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¿Todos seremos usuarios de la IA? Esa no es la cuestión,...

En 1997 aparecimos en televisión no como expertos en Internet, sino como una rara avis de "usuario de Internet" . Dos décadas después, ya todos somos usuarios de Internet. En 2015 se creó AUVE, Asociación de Usuarios de Vehículos Eléctricos en España, de la que fui Presidente. Pronto todos los conductores seremos usuarios de VE (BEV), como en China lo son ya prácticamente todas las motos nuevas. 

También podríamos crear una Asociación de Usuarios de Vehículos Autónomos, pero también sería de duración limitada porque finalmente todos lo serán. Puede sonar prematuro, pero el principal modo de transporte humano ya es autónomo y sostenible-eléctrico también,... El ascensor. Y es autónomo, a pesar de que se limite a niños de muy poca edad o fuera protegido en algún tiempo y lugar para proteger un empleo ya desaparecido, las y los ascensoristas.

Con esta perspectiva histórica, lo que sobra es si seremos usuarios de la IA. Entre las muchas obsesiones de nuestro tiempo —la velocidad, la inmediatez, la eterna promesa de que “el mañana será mejor”— se ha colado discretamente una pregunta que parece inocente y, sin embargo, roza la metafísica tecnológica: ¿todos seremos usuarios de la inteligencia artificial?

La formulación recuerda a otras preguntas que hicieron historia. A finales del XIX, cuando la electricidad comenzaba a encender escaparates, hubo quien preguntó si llegaría a todos los hogares. Antes, cuando el ferrocarril unió territorios que se consideraban casi míticos, algunos dudaron de que la gente común necesitara semejante prodigio. Y cuando Internet apareció en escena, muchos pensaron que solamente sería útil para académicos, informáticos y quizá algún aventurero curioso. Hoy sabemos la respuesta. La historia de la tecnología, además de obstinada, es una gran aficionada a la ubicuidad y al usuario universal.

Tecnologías que no se eligen.  Las tecnologías verdaderamente transformadoras nunca se adoptan: se infiltran. Como escribió Calvino, “las ciudades se revelan en la manera en que se habitan”; también las tecnologías se revelan en la manera en que dejamos que nos acompañen, a veces sin advertirlo.  Del mismo modo que nunca decidimos “usar electricidad” —simplemente vivimos en ella—, tampoco decidimos “usar IA”: nos deslizamos hacia ese uso con la misma naturalidad con la que el teléfono clasifica nuestras fotos o el coche autónomo interpreta nuestro sueño al volante.

A menudo, la innovación se vuelve cotidiana a través de gestos mínimos: el mensaje autocompletado, la traducción instantánea, el asistente que nos recuerda un cumpleaños que juraríamos haber apuntado. Nada escandaloso, nada heroico. Y, sin embargo, decisivo.

Analogías históricas para un presente desconcertante.  Es útil mirar atrás para comprender la serenidad que exige el futuro. La imprenta no acabó con la palabra manuscrita, pero la transformó. El ferrocarril no destruyó los caminos, pero les cambió el ritmo. La televisión no hizo desaparecer la radio, pero la obligó a renovarse. Internet no sustituyó la conversación, pero la desplazó a nuevas plazas.

La IA parece llamada a ocupar el mismo tipo de lugar: no vendrá a quitarnos la inteligencia, sino a obligarnos a preguntarnos qué hacemos con la nuestra. Como advertía Borges al imaginar su universo infinito, “cada acto supone un infinito de consecuencias”. También aquí.

Una herramienta que obliga a repensarse.   La Inteligencia Artificial (IA / AI) según  Andrew Ng  es la nueva "electricidad". Llegará, si es que no ha llegado, a todo el mundo, a todas partes y a todas las personas,  Es legítimo temer que la IA nos distraiga o nos haga delegar demasiado. La tentación de ceder tareas —y quizás decisiones— a una máquina que siempre parece disponible es grande.  Pero es un temor, en cierto modo, antiguo.

Los griegos sospechaban del alfabeto porque permitiría recordar sin memoria; los sabios de otras épocas desconfiaron de la imprenta porque “banalizaría” el conocimiento La historia no confirma esos temores, pero sí revalida algo más sutil: cada salto tecnológico nos obliga a redefinir nuestro papel. A preguntarnos qué queda de nosotros una vez que delegamos.

¿Todos seremos usuarios de la IA?  La respuesta más sobria, más dominical, es que sí: seremos usuarios, como lo somos de todo aquello que la vida cotidiana incorpora sin ruido Lo seremos no por moda ni por obligación, sino porque el mundo y la vida se organizan ya bajo formas de inteligencia que complementan —o imitan— la nuestra.

Sin embargo, la pregunta relevante para este tiempo convulso quizá no sea esa.  No es si utilizaremos la IA, sino en qué medida la IA estructurará lo que hacemos, lo que elegimos, lo que entendemos como posible.  Porque toda herramienta profunda transforma en silencio a quien la emplea. Y en este caso, la frontera puede resultar difusa.  Al final, la cuestión quizá no sea si todos seremos usuarios de la IA…  …sino si será la IA quien nos utilice a nosotros. Esta es la alternativa  que hemos de dilucidar: ¿ IA para todos… o todos para la IA?

La península de las casas vacías: Sobre la desmemoria española

David Uclés (Úbeda, Jaén, 1990) ha irrumpido con fuerza en el panorama literario español con La península de las casas vacías , una novela ambiciosa que pretende narrar la Guerra Civil española a la escala de un imaginario familiar y territorial. Uclés —escritor, músico, dibujante y traductor— formó parte de varias generaciones nómadas por Europa, y su formación en Traducción e Interpretación y su experiencia como profesor han alimentado un estilo intertextual y polifónico que mezcla memoria y fábula. Su biografía y trayectoria editorial están recogidas en su web (www.daviducles.com) y en fichas editoriales: la novela es fruto de años de trabajo y recibió becas y reconocimientos que avalan el proyecto. 

Sinopsis y estructura La obra se presenta como una «novela total»: a partir de un amplio catálogo de personajes —familiares, soldados, campesinos, poetas, maestros, y hasta animales— Uclés reconstruye la fractura de una comunidad y la desintegración de un territorio que deviene en la propia península de casas vacías. 

La acción recorre desde la vida cotidiana anterior al conflicto hasta episodios de violencia, huida, obsesión y mutación colectiva; todo ello tratado con rasgos del realismo mágico —saltos temporales, imágenes telúricas y episodios simbólicos— que permiten al autor combinar documentación histórica y poética inventiva. Siruela presenta el libro como “una novela total sobre la Guerra Civil española en clave de realismo mágico”. 

Temas principales Entre los ejes temáticos destacan la memoria y el trauma colectivo, la transmisión familiar de relatos, la violencia normalizada y la deshumanización social; Uclés aspira a contar la guerra no solo como acontecimiento histórico sino como fenómeno que transforma paisajes, lenguajes y cuerpos. La novela alterna lo real y lo poético para desactivar el tono didáctico y convertir los hechos en imágenes –a menudo perturbadoras– que siguen resonando en la geografía emocional del lector. 

Estilo y hallazgos formales El pulso narrativo es expansivo: Uclés compone escenas que son relatos autónomos y, a la vez, piezas de un mosaico mayor. Su apuesta por el realismo mágico —con ecos de García Márquez o Rodoreda pero con un pulso propio— permite que lo extraordinario (la ceniza que habita en los cuerpos, la tierra que se queja) sirva como metáfora del dolor histórico. Esta mezcla ha dividido críticas: hay quien celebra la ambición y la capacidad de invención, y quien la considera excesiva o formalmente tradicional. 

Citas «La península había sentido de golpe toda la sangre que iba a recoger durante la guerra…».  « Una novela tiene que reflejar la realidad. Pero tiene que tener una parte de fantástico, de irreal ».

¿A quién se lo recomendaría?   A lectores interesados en la literatura histórica y en las novelas de larga aliento que mezclan documentación y fábula ; a quienes buscan una aproximación literaria a la memoria colectiva española; y a profesores de literatura que quieran trabajar en el aula sobre memoria, género novelístico y estrategias del realismo mágico aplicadas a hechos históricos.

Relectura de “El contador de historias”: Sherezade del siglo XXI

El Contador de Historias (The Hakawati) de Rabit Alameddine: La arquitectura de la narración infinita la reinvención de las Mil y una noches en el siglo XXI.

En una era dominada por la inmediatez digital y la narrativa fragmentada, Rabih Alameddine nos invita a detener el tiempo y volver al origen de la civilización humana: el círculo alrededor del fuego, la voz que se alza en la noche y la frase mágica "había una vez". En su monumental novela, El contador de historias (título original: The Hakawati), Alameddine no solo escribe una historia; teje una alfombra persa donde cada hilo es un mito y cada nudo, una verdad dolorosa sobre la familia y la identidad.

Rabih Alameddine (nacido en Ammán, Jordania, en 1959, de padres libaneses drusos) es una de las voces más singulares de la literatura contemporánea anglófona. Su biografía es tan ecléctica como su prosa: educado entre Kuwait y el Líbano, emigró a Inglaterra y luego a Estados Unidos. Antes de consagrarse a las letras, fue ingeniero y un exitoso pintor, una faceta que se respira en su escritura: visual, barroca y llena de texturas.

Alameddine es un autor de la diáspora que se niega a ser encasillado en el realismo social típico del inmigrante. Obras como La mujer de papel o El ángel de la historia demuestran su capacidad para mezclar la alta cultura occidental con la tradición oral de Oriente Medio, todo ello aderezado con un ingenio mordaz y una sensibilidad queer que desafía los conservadurismos de ambas orillas.

Sinopsis: El regreso al hogar y al mito . La premisa de la novela es, en apariencia, sencilla. Osama al-Kharrat regresa a Beirut desde Los Ángeles tras muchos años de ausencia. El motivo es universal y sombrío: su padre, Farid, está muriendo en un hospital.

Sin embargo, lo que distingue a esta obra es su estructura. La familia de Osama no es una familia cualquiera; son los al-Kharrat, un apellido que literalmente significa "el exagerador" o "el mentiroso" en árabe. Son descendientes de una larga estirpe de hakawatis, los contadores de historias tradicionales del Levante.

Mientras Osama y su familia hacen vigilia en el hospital, la narración se fractura y explota en un caleidoscopio. La realidad cruda del hospital, con sus tubos y silencios, se entrelaza con historias que viajan siglos atrás: - Las aventuras del abuelo de Osama, un hakawati legendario. - Reinterpretaciones de las Mil y una noches- Historias del Corán y el Antiguo Testamento. - Las hazañas de Baybars, el sultán mameluco.

Desde una perspectiva educativa y literaria, El contador de historias es una clase magistral sobre la metaficción . Alameddine nos enseña que somos las historias que nos contamos a nosotros mismos.

La función del mito : El libro argumenta que los mitos no son mentiras, sino verdades emocionales.

Oriente vs. Occidente : El autor desafía los estereotipos orientalistas.

El legado : La muerte del padre simboliza también la muerte de una forma de entender el mundo.

"Escucha. Deja que me presente. Soy el hakawati, el contador de historias. Y en mi mundo, la historia es lo único que importa. El resto es solo información ."

"Volver a Beirut era como abrir un libro viejo y encontrar flores secas entre las páginas: frágil, hermoso y lleno de fantasmas."

Si buscas una lectura que te haga reír, llorar, maravillarte y repensar el mundo, abre El contador de historias. Como dijo Amy Tan: “Rabih Alameddine es nuestro hakawati, y muy pronto todo el mundo sabrá pronunciar su nombre”. Una lectura obligatoria para quien ama no solo los libros, sino el acto mismo de narrar. Quien acepte el desafío encontrará una obra rica, compleja y memorable que, como las mejores historias del hakawati, permanece en la memoria mucho después de que se pronuncie la última palabra.

¿Quién se ha llevado mi queso? Lo incómodo del cambio

Publicado por primera vez en 1998, "¿Quién se ha llevado mi queso?" (Who Moved My Cheese?) de Spencer Johnson se convirtió en un fenómeno instantáneo, un clásico atemporal sobre el cambio en El Laberinto de la Vida y la Búsqueda de la Seguridad. Este breve relato, que a menudo se describe como una fábula de negocios, trasciende el ámbito corporativo para ofrecer lecciones universales sobre cómo afrontar la inevitabilidad del cambio en nuestras vidas personales y profesionales. A través de una narrativa sencilla pero profunda, Johnson invita al lector a reflexionar sobre su propia actitud ante la pérdida y la incertidumbre.

Spencer Johnson (1938-2017) fue un médico estadounidense, autor, y orador, mundialmente reconocido por sus libros de autoayuda y gestión. Su formación académica combinó la ciencia con el management, obteniendo un título en psicología de la Universidad del Sur de California y una licenciatura en medicina de la Escuela de Medicina Real y Cirugía de Irlanda

Johnson creía firmemente en el poder de las historias simples para transmitir ideas complejas. Antes del éxito arrollador de El Queso, fue coautor, junto a Ken Blanchard, del bestseller "El Manager al Minuto" (1982), un manual fundamental sobre liderazgo y productividad.

Su estilo literario se caracteriza por el uso de alegorías y parábolas, lo que le permite destilar principios de gestión y psicología en narraciones accesibles para un público masivo. Su obra ha vendido decenas de millones de copias, consolidándolo como uno de los autores de management más influyentes de finales del siglo XX. El éxito de El Queso radica precisamente en su capacidad para ofrecer una guía práctica sin caer en la densidad del ensayo académico, haciendo de la auto-reflexión un ejercicio ligero y motivador.

Resumen de la Fábula: Ratones, Liliputienses y el Laberinto. La obra es una alegoría protagonizada por cuatro personajes que viven en un Laberinto y dependen del Queso (símbolo de lo que deseamos: un trabajo, una relación, dinero, o paz mental) para ser felices:

  1. Mofletón (Sniff): Huele el cambio antes de que ocurra.

  2. Escurridizo (Scurry): Actúa rápidamente.

  3. Hem (Hem): Niega el cambio por miedo a que sea peor.

  4. Haw (Haw): Aprende a adaptarse a tiempo, superando su miedo.

Los cuatro personajes encuentran una fuente abundante de Queso en la "Central Quesera C". Se establecen allí con una falsa sensación de seguridad, cayendo en la rutina. Cuando el Queso desaparece un día, Mofletón y Escurridizo, por su naturaleza simple y activa, aceptan inmediatamente la realidad y se lanzan de nuevo al Laberinto en busca de Queso Nuevo.

Por el contrario, Hem y Haw se quedan paralizados. Hem se enfurece, se queja de la injusticia y se niega a moverse, convencido de que su antiguo Queso debe regresar. Haw lucha con el miedo, pero gradualmente se da cuenta de que la inacción es autodestructiva. A través de un proceso de introspección y pequeños pasos, finalmente decide salir al Laberinto.

El viaje de Haw está lleno de obstáculos y epifanías. Deja mensajes de ánimo en las paredes del Laberinto para Hem, con la esperanza de que su amigo se una a la búsqueda. El relato culmina con Haw encontrando una nueva y abundante fuente de Queso en la "Central Quesera N", donde ya están Mofletón y Escurridizo. La principal lección de Haw es que el miedo es más debilitante que el cambio en sí mismo. Él aprende que siempre habrá "Queso Nuevo", pero solo si se atreve a buscarlo.

La fuerza del libro reside en las máximas que Haw escribe en las paredes del Laberinto a modo de graffiti filosófico: "Si no cambias, te extingues." (La necesidad de evolucionar). "El movimiento en una nueva dirección te ayuda a encontrar Queso Nuevo." (Tomar acción es la clave). "Imaginarse disfrutando del Queso Nuevo, incluso antes de encontrarlo, conduce a él." (El poder de la visualización positiva). "Cuando dejas atrás el miedo, te sientes libre." (Superar la parálisis mental). "Cuanto más importante es el Queso para ti, tanto más deseas conservarlo." (El apego es la raíz del estancamiento). "Oler el Queso a menudo te ayuda a saber cuándo se está volviendo viejo." (La importancia de la vigilancia y el autochequeo constante). “Cuanto más rápido dejes atrás el queso viejo, más pronto disfrutarás del queso nuevo.” ¿Qué harías si no tuvieras miedo?” “El miedo que dejas que crezca en tu mente es peor que la situación que realmente existe.” “Las viejas creencias no te llevan al queso nuevo.” “¡Es más seguro buscar en el laberinto que permanecer en una situación sin queso!”

Aunque a menudo criticado por su simplificación de problemas complejos, la genialidad de "¿Quién se ha llevado mi queso?" radica en su valor pedagógicoSpencer Johnson utiliza la literatura alegórica para despojar el miedo al cambio de sus justificaciones intelectuales, exponiéndolo como lo que es: una reacción emocional. En un mundo de constante disrupción tecnológica y social, este libro sigue siendo una lectura esencial para la educación emocional y la gestión de carrera. Es un llamado a la acción, a dejar de ser víctimas pasivas del cambio para convertirnos en sus exploradores activos.