TICS (de los recursos materiales en sí), sino de las
MICs o Metodologías de la Información y la Comunicación, propias de la era de la información en los centros, lo que supone crear y poner en marcha nuevas fórmulas pedagógicas. Ese es el verdadero reto para el profesorado, que verá sus funciones profundamente modificadas dentro del aula y en otros formatos de aprendizaje conjunto. No desaparecerán las clases magistrales, sino que será una más de las modalidades de interrelación docente-discente, pero con un grado máximo de participación del alumnado. No se trata de llegar a un punto de relaciones horizontales entre profesorado y alumnado, pero sí de aprendizaje mutuo que incorpore a las familias.
Dolors Reig,
referencia docente. Esta idea tiene su fundamento en el hecho de que las nuevas tecnologías forman parte íntegra de la vida de los jóvenes, no tienen ningún secreto para ellos y las usan con mucha más facilidad que la mayoría de la población adulta, entre ella los docentes. Pero, como subraya la psicóloga social
Dolors Reig, su uso está casi exclusivamente dedicado al ocio y a la diversión: no perciben las posibilidades que aportan Internet y las nuevas tecnologías en materia de educación y formación profesional.
Es precisamente uno de los papeles que incumbiría a los docentes: transmitir la idea de que las redes les pueden aportar mucho más. «Es importante distinguir TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) de las TAC (Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento), así como de las TEP (Tecnologías para el Empoderamiento y la Participación)», explica. «Los llamados nativos digitales puede que dominen las TIC pero menos las dos últimas, que se enseñan menos de lo que se debería en la escuela. Empiezan a trabajarse las segundas, las tecnologías del conocimiento, pero en cuanto a la participación queda mucho por hacer», afirma.
Sin embargo, y como ya lo dejan entrever las palabras de
Dolors Reig, el nuevo papel de los docentes no se limitará a esta tarea de evangelización. Otra de sus funciones, y probablemente la más difícil de llevar a cabo, es la de fomentar la participación y la aportación voluntaria. Ésta es fundamental porque, de alguna manera, ayuda a que desaparezca esta brecha inmensa que existe entre la pasividad que nos impone el sistema educativo en nuestra infancia y adolescencia y la productividad que requiere la vida adulta.
Pero éste no es el único beneficio de aprender a aportar. Como señala
Mikel Agirregabiria, «todos los puntos de vista son importantes, porque la realidad se va contrayendo con la visión personal de las cosas de cada uno de nosotros. Una narración infantil, la imagen que tiene de su propia ciudad, permite saber cómo los niños ven las cosas desde su estaturita, desde su simplicidad. De otro tipo sí, pero desde su sabiduría». Compartir sus ‘conocimientos’ es importante para la infancia y la adolescencia porque, además de desarrollar su creatividad, reciben valoraciones de los mismos a gran escala, puesto que esos contenidos son visibles por cualquier usuario de Internet.
Gracias a este proceso, sabrán en qué son exitosos. «Cualquier joven es excelente en algo», afirma seguro
Agirregabiria. La escuela debe permitir que descubran en qué. Eso es el verdadero éxito escolar. No se trata de que un alumno sea el mejor de su centro, sino que cada estudiante descubra que es el mejor de la clase en algo. Saberlo le ayudará a determinar cuál debe ser su orientación profesional. Un desafío importante para los docentes. Ésa es una nueva formulación, más acorde con el «viejo derecho a la mera escolarización», que en la actualidad debiera transformarse en un «derecho universal al éxito escolar», asegurando que todo alumno viva y experimente su singularidad y unicidad descubriendo su propia vocación personal y profesional.