¿Por qué estamos obsesionados con vivir para siempre si no sabemos en qué ocupar un domingo por la tarde? Nos hemos convertido en los gerentes de nuestra propia biología. Si te levantas hoy y lo primero que haces no es mirar por la ventana, sino consultar una aplicación que te dice qué tal has dormido (porque tu propia sensación de descanso ya no tiene autoridad), bienvenido: eres parte del “Yo Cuantificado”.
Vivimos en la era de la optimización total. Desde los protocolos de longevidad de millonarios tecnológicos como Bryan Johnson (otros posts nuestros) —quien gasta dos millones de dólares al año para tener los órganos de un adolescente— hasta el uso casual de nootrópicosy medidores de glucosa en personas sanas. El cuerpo ha dejado de ser el templo del espíritu para convertirse en un hardware defectuoso que necesita parches constantes, updates y mantenimiento preventivo.
Si un niño se distrae mirando una mosca, buscamos una etiqueta diagnóstica y una solución química para "reoptimizar" su atención. Hemos olvidado lo que el filósofo Byung-Chul Han (otros posts) llama "el aroma del tiempo": la capacidad de demorarse en las cosas, de aburrirse, de contemplar sin un fin productivo.
Sin embargo, la literatura nos recuerda una verdad incómoda que el biohacking intenta ocultar: somos finitos, somos falibles y vamos a morir. Los estoicos, como Séneca, no buscaban la inmortalidad física, sino la robustez moral. En su tratado Sobre la brevedad de la vida, Séneca nos advierte: "No es que tengamos poco tiempo, sino que perdemos mucho". Pero su definición de "perder tiempo" no era dejar de trabajar para mirar las nubes; era precisamente lo contrario: gastar la vida en ocupaciones vanas, en la ansiedad por el futuro, en la obsesión por controlar lo incontrolable.
El miedo detrás del dato. ¿Qué hay detrás de esta obsesión por medir nuestros pasos, nuestras calorías, nuestras fases REM y nuestra variabilidad cardíaca? Miedo. Un pánico profundo al azar y a la decadencia.
Quizás la verdadera salud hoy en día no se mida en un reloj inteligente. Quizás la salud mental resida en la capacidad de leer un poema sin buscarle la utilidad, en comer un trozo de pan sin pensar en el pico de glucosa, y en aceptar que nuestras arrugas y cicatrices no son errores del sistema, sino el mapa de que hemos estado aquí, de que hemos vivido, y de que, afortunadamente, no somos robots. Dejemos de optimizar un poco. Empecemos a vivir.
¿Obsesionado con tu anillo de sueño, tu glucosa y tu productividad? Vivimos en la era del "Yo Cuantificado". Gastamos fortunas para vivir 120 años, pero hemos olvidado cómo llenar una tarde de domingo. Séneca ya predijo tu ansiedad hace 2.000 años. https://t.co/VjVPe2e2zp Nos… pic.twitter.com/8qDeyFfQpm
El “Síndrome 1933” es un concepto formulado por el corresponsal Siegmund Ginzberg para explicar un patrón recurrente en la historia contemporánea: el modo en que sociedades democráticas, saturadas de tensiones internas, crisis económicas y desconfianza en las instituciones, pueden deslizarse de forma gradual hacia formas autoritarias sin que la mayoría sea plenamente consciente de ello.
El término toma como referencia el año 1933 en Alemania, cuando Adolf Hitler fue nombrado canciller y el régimen nazi inició su consolidación política, no a través de un golpe inmediato y violento, sino mediante procesos legales, normalización del discurso de odio y aceptación social progresiva.
Siegmund Ginzberg(Estambul, 1948) es un pensador y periodista italiano de origen judío, cercano durante décadas al análisis político y cultural europeo. Colaborador habitual en medios italianos comoLa Repubblica y revistas de pensamiento crítico, Ginzberg ha trabajado especialmente en temas vinculados al totalitarismo, la memoria histórica y los mecanismos discursivos que permiten el ascenso de líderes carismáticos con discursos simplificadores y polarizantes. Sus ensayos suelen combinar análisis histórico riguroso con reflexión filosófica y sociológica, destacando la necesidad de leer el presente con la prudencia que otorga la comparación con el pasado.
El “Síndrome 1933” no pretende equiparar directamente las democracias actuales con el Tercer Reich, sino advertir sobre la fragilidad de las instituciones democráticas cuando la desafección ciudadana crece y la cultura política se deteriora. Ginzberg sostiene que la erosión de la democracia no suele ser súbita y espectacular, sino gradual, difusa y, en apariencia, legal. Los síntomas se manifiestan en varios niveles:
Deslegitimación de las instituciones. La población empieza a percibir al parlamento, los medios, la judicatura y los partidos como parte de una misma élite desconectada y corrupta. Surge la noción de “ellos” contra “nosotros”.
Simplificación del discurso público. Se imponen relatos binarios, identitarios, emocionales. Las explicaciones complejas se consideran sospechosas; la reflexión, signo de debilidad.
Normalización de la exclusión. Se aceptan discursos que señalan colectivos como responsables únicos de las crisis. Se legitima la hostilidad, la burla y la deshumanización.
Delegación voluntaria de poder. Sectores amplios de la sociedad aceptan líderes “fuertes” en nombre de la eficacia. La libertad se percibe como un lujo frente al orden.
El año 1933 encarna este proceso no como un hecho aislado, sino como el punto en el que la acumulación de tensiones previas cristaliza en un giro irreversible. Ginzberg enfatiza que aquel deslizamiento fue posible gracias a complicidades civiles, burocráticas y culturales. No se trató únicamente de la voluntad de los líderes nazis, sino de una sociedad que, en su conjunto, toleró, miró hacia otro lado o incluso celebró la erosión de derechos, al creer que se estaba recuperando estabilidad.
La relevancia histórica del “Síndrome 1933” reside en que ofrece una lectura estructural aplicable a múltiples contextos actuales. En distintos países se observan dinámicas inquietantemente similares: polarización extrema, desinformación viralizada en redes, descrédito de los saberes expertos, rechazo al pluralismo y ascenso de discursos “salvadores”. Ginzberg no señala equivalencias mecánicas, sino paralelismos funcionales: lo peligroso no es la repetición exacta del pasado, sino la repetición de sus mecanismos psicológicos y sociales.
Ginzberg advierte que la mayor amenaza no proviene de líderes autoritarios aislados, sino de la pasividad o resignación colectiva, no como repertorio de fechas, sino como comprensión de procesos y estructuras. Para el ámbito político y social, implica recordar que la democracia no se sostiene únicamente mediante constituciones y leyes, sino como cultura compartida de responsabilidad cívica, debate informado y respeto mutuo.
No confundir con el "Síndrome 333", relativo a lamediocridad institucionalizada, en un momento histórico donde la competencia técnica parece cada vez más prescindible en las esferas del poder. También conocido como "Síndrome BIC", un término atribuido a William Dahmer que significa Burocracia, Incompetencia y Corrupción. Esta teoría disecciona uno de los males endémicos de nuestras democracias: la proliferación de la mediocridad en los puestos de responsabilidad.
La fórmula del fracaso: ⅓, ⅓, ⅓. El Síndrome 333 sostiene que en cualquier organización o institución aquejada de este mal, aproximadamente un tercio de sus miembros son incompetentes para el cargo que ocupan; otro tercio son corruptos o éticamente cuestionables; y el tercio restante, aunque potencialmente válido, se encuentra paralizado por los dos anteriores, incapaz de implementar cambios significativos.
Mecanismos de perpetuación. Lo verdaderamente insidioso del Síndrome 333 radica en su capacidad de autorreforzamiento. Los incompetentes temen a los competentes, por lo que sistemáticamente bloquean su ascenso. Los corruptos necesitan incompetentes que no detecten sus maniobras. Y el tercio válido, atrapado en esta dinámica, debe elegir entre la frustración permanente o la adaptación al sistema, perdiendo progresivamente su capacidad transformadora.
El Síndrome 333 nos recuerda que la calidad de nuestras instituciones no se deteriora por accidente, sino por procesos sistemáticos que, una vez identificados, exigen respuestas igualmente sistemáticas. La pregunta que sigue resonando es: ¿Estamos dispuestos a mirarnos en ese espejo?
"Síndrome 1993" de Siegmund Ginzberg nos alerta: como en 1933, el fascismo vuelve a acechar. La crisis económica, el desencanto democrático y el auge de populismos autoritarios repiten patrones históricos peligrosos. https://t.co/fM5iHBvecU Ginzberg traza paralelismos… pic.twitter.com/RG51Rvtyg0
Este jueves 25-9-25, tras sufrir un cólico biliar el día anterior (y otros episodio similar del 9 de mayo, que no identificamos entonces), me han practicado una colecistectomía o extirpación de la vesícula biliar mediante una cirugía de laparoscopia convencional. Ha sido en la excelente Clínica Zorrotzaurre del IMQ en Bilbao. La colecistectomía (extirpación quirúrgica de la vesícula biliar) es una de las operaciones más frecuentes en personas mayores, sobre todo por cálculos biliares o complicaciones asociadas.
Afortunadamente, gracias al equipo de los Doctores Poma y Corcóstegui, así como de todo el personal sanitario del IMQ, y tras tres noches hospitalizados ya estamos recuperándonos en casa. Como toda cirugía, tiene ventajas y desventajas que conviene conocer:
Pros (ventajas)
Elimina el dolor y las crisis biliares. – Se acaban los cólicos biliares, que suelen ser intensos y recurrentes.
Prevención de complicaciones graves. – Evita colecistitis aguda, pancreatitis biliar o ictericia obstructiva.
Mejora la calidad de vida. – La mayoría de pacientes puede volver a una vida normal y sin restricciones severas.
Cirugía segura y con recuperación rápida. – Hoy suele hacerse por laparoscopia, con menos dolor postoperatorio y cicatrices pequeñas.
No se necesita la vesícula para vivir. – El hígado sigue produciendo bilis de manera continua, por lo que la digestión se mantiene.
Contras (posibles inconvenientes)
Cambios digestivos. – Algunas personas sufren diarreas, gases o digestiones pesadas, sobre todo con comidas grasas.
Dieta más delicada. – Aunque se puede comer casi de todo, conviene moderar grasas, fritos y comidas muy pesadas.
Síndrome poscolecistectomía (poco frecuente). – Dolor abdominal, acidez o diarrea persistente en un pequeño porcentaje de pacientes.
Mayor riesgo de litiasis en vías biliares. – Raro, pero pueden aparecer piedras en los conductos tras la cirugía.
Efectos en personas mayores o con otras enfermedades. – La cirugía, aunque segura, siempre tiene riesgos anestésicos y de recuperación.
En resumen: Lo positivo es que quita el dolor y previene complicaciones graves. Lo negativo es que puede dejar cierta sensibilidad digestiva, sobre todo con comidas grasas, aunque en la mayoría de casos se controla con dieta saludable. Ahora habrá que seguir un régimen cuidadoso (post siguiente), especialmente el primer mes.
El “Síndrome de Doña Florinda” es un concepto sociológico y cultural que describe a personas de origen humilde que, al mejorar ligeramente su situación económica, adoptan actitudes de desprecio hacia sus pares de clase social similar. Estas personas buscan diferenciarse aparentando pertenecer a una clase superior, a menudo mediante el consumo ostentoso o el rechazo de sus raíces.
Origen del término: Fue acuñado por el escritor argentino Rafael Ton en su libro El síndrome de Doña Florinda. Se inspira en el personaje de Doña Florinda de la serie El Chavo del 8, quien, a pesar de vivir en la misma vecindad y compartir condiciones económicas similares con sus vecinos, mostraba una actitud altiva y despectiva hacia ellos. Este personaje se convirtió en símbolo de aquellos que niegan su origen y desprecian a quienes comparten su misma realidad social.
Características del síndrome
Apariencia de superioridad: Las personas con este síndrome suelen adoptar comportamientos y estilos de vida que no corresponden a su realidad económica, buscando aparentar un estatus más alto.
Desprecio por sus pares: Manifiestan actitudes de rechazo hacia individuos de su misma clase social, considerándolos inferiores o poco dignos.
Negación de sus orígenes: Tienden a minimizar o negar su pasado humilde, buscando distanciarse de él.
Aporofobia: Este término, acuñado por la filósofa Adela Cortina, se refiere al rechazo o aversión hacia las personas pobres. El síndrome de Doña Florinda es una manifestación de esta actitud.
Impacto social: Este síndrome refleja dinámicas de discriminación silenciosa dentro de las mismas clases sociales, perpetuando estigmas y barreras que dificultan la cohesión y el progreso colectivo. Al despreciar sus propios orígenes y a quienes comparten su realidad, estas personas contribuyen a la fragmentación social y a la reproducción de desigualdades.
En resumen, el “Síndrome de Doña Florinda”” es una metáfora que ilustra cómo, en ocasiones, el ascenso social puede ir acompañado de actitudes de rechazo hacia los propios orígenes, reflejando tensiones y contradicciones en las estructuras sociales.
El Síndrome de Vietnan o de Saigon es un término utilizado para describir las consecuencias políticas, sociales y psicológicas de la Guerra de Vietnam en Estados Unidos. Incluye dos aspectos principales: 1º Impacto psicológico en los veteranos: Muchos soldados que regresaron de Vietnam sufrieron trastorno de estrés postraumático (TEPT), ansiedad, depresión y dificultades para reintegrarse a la sociedad. 2º Efecto en la política estadounidense: Se refiere a la aversión del público y los líderes estadounidenses a involucrarse en conflictos militares prolongados después de la derrota en Vietnam. Esto influyó en la estrategia militar de EE.UU. en décadas posteriores.
El término se usó especialmente en los años 70 y 80 para describir la crisis de confianza en la política exterior de EE.UU. tras la guerra. El Síndrome de Vietnam es un término de la política estadounidense que se refiere a la aversión pública a las intervenciones militares estadounidenses en el extranjero tras la controversia interna sobre la guerra de Vietnam. En 1973, Estados Unidos puso fin a las operaciones de combate en Vietnam (muchos posts). Desde principios de la década de 1980, algunos de los posibles efectos del síndrome de Vietnam son la opinión pública contraria a la guerra, el fin del uso activo del servicio militar obligatorio, una relativa reticencia a desplegar tropas terrestres y la "parálisis de Vietnam".
En el debate interno sobre las razones por las que EEUU fue incapaz de derrotar a las fuerzas norvietnamitas durante la guerra, los pensadores conservadores, muchos de los cuales pertenecían al ejército estadounidense, argumentaron que EEUU tenía recursos suficientes pero que el esfuerzo bélico se había visto socavado en casa. En un artículo publicado en Commentary, "Making the World Safe for Communism", el periodista Norman Podhoretz afirmaba: ¿Nos falta poder? Desde luego que no, si el poder se mide en términos brutos de capacidad económica, tecnológica y militar. Según esos criterios, seguimos siendo el país más poderoso del mundo,...
A partir de entonces, el término "síndrome de Vietnam" proliferó en la prensa y en los círculos políticos como una forma de explicar el fracaso de Estados Unidos, una de las superpotencias mundiales, a la hora de repeler la invasión de Vietnam del Sur por Vietnam del Norte. Muchos conservadores de línea dura, como Ronald Reagan, estaban de acuerdo con Podhoretz. Con el tiempo, el término "síndrome de Vietnam" se extendió como abreviatura de la idea de que a los estadounidenses les preocupaba no volver a ganar una guerra y que su nación estaba en total decadencia.
En otoño de 1983, el Presidente Reagan puso en práctica sus convicciones ordenando la invasión de Granada. Una larga disputa interna en el seno del partido marxista-leninista gobernante en la isla del Caribe Oriental se había descontrolado repentinamente, provocando ejecuciones políticas y la muerte de civiles inocentes en la capital el 19 de octubre. Reagan llegó a la conclusión de que era necesaria una rápida acción militar estadounidense para proteger a unos 1.000 residentes estadounidenses en el microestado, y también para restaurar la democracia al estilo de Westminster y poner fin a la creciente influencia del bloque soviético sobre la antigua colonia británica. Reagan se sobrepuso a las dudas de los dirigentes del Pentágono, y a la previsible reacción nacional e internacional, y autorizó una intervención sorpresa liderada por Estados Unidos al amanecer del 25 de octubre. Su directiva presidencial ordenaba específicamente al Pentágono que adoptara estrictas medidas de secretismo para evitar cualquier acción preventiva por parte de los cubanos o los soviéticos. "Francamente, había otra razón por la que quería secretismo", confesó más tarde Reagan en su autobiografía. "Era lo que yo llamo el 'síndrome post-Vietnam', la resistencia de tantos en el Congreso al uso de la fuerza militar en el extranjero por cualquier motivo, debido a la experiencia de nuestra nación en Vietnam..... Sospechaba que si informábamos a los líderes del Congreso sobre la operación, incluso bajo los términos de la más estricta confidencialidad, habría alguien que lo filtraría a la prensa junto con la predicción de que Granada iba a convertirse en "otro Vietnam". .... No preguntamos a nadie, simplemente lo hicimos".
A finales de los setenta y en los ochenta, Ronald Reagan habló de los aspectos del síndrome de Vietnam, pero argumentó que podría superarse si los estadounidenses adoptaban una postura más confiada y optimista en el mundo, con él como líder. En el discurso a los Veteranos de Guerras Extranjeras (VFW), en el que utilizó el término "síndrome de Vietnam", Reagan alegó que era el momento adecuado para ese cambio de actitud y acción, ya que la Unión Soviética estaba superando a Estados Unidos en la carrera armamentística mundial, de modo que el poder global de este último estaba disminuyendo. Acusó a la administración Carter de ser "totalmente indiferente" a la amenaza soviética. Afirmando la necesidad de una política exterior más agresiva y activista, Reagan también sugirió que los estadounidenses podrían haber derrotado al Viet Cong y al ejército norvietnamita, alegó que el público estadounidense se había vuelto en contra de la guerra por la influencia de la propaganda norvietnamita y dio a entender que los funcionarios habían decepcionado a los soldados y habían tenido "miedo de dejarles ganar" la guerra.
Reagan equiparó el "síndrome de Vietnam" con una reticencia por parte de la opinión pública estadounidense a apoyar las intervenciones militares de Estados Unidos, pero también con sentimientos de culpa por la devastación provocada por la guerra de Vietnam y con sentimientos de duda sobre la moralidad de las intenciones y acciones de Estados Unidos durante la guerra. Reagan, sin embargo, argumentó que Estados Unidos había luchado por "una causa noble" y culpó de la guerra de Vietnam exclusivamente a la agresión de Vietnam del Norte.
Durante demasiado tiempo, hemos vivido con el "síndrome de Vietnam". Gran parte de ese síndrome ha sido creado por los agresores norvietnamitas que ahora amenazan al pacífico pueblo de Tailandia. Una y otra vez nos dijeron durante casi 10 años que nosotros éramos los agresores empeñados en conquistas imperialistas. Tenían un plan. Era ganar en el campo de la propaganda aquí en Estados Unidos lo que no podían ganar en el campo de batalla en Vietnam. A medida que pasaban los años, nos decían que la paz llegaría si dejábamos de interferir y nos íbamos a casa. Ya es hora de que reconozcamos que la nuestra era, en realidad, una causa noble. Un pequeño país recién liberado del dominio colonial buscaba nuestra ayuda para establecer el autogobierno y los medios de autodefensa frente a un vecino totalitario empeñado en la conquista.
Deshonramos la memoria de 58.169 jóvenes estadounidenses que murieron por esa causa cuando cedemos a sentimientos de culpa como si estuviéramos haciendo algo vergonzoso, y hemos sido mezquinos en nuestro trato a los que regresaron. Lucharon tan bien y con tanta valentía como ningún estadounidense lo ha hecho jamás en ninguna guerra. Merecen nuestra gratitud, nuestro respeto y nuestra preocupación constante. Vietnam nos enseña una lección a todos. Si nos vemos obligados a luchar, debemos tener los medios y la determinación para prevalecer o no tendremos lo que hace falta para asegurar la paz. Y ya que estamos, digámosles a los que lucharon en esa guerra que nunca más pediremos a los jóvenes que luchen y posiblemente mueran en una guerra que nuestro gobierno tiene miedo de dejarles ganar.
La administración Reagan esperaba que el éxito de la invasión de Granada ayudaría a disipar el síndrome de Vietnam para que el público estadounidense pudiera ser galvanizado con éxito para apoyar nuevas acciones militares de EE.UU., con el presidente Reagan declarando después de la invasión: "Nuestros días de debilidad han terminado. Nuestras fuerzas militares vuelven a estar en pie". La rápida victoria durante la Guerra del Golfo fue considerada por muchos como el fin del síndrome de Vietnam. El presidente estadounidense George H. W. Bush declaró triunfalmente tras la guerra: "Los fantasmas de Vietnam han descansado bajo las arenas del desierto de Arabia".
"Levantar y golpear" fue una política propuesta por la administración Clinton en 1993, que Bill Clinton había apoyado durante su exitosa campaña presidencial de 1992. La política pretendía mejorar las posibilidades de un acuerdo político en la sangrienta guerra de Bosnia, en la antigua Yugoslavia, llena de atrocidades, levantando el embargo de armas, armando a los bosnios (musulmanes bosnios) y golpeando a los serbios bosnios si se resistían al proyecto de rearme. Una combinación del síndrome de Vietnam y una oposición muy fuerte de los aliados estadounidenses en Europa acabó con la propuesta, que nunca llegó a promulgarse.
Otra evolución es el Somalia Syndrome, un término que describe la reticencia de Estados Unidos a intervenir militarmente en conflictos extranjeros después del fracaso de la misión en Somalia en 1993. El síndrome se originó tras la Batalla de Mogadiscio, donde 160 Rangers (soldados estadounidenses) fueron emboscados y murieron en un enfrentamiento con milicias somalíes. Las impactantes imágenes de los cuerpos de los soldados arrastrados por las calles generaron una fuerte reacción en la opinión pública y llevaron al gobierno de EE.UU. a reducir su participación en conflictos humanitarios o de mantenimiento de la paz. Este fenómeno influyó en la decisión de EE.UU. de no intervenir directamente en crisis como el genocidio en Ruanda en 1994 y refleja una tendencia similar al Síndrome de Vietnam, pero en un contexto más específico de operaciones de paz y misiones humanitarias.
Inolvidable aquel 29 de abril de 1975, cuando EEUU realizó la evacuación militar más grande de su historia. Se llamó Operación Viento Frecuente y marcó el final de la intervención norteamericana en la Guerra de Vietnam (muchos posts).
Los 50 minutos completos subtitulados. Interesante verlo todo para ver como evoluciona la charla... pic.twitter.com/4sXdtBqX9i
#MIRONEWS El Síndrome de Vietnam lo padecieron en los veteranos de esa guerra; obedecieron, los aplaudieron, pero al darse cuenta de que en realidad eran cómplices de algo malo sus conciencias los deprimieron para siempre ¿a quiénes les pasa ahora? Un aullido pic.twitter.com/9bQEqKsFg9
One of many by Christopher Hitchens: "The humanoid who came up with the shady term 'Vietnam syndrome' was of course Henry Kissinger, who had every reason to try to change the subject from his own hideous responsibility." pic.twitter.com/MzDK4l6ITz
Jessé Souzaintroduce el concepto del “Síndrome del Joker” para explicar cómo la humillación, el falso moralismo y la necesidad de reconocimiento de los perdedores sociales influyen en estas decisiones políticas.
Basándose en el personaje de la película “El Joker”, de 2019, plantea que sus características son más habituales que las que se supone en este mundo neoliberal en el que vivimos: este antihéroe es pobre, cuida de una madre enferma y es constantemente humillado en casa, en el trabajo y en la calle. Humillado por su madre, por sus colegas, por el gobierno, por los otros. Y es humillado finalmente, por la atroz soledad que le hace vivir una vida sin imaginación ni fantasía.
Según el autor Jessé Souza, las élites económicas y mediáticas manipulan a las clases populares, dirigiendo su frustración y resentimiento hacia chivos expiatorios aún más pobres como beneficiarios de programas sociales o inmigrantes, desviando la atención de las causas estructurales de la desigualdad.
Nos habla Souza de un Falso Moralismo que las elites construyen para legitimar un nuevo racismo, esta vez no apuntado a la raza, sino a las diferencias culturales, que de ese modo habilitan un trato agresivo hacia los más débiles, sin culpas ni rastros de incorrección. Quienes carecen de mapa cognitivo encuentran en el racismo una forma simple de entender el mundo. Se erige una disparatada dicotomía moral entre "nosotros / pobres honestos" y "ellos / pobres delincuentes". Ya lo dijo Max Weber: "En ausencia de sentido de la vida cualquier cosa es aceptada y se la considera una verdad".
El libro "O Pobre de Direita: A Vingança dos Bastardos" de 2024 invita a una reflexión profunda sobre la construcción de sociedades más equitativas y la importancia de reconocer el valor intrínseco de cada individuo como trabajador.
El pobre de derecha o el Síndrome del Joker https://t.co/XyoW6ikME9 “El pobre de derecha -La venganza de los bastardos” es una obra del sociólogo brasileño Jessé Souza que analiza el fenómeno de los sectores empobrecidos que apoyan opciones políticas de derecha, incluso cuando… pic.twitter.com/JGzXqY0wVw
El autor de “El pobre de derecha”, Jessé Souza analiza por qué sectores empobrecidos apoyan a sus verdugos. Además, el caso argentino con Milei y el “síndrome del Joker” 🤡
"La ultraderecha es campeona en manipular el sentimiento de humillación de los más humildes" 👇
“El mejor libro del mundo” de Manuel Vilas (@GranVilas) es una novela publicada en septiembre de 2024 de clara inspiración autobiográfica que narra la vida de un escritor que se esfuerza por crear la obra maestra definitiva. La historia se centra en la rutina diaria del escritor, sus luchas con el síndrome del impostor, las comparaciones constantes con otros, las decepciones y la incertidumbre, así como la convivencia con la alegría y el fracaso.
Expone la fragilidad del escritor, abordando temas como el síndrome del impostor (posts), las comparaciones constantes, las decepciones y la convivencia con la alegría y el fracaso. La novela ofrece una mirada única y real sobre la lucha diaria de un escritor por ser apreciado y dejar una huella en la posteridad, siempre desde una perspectiva cómica.
Vilas ofrece una mirada única y cómica sobre la vulnerabilidad de un escritor, explorando temas como la búsqueda de la excelencia, la fragilidad humana y la lucha por ser apreciado y recordado. La novela combina elementos de ficción con experiencias personales del autor, creando una narrativa divertida, irreverente y profundamente humana.
En “El mejor libro del mundo” de Manuel Vilas, el personaje principal es el propio autor, Manuel Vilas, quien se presenta de manera autobiográfica. La novela se centra en su vida cotidiana y su lucha por escribir la obra maestra definitiva. A través de su narrativa, Vilas explora su vulnerabilidad, sus comparaciones constantes con otros escritores, sus decepciones y sus momentos de alegría y fracaso.
Además de Manuel Vilas, otros personajes destacados incluyen a su esposa, la escritora Ana Merino, y sus hijos, quienes también forman parte importante de su vida y su proceso creativo. Aunque no se mencionan sus nombres específicos, sus hijos juegan un papel importante en su vida y en su proceso creativo. La memoria de sus padres de Vilas es una presencia constante en la novela, reflejando la influencia que han tenido en su vida y obra. La novela también incluye personajes ficticios y situaciones oníricas que Vilas utiliza para explorar sus obsesiones, devociones y vicios.
Entre ellos las personalidades destacan:
- Franz Kafka (posts): Vilas expresa su admiración por el escritor checo y su influencia en su obra.
- Sixto Rodríguez: El músico estadounidense también es mencionado como una figura inspiradora para Vilas.
Manuel Vilas Vidal nació el 19 de julio de 1962 en Barbastro, Huesca, España. Es poeta, narrador y ensayista. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza, ejerció durante más de veinte años como profesor de secundaria. Su obra poética incluye títulos destacados como "Resurrección" (2005), que obtuvo el Premio Gil de Biedma, y "El hundimiento" (2015), galardonado con el Premio Internacional de Poesía Generación del 27.
En narrativa, ha publicado novelas como "España" (2008), "Aire nuestro" (2009) y "Los inmortales" (2012). Su novela "Ordesa" (2018) fue traducida a más de veinte lenguas y elegida libro del año por Babelia, además de obtener el Premio Femina en Francia. "Alegría" (2019) fue finalista del Premio Planeta, y "Nosotros" (2023) recibió el Premio Nadal. Vilas colabora habitualmente en medios como El País y la Cadena SER.
"Mi madre estaba convencida de que hacia la mejor tortilla de patata del mundo, esa era la ilusión que le ayudaba a vivir. La mía ha sido escribir el mejor libro del mundo. Y tanto mi madre como yo hemos acabado en el fracaso", Manuel Vilas @Granvilas. pic.twitter.com/bOcnI1lASw
Entrevista | Manuel Vilas (I) Revista 'Publishers' 📰Conversar con @Granvilas es siempre una fiesta. 'El mejor libro del mundo' fue uno de mis favoritos de 2024. No se puede pedir más. Y aquí queda todo, en @publishersmagpic.twitter.com/VsAueaq3te
Estoy leyendo "El mejor libro del mundo" de@Granvilas Muy bien titulado. Que conste que escribo para que el autor no se suicide, pues he visto una entrevista que si no se habla de su libro, se suicida. Pues a mi me tiene totalmente enganchado, me veo reflejado en él. pic.twitter.com/uL0rvMiKU9
Un número se denomina Número de Munchausen si se puede expresar como la suma de sus dígitos elevados a la potencia de ellos mismos. Expresado de modo más formal y matemático, según la teoría de números, un invariante perfecto dígito a dígito (PDDI por las siglas del término inglés "perfect digit-to-digit invariant" o número de Munchausen1) es un número natural en una base
b dada que es igual a la suma de sus dígitos, cada uno elevado a una potencia igual a sí mismo.
En la numeración decimal, la habitual en base 10, solamente existen dos números de PDDI o de Münchhausen, que serían el 1 (=1^1) y el 3435 (=3^3+4^4+3^3+5^5).
Pero en otras bases de numeración también podemos encontrar más, pero no muchos. El término fue acuñado por el ingeniero de software y matemático holandés Daan van Berkel en 2009.
Es el cálculo que primero hemos probado en la impresionante nueva calculadora del iPad con iPadOS 18, que maneja la escritura manuscrita en su pizarra con exactitud asombrosa,... Otro modo de crear magia con las matemáticas recreativas,...
El Barón de Münchhausen, entre el real y el imaginario dan para escribir un libro. El Barón de Munchausen es un personaje literario basado en Karl Friedrich Hieronymus, un barón alemán del siglo XVIII conocido por sus relatos exagerados y fantásticos. Las historias del Barón de Munchausen fueron recopiladas y popularizadas por Rudolf Erich Raspe y Gottfried August Bürger.
Algunas de las hazañas más extravagantes del Barón de Munchausen incluyen:
Montar una bala de cañón durante una batalla.
Viajar a la Luna, donde los habitantes pueden separarse de sus cabezas.
Bailar en el estómago de una ballena.
Matar a un oso y cubrirse con su piel para pasar desapercibido entre otros osos.
Cabalgar sobre un caballo cortado por la mitad, de manera que cuando bebía agua, esta salía por la parte trasera.
Sacarse a sí mismo de una ciénaga tirando de su propia coleta.
Llegar a un pueblo enterrado por la nieve y descubrir al día siguiente que su caballo estaba colgado de la aguja más alta del campanario.
Encender la mecha de un fusil con su nariz.
Viajar agarrado a una cuerda conectada a una bandada de patos,...
Baron Munchausen's fantastical adventures from The Surprising Adventures of Baron Munchausen include riding cannonballs, traveling to the Moon, and escaping from a whale’s belly—exaggerated tales that have thrilled readers for centuries. #BookWormSatpic.twitter.com/Ue1Wmv9jFk
Las aventuras del barón Munchausen es una fantasía de Terry Gillian, ex-miembro de los Monty Python, estrenada en 1988. Si bien fracasó en taquilla, las insólitas y absurdas aventuras del mítico personaje del siglo XVII ha ganado una legión de adeptos con el tiempo. pic.twitter.com/Y4P82i8YqV
Si existen seis pilares de la longevidad (que hemos ordenado como GRECIA), la base o cimiento de dichas columnas es el sueño o dormir convenientemente. Envejecimiento y sueño están correlacionados:
La acumulación de daños en los genes de nuestro ADN es una de las principales causas del envejecimiento.
Dormir bien puede ralentizar el envejecimiento a nivel celular, permitiendo que el cuerpo y la mente se recarguen.
Por tanto, dormir lo suficiente es esencial para una buena salud y puede contribuir a una vida más larga y saludable. Siempre es importante escuchar a tu propio cuerpo y ajustar tus hábitos de sueño según tus necesidades individuales.
El insomnio es un trastorno del sueño en el que la persona tiene dificultad para conciliar el sueño, mantenerlo o experimenta un sueño de mala calidad. Puede ser agudo (de corta duración) o crónico (persistente durante más de un mes).
Las causas del insomnio pueden variar, desde el estrés hasta ciertas enfermedades o efectos secundarios de medicamentos.
Ahora bien, ¿cómo afecta el insomnio a la longevidad? Aquí hay algunas consideraciones:
Impacto en la salud general:
El insomnio prolongado puede afectar negativamente la salud física y mental.
La falta de sueño adecuado puede disminuir la función inmunológica, aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares y afectar el sistema nervioso.
Las personas con insomnio crónico pueden experimentar somnolencia diurna, bajo rendimiento laboral o escolar, y desequilibrio emocional (estrés, ansiedad, depresión).
Relación con enfermedades crónicas:
El insomnio se ha asociado con un mayor riesgo de obesidad, diabetes tipo 2, síndrome metabólico e hipertensión arterial.
Las personas que duermen menos de cinco horas por noche tienen más probabilidades de desarrollar diabetes y sufrir ataques cardíacos.
Nutrición y sueño:
La alimentación también puede influir en el insomnio. Por ejemplo, ciertos alimentos ricos en triptófano (un aminoácido) pueden ayudar a inducir el sueño.
La melatonina, una hormona relacionada con el sueño, también puede verse afectada por la dieta.
En resumen, el insomnio puede afectar negativamente la longevidad al debilitar el sistema inmunológico y aumentar el riesgo de enfermedades crónicas. Mantener hábitos de sueño saludables y prestar atención a la nutrición pueden contribuir a una vida más larga y saludable.