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Oportunidades y peligros de la IA: Caso Palantir Technologies

En el universo de J.R.R. Tolkien, los palantíri eran piedras videntes, artefactos antiguos que permitían a sus usuarios observar eventos lejanos y comunicarse a través de grandes distancias. Sin embargo, su uso conllevaba un riesgo mortal: aquellos que miraban a través de ellos podían ser manipulados por fuerzas oscuras más poderosas, mostrando verdades selectivas para inducir a la desesperación.

No es casualidad que Alex Karp Peter Thiel (otros postseligieran este nombre para fundar, en 2003, la compañía de análisis de datos más controvertida y poderosa del mundo. Hoy, Palantir Technologies se erige como el epítome de la promesa y el peligro del Big Data , situándose en una encrucijada crítica entre la ciencia de datos avanzada, la ética de la privacidad y el futuro de la educación cívica.

La Ontología del Orden. Desde una perspectiva estrictamente tecnológica y científica, Palantir ha logrado algo extraordinario: resolver el problema de la fragmentación de datos. Organizaciones gubernamentales y grandes corporaciones nadan en océanos de información desconectada (silos). Lo que hace el software de Palantir (a través de sus plataformas Gotham y Foundry ) no es solo minería de datos; es la creación de una ontología dinámica

El software integra bases de datos dispares —registros financieros, movimientos de GPS, antecedentes penales, datos biométricos o cadenas de suministro— y los traduce a objetos legibles por humanos en una interfaz unificada. Durante la pandemia de COVID-19, esta capacidad fue vital para que el gobierno británico y el estadounidense gestionaran la logística de las vacunas con una precisión quirúrgica. En Ucrania, Palantir ha sido acreditado por cambiar el curso de la guerra, permitiendo a las fuerzas ucranianas una focalización de artillería con una velocidad y precisión que supera los estándares de la OTAN.

Aquí radica su inmenso potencial: la capacidad de imponer orden en el caos, de optimizar recursos escasos y de salvar vidas mediante la eficiencia algorítmica

El Panóptico Digital y la Ética. Sin embargo, la eficiencia absoluta a menudo coquetea con el autoritarismo. El peligro de Palantir no reside necesariamente en que la tecnología sea "malvada", sino en la asimetría de poder que genera.

La ética de Palantir ha sido cuestionada por su colaboración con agencias como ICE (Inmigración y Control de Aduanas en EE.UU.) para facilitar deportaciones, o por su uso en el "policialamiento predictivo" ( predictive policing) en ciudades como Nueva Orleans. Aunque la compañía sostiene que su software protege las libertades civiles mediante estrictos controles de acceso y auditoría, los críticos argumentan que facilita un panóptico digital.

Cuando un algoritmo puede conectar tus compras con tu ubicación, tus amistades y tus deudas para predecir tu comportamiento, ¿dónde queda el libre albedrío? El riesgo es la creación de una sociedad donde la presunción de inocencia se ve erosionada por la probabilidad estadística de culpabilidad. La tecnología, en este caso, no es neutral; actúa como un amplificador de las intenciones de quien la maneja, sea un estado democrático o una entidad con menos escrúpulos.

El Desafío Educativo: Alfabetización de Datos. Este escenario plantea un reto urgente para la educación. Ya no es suficiente con enseñar a los estudiantes a programar o a entender la estadística básica. Necesitamos una educación en ética algorítmica.

Las futuras generaciones deben comprender que los datos no son verdades objetivas caídas del cielo; son construcciones humanas, a menudo sesgadas desde su recolección. Entender herramientas como Palantir requiere una mezcla de sociología, filosofía y ciencias de la computación. Debemos formar ciudadanos capaces de interrogar a la "caja negra", de preguntar no solo qué dicen los datos, sino quién los recolectó, para qué propósito y qué se está omitiendo.

En conclusión, Palantir Technologies (web oficial) representa la herramienta definitiva de la modernidad: un espejo capaz de reflejar la complejidad de nuestra civilización en tiempo real. Su potencial para resolver problemas macroeconómicos, sanitarios y geopolíticos es indiscutible. Pero, al igual que las piedras videntes de Tolkien, el peligro reside en la mirada del observador.

El Ojo que Todo lo Ve: La Paradoja Ética y Tecnológica de Palantir. Si aceptamos la comodidad y seguridad que ofrece esta omnisciencia algorítmica sin exigir una transparencia radical y límites éticos inquebrantables, corremos el riesgo de convertirnos en peones dentro de nuestro propio tablero, gestionados eficientemente, pero vigilados perpetuamente. La pregunta no es si debemos usar estas herramientas, sino si tenemos la madurez moral para manejarlas sin perder nuestra humanidad en el proceso.

@agustin.beret Palantir es la estrella denla bolsa de EEUU. ¿A qué se dedica? ¿Tiene sentido invertir hoy? #inversiones #bolsadevalores #bigdata #ia #palantir ♬ Epic Music(863502) - Draganov89

La tecnología del Siglo XXI necesita más filosofía y ética

La ingeniería del presente y del futuro: Luciano Azpiazu Canivell nos habla de redes eléctricas, talento y la transformación de Bilbao,... En un país donde la tecnología avanza más rápido que la capacidad de regulación, donde la transición energética se discute a menudo desde el desconocimiento, escuchar la voz de un ingeniero con más de cuatro décadas de experiencia aporta una rara claridad. 

La conversación con Luciano Azpiazu Canivell —ingeniero industrial formado en la Escuela Técnica Superior de Bilbao, profesor y profesional durante 40 años en Iberdrola Redes— es también un retrato generacional de quienes han sostenido silenciosamente el progreso energético y urbano de España. 

Su historia familiar ya evoca la movilidad empresarial de otras épocas: abuelo catalán del sector textil, padre vasco, raíces que conectan la industria textil con la ingeniería eléctrica. Y a partir de ahí, la trayectoria de un profesional que ha sido testigo directo de la evolución del sistema eléctrico español y de los cambios profundos de Bilbao.

La situación real de las redes eléctricas

Azpiazu introduce una distinción fundamental: no todas las redes eléctricas sufren los mismos problemas. Las de muy alta tensión, gestionadas por Red Eléctrica, soportan la avalancha de peticiones de conexión de grandes plantas fotovoltaicas, eólicas o sistemas de almacenamiento. Las de media y baja tensión, que alimentan hogares, comercios e instituciones, presentan una situación más heterogénea: saturación en los centros urbanos —por el aumento de la demanda, climatización y peatonalización— y sobrantes de capacidad en zonas despobladas.

La paradoja es evidente: si pudiéramos trasladar demanda de las ciudades a Castilla, sobraría red, pero la necesidad está donde está la población, el tráfico y la actividad económica.

Electrificación, vehículos y transición real

Cuando se habla de vehículo eléctrico, la ingeniería se impone al entusiasmo. Azpiazu lo explica con claridad pedagógica: una comunidad de vecinos de 14 plantas puede funcionar con un único transformador, pero una sola carga rápida de un coche necesita otro transformador equivalente. Y aun así, no todos los vecinos tendrán coche eléctrico ni lo cargarán simultáneamente, lo que introduce factores de simultaneidad que suavizan el problema.

 ¿Será el coche eléctrico de baterías el dominante en el futuro? El ingeniero es escéptico. Prevén un camino intermedio:

Motores de combustión con combustibles alternativos ya desarrollados por empresas como Petronor.
Hidrógeno o metano para vehículos pesados: autobuses, barcos, camiones. 
- E incluso menciona el absurdo práctico de la carga por inducción: para cargar sin cables habría que colocar una placa metálica de hasta 80 kg bajo la batería.

Estamos —dice— en una transición dentro de la transición: la tecnología definitiva aún no está definida. 


Un elogio a los profesionales frente a los “todólogos”

Uno de los pasajes más contundentes es la crítica a los opinadores sin rigor técnico. Los “todólogos” que, ante una crisis como un apagón, hablan de grid forming sin que aún exista en operación real, o reclaman duplicar redes sin asumir los años de trámites necesarios para construirlas. Azpiazu recuerda un caso ilustrativo: un presidente de una gran compañía eléctrica pedía suministro a su finca… pero él mismo bloqueaba los permisos para la línea que debía alimentarla.

Su propuesta es provocadora pero argumentada: en ciertos asuntos, el voto de un profesional debería pesar más que el de un aficionado. No todas las opiniones son equivalentes cuando se discute cirugía, redes eléctricas o ingeniería civil.

Bilbao: la prueba de que la ingeniería transforma ciudades

Pocas ciudades simbolizan la transformación moderna como Bilbao. Y Azpiazu recuerda que el cambio no fue espontáneo ni mágico: detrás estaban la tenacidad de dos ingenieros —uno de Caminos y otro Industrial— que impulsaron la regeneración de Abandoibarra y facilitaron la llegada del Museo Guggenheim Bilbao. El metro, el tranvía y la limpieza de la ría completaron un proceso que convirtió una ciudad industrial oscura en un referente urbanístico europeo.

Los ingenieros no solo construyen infraestructuras: anticipan el futuro antes de que los demás lo vean.

Ingeniería, talento y el reto educativo

Las escuelas de ingeniería españolas mantienen buen número de alumnos, pero afrontan desafíos: nuevas profesiones sin atribuciones, cambios en los planes académicos, incorporación de formación humanística y ética para preparar un mundo con inteligencia artificial. Las mujeres representan ya casi el 30% de las nuevas promociones, gracias a mejores condiciones de conciliación y a una visión más amplia de la profesión.

Pero persiste un problema sistémico: la fuga de talento. Muchos ingenieros jóvenes encuentran mejores condiciones en Alemania, Suiza o Reino Unido, y España debe esforzarse por retener y atraer talento si quiere mantener su avance tecnológico.

En definitiva, la conversación con Luciano Azpiazu es un recordatorio de que la ingeniería es una disciplina silenciosa, rigurosa y profundamente humana. De ella depende que las luces sigan encendidas, que las ciudades funcionen y que la transición energética sea algo más que un eslogan.

El Demonio de Maxwell que desafía las Leyes del Universo

El Nacimiento de una Paradoja. En 1867, el físico escocés  James Clerk Maxwell concibió una de las ideas más provocadoras de la historia de la ciencia: un experimento mental que aparentemente podía violar la segunda ley de la termodinámica, uno de los pilares fundamentales de la física. La criatura imaginaria que protagonizaba este experimento no tardó en recibir un nombre que perduraría: el  Demonio de Maxwell.

El término "diablo o demonio" fue acuñado por William Thomson, más tarde Lord Kelvin, quien eligió esta denominación no para sugerir malicia alguna, sino para enfatizar el papel de la inteligencia del ser. Maxwell, en su obra "Teoría del Calor" publicada en 1871, describía originalmente a este agente como un "ser finito" o "un ser cuyas facultades están tan agudizadas que puede seguir cada molécula en su curso". Pero la denominación de Kelvin capturó perfectamente la naturaleza inquietante de la propuesta: un ser capaz de desafiar las leyes fundamentales del universo mediante el simple acto de observar y decidir.

El Experimento Mental Original.  El planteamiento de Maxwell es elegante en su simplicidad. Imaginemos una habitación dividida en dos compartimentos por una pared con una pequeña puerta. Ambos compartimentos contienen gas a la misma temperatura. El demonio, sentado junto a la puerta, observa cada molécula que se aproxima. Cuando detecta una molécula rápida (más caliente) procedente del lado izquierdo, abre la puerta y la deja pasar al compartimento derecho. Cuando una molécula lenta (más fría) se acerca desde la derecha, la permite entrar en el compartimento izquierdo.

Después de cierto tiempo, el resultado sería asombroso: el compartimento derecho se calentaría progresivamente mientras el izquierdo se enfriaría. El demonio habría creado una diferencia de temperatura sin realizar trabajo alguno, aparentemente violando la segunda ley de la termodinámica, que establece que en un sistema aislado la entropía (el desorden) nunca puede decrecer espontáneamente.

Esta es la esencia de lo que se conoce como la paradoja de Maxwell: un argumento que parte de supuestos aparentemente razonables y, mediante deducciones válidas, llega a una aparente contradicción con las leyes establecidas de la física.

Un Siglo de Debates: La Búsqueda de la Solución.  La paradoja del demonio de Maxwell mantuvo perplejos a los físicos durante décadas. No fue hasta 1929 cuando el físico húngaro Leo Szilard dio el primer paso importante hacia su resolución. Su idea fue revolucionaria: tratar la inteligencia del demonio como información y vincularla con la física. Szilard razonó que el experimento no violaba realmente las leyes de la física porque el demonio debía ejercer cierta energía para determinar si las moléculas estaban calientes o frías.

Para simplificar el problema, Szilard propuso su propia versión utilizando un motor que funcionaba con una sola molécula de gas. Este "motor de Szilard" demostraba que un demonio de Maxwell clásico podía extraer de un ciclo termodinámico como máximo un trabajo igual a kT log(2), donde k es la constante de Boltzmann y T es la temperatura.

La pieza final del rompecabezas llegó con el principio de Landauer, formulado en 1961. Rolf Landauer demostró que en cualquier operación lógicamente irreversible que manipule información, como borrar un bit de memoria, la entropía se incrementa y una cantidad asociada de energía se disipa como calor. En otras palabras: aunque el demonio pueda manipular moléculas observándolas y tomando decisiones, para procesar, almacenar y eventualmente borrar esa información debe gastar energía, lo que restaura el equilibrio termodinámico y mantiene vigente la segunda ley.

La conclusión era profunda: la información y la energía están íntimamente conectadas. El demonio de Maxwell no podía violar la termodinámica porque el acto mismo de adquirir y procesar información tiene un costo termodinámico.

Del Papel al Laboratorio.  Lo extraordinario del demonio de Maxwell es que ha trascendido el ámbito puramente teórico. En 2010, científicos japoneses de la Universidad de Tokio consiguieron un hito histórico: fueron los primeros en convertir información en energía libre en un experimento que verificaba el experimento mental del demonio. Lograron que una partícula browniana viajase hacia arriba en un potencial energético creado por un campo eléctrico, basándose únicamente en información sobre su ubicación.

En 2014, investigadores crearon un motor de Szilard con un solo electrón, demostrando experimentalmente que un bit de información tiene un costo termodinámico real. Más recientemente, en 2016, científicos aplicaron la idea del demonio a dos compartimentos que no contenían gas sino luz, llevando el experimento mental de Maxwell a un nuevo dominio físico.

La Universidad de Barcelona ha estado a la vanguardia de esta investigación, desarrollando versiones continuas del demonio de Maxwell en sistemas de molécula individual, con aplicaciones potenciales en campos que van desde la biología hasta la computación cuántica. El proyecto europeo INFERNOS (Information, Fluctuations, and Energy Control in Small Systems) trabaja actualmente en la construcción de nanodispositivos electrónicos y biomoleculares que sigan el principio del demonio de Maxwell.

Aplicaciones y Perspectivas Futuras.  Curiosamente, los demonios de Maxwell existen en la naturaleza. Prácticamente todos los sistemas biológicos actúan como versiones reales de este demonio, capaces de disminuir localmente la entropía a costa de gastar energía extraída de sus alimentos. Las enzimas, por ejemplo, funcionan como demonios microscópicos: reconocen sus sustratos específicos y catalizan reacciones con una precisión asombrosa. Su "capacidad de decisión" está codificada en la secuencia de aminoácidos de la proteína.

En el emergente campo de la nanotecnología, los investigadores estudian mecanismos capaces de disminuir localmente la entropía y comportarse como demonios de Maxwell. La investigación sobre motores cuánticos ha demostrado que un demonio cuántico puede extraer hasta el doble de trabajo que su equivalente clásico, gracias al entrelazamiento cuántico. Este trabajo se puede interpretar literalmente como la conversión de información en energía.

Un Legado que Trasciende la Física.  El demonio de Maxwell ha trascendido su origen científico para convertirse en un concepto cultural. En informática, los "demonios" —procesos que se ejecutan en servidores para responder a los usuarios— reciben su nombre de esta criatura imaginaria. Incluso el historiador Henry Brooks Adams intentó usar el demonio de Maxwell como metáfora histórica, aunque malinterpretó el principio original.

Más de 150 años después de su concepción, el demonio de Maxwell continúa siendo relevante. Ha evolucionado desde una aparente paradoja hasta convertirse en un concepto fundamental que conecta la termodinámica, la teoría de la información y la mecánica cuántica. Representa uno de los ejemplos más brillantes de cómo un experimento mental puede impulsar décadas de investigación teórica y experimental, revelando conexiones profundas entre conceptos aparentemente dispares.

El demonio de Maxwell nos recuerda que en ciencia, las paradojas no son problemas a evitar, sino oportunidades para profundizar nuestra comprensión del universo. Y que a veces, las preguntas más simples —¿puede un ser inteligente desafiar las leyes de la física?— conducen a los descubrimientos más profundos sobre la naturaleza fundamental de la realidad.

@ingesaurio Te apuesto a que no conocias al demonio de Maxwell, un increible experimento que podria romper la segunda ley de la termodinamica las Tazas geniales son de @Pasos por ingeniería las puedes comprar en geekpipro.com 👀 #ingenieria #fisica #ciencia #experimento #cienciaentiktok #aprendeentiktok ♬ sonido original - Ingesaurio

Amistades de kilómetro cero: elogio del alma de barrio

En tiempos en que los algoritmos eligen por nosotros hasta la canción de la mañana, mantener una amistad de kilómetro cero es casi un acto de resistencia ecológica y emocional: Como cultivar tomates en la terraza en vez de comprarlos envasados. Estas amistades, muy cercanas en distancia, requieren cuidado, tiempo y una saludable obstinación contra la prisa digital. Este post es un homenaje al vecindario que te presta sal (y escucha tus penas).

Hay una pregunta que la modernidad líquida —esa que tanto le gustaba a Bauman (posts esenciales)— se empeña en hacernos olvidar: ¿Cuántos cafés has tomado este mes con alguien que viva a menos de diez minutos andando? Si la respuesta es “ninguno” o “¿cuenta el repartidor de pizzas?”, quizá sea momento de reivindicar lo que los comerciantes llaman “producto de kilómetro cero”, pero aplicado a algo infinitamente más nutritivo: las amistades.

La paradoja del infinito hiperconectadoVivimos en la era donde puedes mantener una conversación de WhatsApp con alguien en Tokio mientras ignoramos olímpicamente al vecino del quinto. Coleccionamos contactos como quien acumula puntos de fidelización: muchos, dispersos, y vagamente inútiles cuando realmente los necesitas. Virginia Woolf (posts) escribió que “la amistad es uno de los mayores placeres de la vida”, pero se olvidó de añadir el asterisco: "Especialmente si no requiere tres autobuses y planificación con quince días de antelación".

Filosofía y esquinaNo es nueva la idea de que la amistad es un bien mayor. Aristóteles habló de la amistad como una condición para la vida buena: forma parte de la ética de quienes desean el bien del otro por sí mismo. Aristóteles (posts) —ese señor que tenía razón en casi todo menos en física— decía que la amistad necesita “convivencia”. No Instagram, no videollamadas programadas: convivencia. 

Compartir tiempo sin mayor propósito que el tiempo mismo. Y seamos sinceros: ¿cuándo fue la última vez que fuiste “espontáneo” con alguien que vive en otra punta de la ciudad? La espontaneidad murió en algún lugar entre el “¿qué tal el miércoles que viene?” y el “mejor lo dejamos para después del puente”.

El contraataque de lo analógicoEn tiempos de nomadismo digital y amistades virtuales, reivindicar la cercanía física tiene algo de rebeldía anacrónica. Es casi punk preferir al vecino simpático antes que al contacto de LinkedIn que “deberíamos tomar un café cualquier día” (traducción: nunca).

Oscar Wilde, maestro de la paradoja, afirmó que “la verdadera amistad es como la salud: no valoramos su importancia hasta que la perdemos”. Pero hay otra cosa que no valoramos hasta que la perdemos: la posibilidad de tener amigos a los que puedas ver sin necesitar un permiso de tu jefe, tu pareja y el consejo de administración de tu calendario.

El milagro cotidianoFrente a las amistades globales y digitales, las amistades de proximidad —esas que viven a dos portales o a una calle— conservan una textura táctil: menos “pixeladas” y más inmediatas. Un “¿bajo a por un café?” puede valer más que cien mensajes de voz. La amistad de proximidad te permite recuperar el lujo de la pereza social: ese “me paso un rato” que no requiere ducha, cambio de ropa semi-formal ni planificación familiar. Es el antídoto contra la tiranía de la productividad aplicada hasta a las relaciones humanas.

Del barrio al pensamientoLo que aprendemos a pocos pasos del felpudo suele ser el material humano más sólido que luego aplicamos en otros ámbitos. Como escribió Italo Calvino, las ciudades son tejidos de memorias, deseos y trueques —una manera de decir que la vida urbana es, ante todo, relación. Las amistades locales son los hilos que sostienen esa trama. 

La amistad de kilómetro cero es la que te conoce en chándal, con resaca, un martes cualquiera. Es la que no necesita versión editada de tu vida porque ha visto el making-of completo. Como decía Montaigne sobre su amigo La Boétie: “porque era él, porque era yo”. Y podríamos añadir: porque vivíamos a dos calles.

Pequeños ritualesSaludos en la escalera, la conversación en la panadería, ese banco en el parque: las afinidades que Montaigne celebró brotan sin planes maestros. Montaigne, en su clásico ensayo sobre la amistad, nos recuerda que la amistad perfecta surge sin otro propósito que ser ella misma.

Una amistad sostenibleSi hablamos de sostenibilidad, la proximidad también es un principio aplicable a los afectos: bajo consumo emocional, retorno inmediato, menor huella logística. No todo afecto necesita envío exprés: algunos abrazos se recogen en la panadería. 

Proust (posts) necesitó siete tomos para explicar cómo funciona la memoria y el afecto, pero quizá la respuesta era más simple: hace falta estar cerca. Las grandes conversaciones no surgen en cenas programadas con dos semanas de antelación; emergen en esos cafés de “cinco minutos que se convierten en dos horas”, en esos paseos sin rumbo, en ese “sube que tengo que contarte algo” a las once de la noche.

Quizá la gran estafa de la globalización sea hacernos creer que las mejores conexiones están siempre en otra parte: otra ciudad, otro país, otro continente. Mientras tanto, ignoramos que la buena vida —esa que los griegos llamaban eudaimonia (posts)— podría estar tomando cerveza en la terraza de tu calle con alguien que sabe cómo te llamas sin consultar tu perfil. Como escribió el poeta Kavafis (posts)el viaje importa más que Ítaca. Pero a veces, solo a veces, Ítaca está en tu mismo barrio, esperando a que toques el timbre.

 Despedida Balconil: Día 50º y final del Aplauso Sanitario
Manual de uso (y disfrute). Las amistades de kilómetro cero no se cultivan en Facebook ni en cenas trimestrales. Se construyen en: - La panadería donde coincides cada sábado y ese saludo evoluciona a conversación, y la conversación a “¿tomamos algo?” - La librería de viejo donde compartes opiniones sobre Bolaño con el único otro cliente menor de setenta años. - El parque donde tu hijo coincide con el del vecino y descubres que tienes más en común que el código postal.

Epílogo: Volver a saludar, porque la felicidad está en el portal de al ladoLa revolución silenciosa quizá consista en volver a saludar y encontrarnos sin pantallas. Como dejó dicho Antonio Machado, “al andar se hace camino”: las amistades que valen acompañan el paso, y si además viven cerca, mejor. Menos Wi-Fi, más vecinos, entre portales y confidencias: el arte de la cercanía.

Posdata: Si después de leer esto descubres que no tienes ninguna amistad de kilómetro cero, no te preocupes. Empieza por saludar y reconocer al vecindario. Roma no se construyó en un día, pero seguramente el arquitecto vivía cerca de la obra.​​​​​​​​​​​​​​​​
@bankinter 👯‍♂️💚 Los amigos Km0 son esos que siempre están cerca, sin importar la distancia. 🌍✨ ¡Descubre por qué son tan valiosos en este vídeo! ▶️💫 🔸 En colaboración con Fernando Mora, psiquiatra 👉🏻 @doctormora_ ♬ sonido original - Bankinter

La estupidez de la gente culta: Lecciones para la educación

La obra «La estupidez de la gente culta» recopila los artículos periodísticos que Chesterton escribió en el año 1912 para varias publicaciones, siendo este tomo el séptimo de una serie de recopilaciones de sus escritos de prensa.  El título en español, «La estupidez de la gente culta», da a entender un choque de ideas: no se trata de atacar la cultura en sí, sino de advertir los riesgos de lo que se considera “culto” o “educado” cuando pierde el sentido de lo humano, ético o práctico.

El contexto: 1912 es el año del hundimiento del Hundimiento del Titanic, del escándalo Marconi en el Parlamento británico, del setenta aniversario de la revista The Illustrated London News (para la que Chesterton escribía) y de la fundación de la compañía teatral   The Players’ Club por el autor. 

Los artículos abordan temas tan variados como la crítica de la moda intelectual de la época, la enseñanza, la política, el papel del periodismo, la religión, la educación de las masas, la “gente culta” que quizá presume de saber pero carece de juicio, y la necesidad de una sabiduría que no sea sólo académica. El tono es ágil, sardónico, divertido muchas veces, pero también serio cuando apunta a lo que considera una decadencia moral o cultural.

Por ejemplo, uno de los ejes es la idea de que la cultura o la educación no garantizan el sentido común, la virtud o el buen juicio. Que una “gente culta” sin raíces, sin humildad, sin conexión con lo real, puede caer en la estupidez —en la vulgaridad intelectual, en la arrogancia. Esa es la provocación del autor.

Otra línea es la defensa de lo cotidiano, de lo popular, de la sabiduría común frente al elitismo o al esnobismo. Chesterton recuerda que los “expertos” no deben convertirse en sacerdotes de la verdad sin cuestionamiento.

Este libro permite al lector adentrarse en la faceta periodística de Chesterton, menos conocida quizá que sus novelas, pero igualmente reveladora de su personalidad literaria: humor, paradoja, crítica social, ironía ética. Además, muestra cómo pensaba en aquel momento sobre cultura, educación, medios de comunicación y sociedad. Aun siendo textos de 1912, muchas de sus observaciones tienen vigencia para la educación, la prensa y la reflexión sobre el saber.

Siguen tres citas extraídas del autor que ilustran bien su pensamiento (y que sirven como complemento al volumen, disponible también en Google Books):

  • "Sin educación, estamos en un horrible y mortal peligro de tomar en serio a las personas educadas."
  • "El momento en que los hombres comienzan a preocuparse más por la educación que por la religión, comienzan a preocuparse más por la ambición que por la educación... La educación tiende a ser un reflector que se centra enteramente en sí mismo."
  • "La democracia significa gobierno por los no educados, mientras que la aristocracia significa gobierno por los mal educados."

  • Estas frases condensan la reflexión de Chesterton: no se trata de rechazar la educación ni la cultura, sino de advertir que hay formas de “ser culto” que pueden volverse vacías, arrogantes o desconectadas de lo humano. De qué sirve saber mucho si no se entiende lo humano: Es el mensaje de Chesterton contra la vanidad intelectual.

    G. K. Chesterton (Gilbert Keith Chesterton, véase en otros muchos posts) nació el 29 de mayo de 1874 en Londres y falleció el 14 de junio de 1936 en Beaconsfield, Buckinghamshire.  Fue un escritor muy prolífico: ensayista, novelista, crítico literario, periodista y apologista cristiano.  Su educación incluyó estudios artísticos en la Slade School y literatura en University College London

    Chesterton desarrolló un estilo distintivo, lleno de paradojas, humor, ironía inteligente y una defensa de lo que él consideraba “el sentido común” frente a modas intelectuales o filosofías de su tiempo.  Inicialmente se identificó con el anglicanismo, pero en 1922 se convirtió plenamente al catolicismo, lo cual marcó profundamente su obra posterior. 

    Entre sus obras más conocidas figuran la novela The Man Who Was Thursday (1908), la serie de relatos del sacerdote-detective Father Brown y los ensayos Orthodoxy (1908) y The Everlasting Man (1925). Su importancia literaria radica también en su capacidad para combinar lo cotidiano y lo filosófico, lo humorístico y lo serio, y para cuestionar la “sabiduría establecida” con una mirada fresca. Por todo ello, muchos lo han llamado “el príncipe de la paradoja”. 

    Somos cuerdos y recuerdos somos

    Parafraseando a Octavio PazNo somos lo que decimos, sino lo que recordamos, porque lo hicimos, lo hacemos y lo seguiremos haciendo”. Decía Jorge Luis Borges que somos nuestra memoria, ese quimérico museo de formas inconstantes. Y uno, con los años, se da cuenta de que tenía razón: la cordura se juega en esa delgada frontera entre lo que aún recordamos y lo que empezamos a olvidar.

    Los mayores solemos ser sensatos, juiciosos, prudentes, sabios, serios, inteligentes, reflexivos, formales y cabales, incluso clarividentes. Porque sí, seguimos siendo cuerdos, aunque nos asalten las dudas al entrar en una habitación sin saber a qué fuimos, y somos sobre todo recuerdos, esos tesoros que guardamos como cartas viejas o canciones que se repiten solas en la cabeza. 

    A veces, como escribió Mario Benedetti, el olvido está lleno de memoria, y en esa paradoja encontramos consuelo: no recordarlo todo es también una forma de vivir más ligero. Con todo hoy y ahora queremos reivindicar el infinito valor de la memoria de lo vivido, insuperable fuente de inspiración y perseverancia.

    Miguel de Cervantes nos advertía que la memoria es tesoro y custodia de todas las cosas. Sin embargo, como todo tesoro, a veces se esconde bajo capas de polvo y nos obliga a ejercitar paciencia y sentido del humor. No hay peor enemigo de la cordura que la solemnidad excesiva. Reírnos de nuestros olvidos es, en cierto modo, la forma más cuerda de vivirlos.

    A cierta edad, uno descubre que el presente es más corto que antes, y el pasado más largo. Los recuerdos se multiplican y se vuelven compañeros de viaje: algunos dulces, otros ásperos, pero todos forman parte de lo que somos. Como dijo Miguel de Unamuno, el hombre es hombre en cuanto es hijo del pasado. La cordura consiste, entonces, en no aferrarse demasiado ni al ayer ni al mañana, sino en habitar con serenidad el ahora.

    Porque al final, la vida se parece a una novela coral: cada recuerdo es un capítulo, cada olvido un salto de página, y la cordura el hilo que mantiene la trama unida. Somos cuerdos en la medida en que reconocemos nuestra fragilidad, y somos recuerdos porque sin ellos seríamos apenas instantes dispersos.

    La moraleja es sencilla y honda: vivir con cordura no es no olvidar, sino aceptar que somos tiempo hecho memoria. Y vivir con recuerdos no es añoranza, sino cultivar la gratitud por lo vivido. Quien logra reírse de sus olvidos y agradecer sus recuerdos ha encontrado la verdadera sabiduría.

    Releamos el discurso de Alyosha en el último capítulo de "Los hermanos Karamazov" de Fiódor Dostoyevski: "Debes saber que no hay nada más alto y más fuerte y más sano y bueno para la vida en el futuro que algunos buenos recuerdos, especialmente un recuerdo de la infancia, de hogar. La gente te habla mucho de tu educación, pero un buen recuerdo sagrado, preservado desde la infancia, es quizás la mejor educación. Si un hombre lleva consigo muchos recuerdos de este tipo a la vida, está a salvo hasta el final de sus días, y si a uno sólo le queda un buen recuerdo en el corazón, incluso eso puede ser en algún momento el medio de salvarnos".

    La cordura y la memoria son dos nombres del mismo tiempo. Lo que uno ama en la infancia se queda en el corazón para siempre.” señaló Jean-Jacques Rousseau. Para concluir: La filosofía es, en el fondo, el arte de aprender a morir… y a recordar” según Michel de Montaigne. Anotadlo en vuestras agendas este doble mandato encadenado: Recordar con humor es vivir con filosofíaEntre risas y memoria, a seguir construyendo lo que luego serán recuerdos.