No habrá que esperar hasta el 27: El PP perderá la Xunta de Galicia porque no les será suficiente el voto emigrante, que suma el 12% del electorado.
Fraga naufraga. Así lo ha reconocido, tácitamente, el Presidente de la
Xunta en funciones,
Manuel Fraga Iribarne, quien la noche electoral reconoció que
PSdeG y
BNG "tendrán que asumir una gran responsabilidad" al frente del Gobierno gallego en la próxima legislatura, aunque también previno que aún es "razonable y viable" que el voto de los emigrantes otorgue al
PP el escaño que le falta para revalidar la mayoría absoluta, ya que, según sus datos, "el 70% de los residentes ausentes que ha ejercido su derecho al sufragio apoyaría a su partido”.
Se había predicho que la pérdida de la mayoría absoluta del PP sólo se produciría con un incremento significativo de la participación electoral, que rompiese el techo del 65%. Finalmente se alcanzó el 68,1%, lo que se pronosticaba un esperado cambio en la política gallega.
Escrutadas todas las urnas de Galicia, el voto de la emigración será decisivo, especialmente el de la provincia de Pontevedra. En las otras circunscripciones es casi imposible que se produzcan variaciones por el voto de los residentes ausentes. Según la Ley D"Hont, el decisivo escaño 38º de Pontevedra sólo bascularía del PSdeG al PP si este partido consiguiese 8.166 votos emigrantes más que los socialistas entre los 21.000 votos emitidos por los 89.000 emigrantes censados en esa provincia hasta el 17J.
En las elecciones de 2001, el PP logró 13.292 votos procedentes del CERA (Censo de Españoles Residentes Ausentes) frente a los 4.559 del PSOE. Repitiendo resultado, el PP renovaría su mayoría absoluta, pero este voto ha fluctuado absolutamente con el signo del gobierno central, y pasó de un reparto 68% PP -21% PSOE en las autonómicas de 2001 hasta un 59% PP - 36% PSOE en las elecciones generales de 2004. Incluso en las europeas de 2004, este voto –tradicionalmente bajo para el BNG, en torno al 5%- se volteó a favor del PSOE (52%) frente al del PP (39%). Sólo en 1997 estos sufragios alteraron el reparto inicial, cuando el PP consiguió un escaño vacilante en La Coruña.
Galicia conservadora hasta el 19J. Desde la transición sólo ha habido un interregno de dos años de gobierno socialista con Fernando González Laxe entre 28-9-87 y 2-2-90, provocado por la traición de José Luis Barreiro, quien en la misma legislatura fue Vicepresidente de la Xunta con AP y con el PSOE.
Así pues, el PP partía de una situación ventajosa, pero con un lento desgaste de gobierno y con un peculiar líder de 82 años e historia política interminable desde Franco hasta la fecha. Sin haber resuelto sus problemas sucesorios, que ahora se precipitarán tras la caída del entramado burocrático de poder, los populares no dejan de preguntarse si otro candidato hubiese contenido mejor su pérdida de votos y escaños.
Fraga esperaba morir con las botas y los votos puestos. Pero no será así: habrá de jubilarse del poder político que ha conocido ininterrumpidamente durante 54 años, desde 1951. Disponía a su favor de la “eterna inercia gallega” y de una reserva de tres escaños para contener la pérdida de la cómoda mayoría absoluta, que ha disfrutado personalmente durante cuatro legislaturas. El respaldo de Mariano Rajoy, volcado en una campaña cuyo desenlace puede cuestionar su futuro, no ha impedido el poderoso “efecto Moncloa”, que se ha sumado a una errónea oposición ultramontana que se dirige desde la calle Génova, o lo que es peor, desde la fundación FAES del ínclito Aznar. Después del 27, con todos los votos contados y si finalmente cae Fraga, el PP deberá evaluar la rentabilidad política de su modo solitario de hacer oposición, con un aislamiento que no remediará con reciente táctica de la manifestación semanal,… en Madrid (o Salamanca).
PSdeG favorecido. El partido socialista partía de la oposición y siendo el tercer partido en votos, en igualdad de escaños con el BNG (17 ambos). Se ha convertido en el más beneficiado de la jornada electoral, por méritos propios y errores ajenos. Su grupo parlamentario pasa a tener 25 diputados, 8 más que en la pasada legislatura. Emilio Pérez Touriño, que repetía por segunda vez, vio crecer los votos desde los 320.283 votos (el 21,8%) de 2001 a los 509.340 (32,5%). Su acuerdo con el BNG, que se da por cerrado, le podría llevar a acceder al Palacio de Raxoi. En caso contrario, será su último intento como ratificó él mismo durante la campaña electoral.
La trayectoria de Touriño en el PsdeG es antigua, participando en los gobiernos de Felipe González desde 1985 y habiendo sido acusado por Roldán en 1994 de haber intervenido en el pago de comisiones. Renunció a sus cargos políticos, a pesar de rechazar su implicación en los hechos, y regresó a la docencia universitaria. Tras la retirada de Abel Caballero, quien fracasó en las autonómicas de 1997, Touriño recuperó su peso político cuando asumió el debate de investidura contra Fraga. En los comicios de 2001 logró un estimable crecimiento que situó al PSdeG a la par del BNG. José Blanco, Secretario de Organización, fue decisivo para repetir la candidatura de Touriño, siendo manifiesto el apoyo que prestó Touriño a Rodríguez Zapatero desde el primer momento, contribuyendo a su triunfo como Secretario General del PSOE en el 36º congreso.
BNG en transición. Su situación es paradójica, ya que aunque ha bajado cuatro escaños y el 3,7% de votos, pasa a ser clave de gobierno el nacionalismo gallego. Con sólo 13 escaños y 307.249 votos, se advierte la pérdida de escaños y votos respecto a aquellos 395.000 y 18 escaños de 1997 de Xose Manuel Beiras (quien había ascendido desde los 50.000 votos y un escaño de 1985). Es innegable en el BNG una crisis de renovación de la anterior cúpula por una nueva generación dirigente, encabezada por Anxo Quintana, todavía poco conocido por el electorado y sin el carisma histórico de Beiras.
Este retroceso parcial también responde a la concentración de voto en la alternativa socialista provocada por la bipolarización, así como a la peculiaridad de Galicia que, por sus parámetros socioeconómicos desfavorables respecto a otras Comunidades Históricas, es menos propicia a los reajustes previstos en las fórmulas de financiación que se advierten en las reformas estatutarias más avanzadas. Anxo Quintana deberá establecer una línea definida y progresista que permita proyectar hacia el electorado gallego su modelo propio de reforma del Estatuto de Galicia de 1981, marcando diferencias apreciables sobre la propuesta del PSdeG.
Galicia ofrece un panorama despejado de cambio mediante la coalición del PSdeG y del BNG, y con un PP que habrá de recomponerse en la oposición. El resto de las fuerzas políticas es meramente simbólico y sin representación parlamentaria. La cuarta fuerza política es una desvanecida IU, con apenas 12.199 votos (0,8% del electorado), muy lejos del mínimo necesario para que su candidata Yolanda Díaz optara a un escaño.
Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/galicia.htm