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Releyendo Siddhartha, la novela alegórica de Hermann Hesse

Hay etapas de la vida en las que solamente cabe refugiarse en la introspección (posts). Entonces es el momento preciso de releer obras como Siddhartha. Es una novela alegórica escrita por Hermann Hesse en 1922 tras la primera guerra mundial. Ya no lo encontré el viejo libro de papel amarillento tantas veces subrayado, sino en PDF fácilmente en Internet.

Relata la vida de un hombre hindú llamado Siddhartha. La obra ha sido considerada por el autor como un «poema hindú» y también, como la expresión esencial de su forma de vida. Muy leída en Oriente como tal, y menos en el mundo occidental. 

La novela presenta un registro muy original en el que se unifican elementos líricos y épicos, incluyendo narración y meditación, elevación de la más alta espiritualidad, y, al mismo tiempo, descarnada sensualidad. El éxito manifiesto del libro llegó luego de una veintena de años de su publicación y pisando los ecos resonantes del Premio Nobel conferido a Hesse en 1946. 

Fueron sobre todo los jóvenes, los que hicieron de la figura de Siddhartha un compendio de las inquietudes de los adolescentes, del ansia del encuentro con lo esencial de sí mismo, del orgullo del individuo enfrentado al mundo y a la historia. 

Algunas de sus mejores citas: 
  • Escribir es bueno, pensar es mejor. La inteligencia es buena, la paciencia es mejor.
  • Las palabras no sirven para explicar un sentido secreto. 
  • El mundo mismo, lo que existe a nuestro alrededor y en nuestro propio interior, nunca es unilateral. 
  • Fuera del nirvana no existe nada más: únicamente palpita el vocablo nirvana. 
  • Nirvana no es tan sólo un término. Nirvana es un pensamiento. 
  • ¿No había acaso muerto de verdad, desapareciendo para renacer bajo una forma nueva? 
  • Quiero aprender de mí mismo, deseo ser mi discípulo, conocerme. 
  • Había vivido la vida del mundo y de los placeres, pero sin formar parte de esa existencia. 
  • Respiró profundamente y, por un momento, al sentir frío, se estremeció. Nadie estaba tan solo como él. 
  • Es un breve escaparse del dolor de ser yo, una breve narcosis contra el dolor y lo absurdo de la vida. 
  • ¡No tengo derecho a juzgar la vida de otro! Tan sólo para mí, únicamente para mí he de juzgar, elegir, rechazar. 
  • Encontramos consuelo, alcanzamos la narcosis, aprendemos artes para engañarnos. Pero lo esencial, el camino de los caminos, ese no lo hallaremos. 
  • Bello y gozoso era el caminar por este mundo, de manera tan infantil, tan despierta, tan abierta a lo cercano, tan confiada. 
  • Olía todo a hipocresía, todo aparentaba tener sentido y felicidad y belleza, mas, sin embargo, todo era ignorancia y putrefacción. 
  • Lo blando es más fuerte que lo duro; el agua es más fuerte que la roca, el amor es más fuerte que la violencia
  • El saber es comunicable, pero la sabiduría no. No se la puede hallar, pero se la puede vivir, nos sostiene, hace milagros: pero nunca se la puede explicar ni enseñar. 
  • Le habían capturado el mundo, el placer, las exigencias, la pereza y, por último, también, aquel vicio que por ser el más insensato, siempre había despreciado más: la codicia.
  • Es lo que los necios llaman magia y creen que es obra de demonios. Nada es obra de los malos espíritus, estos no existen. Cualquiera puede ejercer la magia si sabe pensar, esperar, ayunar.
  • Caminaba el buda con una sonrisa escondida, sosegada, tranquila, parecida a la de un niño sano; llevaba el hábito y hacía sus pasos igual que todos los monjes, según unas reglas exactas. 
  • Tantas personas, tantos miles de personas poseen la más dulce felicidad. ¿Y por qué yo no? Incluso son personas malas, bandidos y ladrones, y tienen hijos y los aman, y son amados por ellos. Únicamente yo no lo tengo.
  • Durante muchos años creyó solamente en el río, y en nada más. Había observado que la voz del río le hablaba; de ella aprendió, la voz lo fue educando e instruyendo, el río era su Dios. 
  • Puedo amar a una piedra, a un árbol o a su corteza. Son objetos que pueden amarse. Pero no a las palabras. Por ello, las doctrinas no me sirven, no tienen dureza, ni blandura, no poseen colores, ni cantos, ni olor, ni sabor, no encierran más que palabras. 
  • El mundo no es imperfecto ni se encuentra en vías de un lento perfeccionamiento. No, es ya perfecto en cada instante: cada pecado lleva en sí la gracia, en cada niño alienta ya el anciano, todo recién nacido contiene en sí la muerte, todo moribundo, la vida eterna 
  • La mayoría de los seres humanos, son como las hojas que caen de los árboles, que vuelan y revolotean por el aire, vacilan y por último se precipitan al suelo. Otros, por el contrario, casi son como estrellas: siguen un camino fijo, ningún viento les alcanza, pues llevan en su interior su ley y su meta. 
  • (...) Enseñó la doctrina del sufrimiento; Habló sobre el origen del dolor y sobre el camino para reducir ese dolor. Su oración era sencilla y serena. La vida era dolor, el mundo estaba lleno de sufrimiento, pero se había hallado la liberación del dolor: tal liberación estaba en manos del que seguía el camino del buda. 
  • Esto es lo que pensé y saqué en claro al escuchar tu doctrina. Y es al mismo tiempo la razón por la que seguiré mis peregrinaciones...; no para buscar otra doctrina que sea mejor, pues sé que no existe, sino para irme alejando de todas las doctrinas y de todos los maestros, y alcanzar yo solo mi objetivo o perecer. 
  • No obstante, el mundo mismo, lo que existe a nuestro alrededor y en nuestro propio interior, nunca es unilateral. Jamás un hombre o un hecho es del todo samsara o del todo nirvana, nunca un ser es completamente santo o pecador. Nos parece que es así porque nos hacemos la ilusión de que el tiempo es algo real. Y el tiempo no es real.

Conexiones interpersonales

Pasé una hora en el banco con mi padre, ya que tenía que transferir algo de dinero. No pude resistirme y le pregunté... ''Papá, ¿por qué no activamos tu banca por Internet?'' ''¿Por qué iba a hacerlo?'' Me preguntó... 

'Bueno, así no tendrás que pasar una hora aquí para cosas como hacer una transferencia. Incluso podrás hacer tus compras por Internet. Todo será muy fácil'' Me entusiasmó la idea de iniciarle en el mundo de la banca por Internet. 

Preguntó: ''Si lo hago, ¿no tendré que salir de casa?'' ''Sí, sí''. le dije. Le conté cómo ahora hasta te pueden entregar la compra en la puerta de casa y cómo Amazon te lo entrega todo. Su respuesta me dejó sin habla. 

Con mucha parsimonia me respondió: "Desde que he entrado hoy en este banco, me he encontrado con cuatro de mis amigos, he charlado un rato con el personal, que ya me conoce muy bien. Sabe, estoy solo... esta es la compañía que necesito. Me gusta prepararme y venir al banco. Tengo tiempo suficiente, es el contacto físico lo que anhelo. Hace dos años, enfermé. El dueño de la tienda donde compraba fruta vino a verme, se sentó junto a mi cama y lloró. Cuando tu madre se cayó hace unos días mientras daba su paseo matutino, nuestro tendero local la vio e inmediatamente cogió su coche para llevarla corriendo a casa, ya que sabe dónde vivimos. ¿Tendría ese toque "humano" si todo se hiciera online? ¿Por qué querría que me lo entregaran todo y obligarme a interactuar sólo con mi ordenador? Me gusta conocer a la persona con la que trato y no sólo al "vendedor". La tecnología no es vida... Pasar tiempo con la gente... No con los dispositivos"

Es un texto que circula por las redes, de autor desconocido.

La gran ola de Kanagawa, una omnipresente imagen

La gran ola de Kanagawa” es una obra maestra del arte japonés que ha cautivado a personas de todo el mundo. Fue creada por el pintor especialista en las estampas ukiyo-e, Katsushika Hokusai (autorretrato en la imagen lateral), y se publicó entre 1830 y 1833 durante el período Edo de la historia de Japón. Es parte de la famosa serie “Fugaku sanjūrokkei” (36 vistas del Monte Fuji).

Aspectos interesantes sobre esta icónica estampa: 
  • La obra muestra una enorme ola que se alza sobre unos barcos, con el majestuoso monte Fuji al fondo. La composición equilibrada y la intensidad de la ola capturan la fuerza y la belleza de la naturaleza. 
  • Contexto Histórico y posibles significados: 
    • Algunos sugieren que la ola podría ser una metáfora de la invasión extranjera en tierras japonesas. En ese momento, Japón reflexionaba sobre si abrirse al exterior o permanecer aislado. Fuerza de la Naturaleza: 
    • Otra interpretación es que la ola representa la virulencia de la naturaleza, capaz de acabar con vidas humanas e incluso elevarse por encima del mismísimo monte Fuji, un símbolo nacional en Japón de eternidad. 
  • Legado Duradero: La obra ha influido en artistas y coleccionistas en todo el mundo. Se ha convertido en un ícono cultural y sigue siendo recreada en diversas formas, desde murales hasta tatuajes. 
Algunas curiosidades de la icónica imagen de Japón.  Fue creada hace casi 200 años y sigue siendo recreada en todas partes. En murales y tatuajes, en estampillas y ropa, en caricaturas y hasta en emojis. En apenas unos escasos 25,7 por 37,8 centímetros, Hokusai logró plasmar una escena épica, un drama oceánico con una composición simple pero tremendamente poderosa.

1. El tema no era 'La gran ola'. En realidad una vista del monte Fuji. En aquellos días, el monte Fuji era visto como una deidad protegida, espectacularmente visible desde Edo, el Tokio moderno. Provocaba cierto temor, por la posibilidad de una erupción del volcán, pero también adoración, pues la nieve de su cima era su fuente de agua, y algunos pensaban que guardaba el secreto de la inmortalidad. De hecho, aunque toda la serie gustó cuando se lanzó, 'Fuji Rojo' fue mucho más popular que 'La gran ola' en el Japón de 1800, debido a la reverencia espiritual hacia la sagrada montaña. 

2. Hokusai la pintó cuando tenía 70 años. Según él mismo dijo, todavía estaba aprendiendo; es más, estaba convencido de que su mejor trabajo estaba por venir. En unas memorias conmovedoras que escribió a los 76 años, abrió su corazón. "Desde los 6 (años), tenía una inclinación por copiar la forma de las cosas. A partir de los 50, se publicaron mis imágenes...", refiriéndose a diez volúmenes de dibujos, cada uno con 60 páginas cubiertas con imágenes de todos los temas imaginables: figuras y animales reales e imaginarios, plantas, paisajes marinos, dragones, poetas y deidades... en fin. Se llamaban "manga", una especie de prototipo de manga moderno, aunque el significado era ligeramente diferente en esa época. Después de una pausa, le encargaron diez volúmenes más de su manga, y pidió que se hicieran con papel más barato para que sus ideas pudieran difundirse más ampliamente. Murió en 1849, a los 89 años, sin sospechar cuán grande era el destino que le esperaba a su gran ola. Al lado, autorretrato de Hokusai a la edad de 83, en el año 1842.

3. Es más que japonesa 'La gran ola' de Hokusai sólo llegó a costas ajenas 18 años después de su muerte, y más de 35 después de que él la creara, pues Japón estuvo aislado durante dos siglos. Desde 1640, el país se había cerrado en gran medida al mundo y solo se permitía una interacción limitada con China y Holanda. Aunque los foráneos no podían entrar en Japón, las cosas extranjeras sin duda podían hacerlo, algo que se ve claramente en 'La Gran Ola'. Está impresa en papel de morera japonés tradicional en sutiles tonos de amarillo, gris y rosa. Pero el color que domina es un azul intenso y profundo... un azul que no era japonés. azul de Prusia.


4. Inspiró a grandes artistas. En la década de 1850, cuando la Revolución Industrial avanzaba, las grandes potencias manufactureras buscaban agresivamente nuevas fuentes de materias primas y nuevos mercados para sus productos. Les parecía incomprensible, de hecho intolerable, la cerrada actitud de Japón. Al final, los estadounidenses concluyeron que el libre comercio tendría que imponerse por la fuerza. Y lo lograron. Cuando se abrieron las fronteras, hubo una avalancha de cultura visual japonesa en Occidente, y su influencia en las artes occidentales fue tal que hasta tiene nombre: japonismo. La presentación en sociedad -occidental- de 'La gran ola' se produjo en la Exposición Universal de 1867 en París, y su impacto fue revolucionario. El contraste de la sencillez con la que expresaba tal dramatismo y los grandes óleos europeos era abismal.

5. Era baratísima. Sabemos que en 1842 el precio de cada impresión de 'La gran ola' se fijó oficialmente en 16 mon, el equivalente a una ración doble de fideos. Hoy cuestan varios millones de raciones dobles de fideos. 
En marzo de 2021, un grabado de 'La gran ola' realizado alrededor de 1831 se vendió por 1,6 millones de dólares en una subasta de arte japonés y coreano de Christie's Asia en Nueva York. Era un arte barato, pero cuando se imprimía en grandes cantidades con estándares técnicos exquisitos, podía ser muy rentable: a la gente le fascinaba para adornar sus viviendas. Roy Fox Lichtenstein tomaron ideas de artistas como Hokusai y reinterpretaron su visión: 'La gran ola' tuvo un significado especial para ellos, como en "Chica ahogándose". 

6. No es un tsunami. Mucha gente asume que 'La gran ola' representa un tsunami. "Podemos estar seguros de que no es un tsunami", le dijo a la BBC el experto en hidrodinámica Chris Swan, del Imperial College de Londres. "Los tsunamis son olas generadas por eventos sísmicos, a menudo en aguas profundas. Cuando eso pasa, la ola tiene una cresta muy larga, que no es el caso en la imagen". "Es una imagen de una ola gigante, vagabunda o monstruo, una ola piramidal. Son olas que se generan por la superposición: la suma de muchas olas existentes, crestas sobre crestas". Así, lo que Hokusai dibujó es un fenómeno natural, infundiendo a la imagen un dramatismo y una escala extraordinarios, y originando una de las mejores representaciones del poder del mar en la historia del arte.

7. Esta obra forma parte de "La historia del mundo en 100 objetos" de la BBC (pronto post con los otros referentes como la piedra Rosetta (post previo),,... En resumen, “La gran ola de Kanagawa” es una poderosa representación artística que trasciende el tiempo y la geografía, evocando tanto la majestuosidad de la naturaleza como las complejidades de la historia humana. Para concluir, una versión animada.

Certezas de la alimentación para una vida longeva

Síntesis de una noticia de Marta Fdez. Vallejo en El Correo del 14-10-23

Mucho se escribe, también en este blog sobre alimentación y longevidad, pero no siempre las recomendaciones coinciden plenamente, e incluso se contradicen consejos en numerosas ocasiones. Por ello, nuestra labor es encontrar las mejores y más actuales referencias con el máximo rigor científico para acertar con la dieta óptima en nuestra nutrición diaria.

La receta para tener una vida más larga ya es conocida: hacer ejercicio, nada de tabaco ni alcohol y comer sano. Aunque factores genéticos también influyen, sin duda. Pero, ¿cuántos años ganaríamos si mejoramos la dieta de la noche a la mañana? Una investigación de la Universidad noruega de Bergen de febrero de 2022 respondió a esa pregunta: un cambio de alimentación podría alargar la vida incluso más de una década. Y, lo que es más importante, nunca es tarde para arañar un tiempo extra a la vida. Incluso personas cercanas a los 80 años pueden elevar su esperanza de vida entre tres y cuatro años si hacen hueco en el plato a los alimentos que favorecen la longevidad.

Los investigadores recopilaron y compararon resultados de decenas de estudios relacionados con la dieta y la longevidad en poblaciones de Estados Unidos, China y Europa. Según el estudio, «introducir estos cambios en la alimentación a los 20 años podría alargar nuestra vida entre diez y trece años, mientras que hacerlo a los 60 nos haría vivir hasta ocho años más», detalla Sandra López Doménech, doctora en Biomedicina y Biotecnología e investigadora en Endocrinología y Nutrición de la Fundación Fisabio. Eso sí, estos cambios deben mantenerse al menos una década para conseguir el máximo efecto. Pero incluso modificaciones parciales en la dieta pueden prolongar nuestra vida hasta en siete años si comenzamos antes de los 30.

El informe concluyó que, en general, «se debe reducir al mínimo posible el consumo de carne roja, los alimentos ultraprocesados y los ricos en azúcares, sustituir las harinas refinadas por granos integrales y aumentar las raciones de legumbres y frutos secos», detalla la científica de esta fundación dedicada a la investigación sanitaria. Frutas, verduras y pescado logran también «efectos muy positivos sobre la salud», pero su consumo en la dieta actual no es tan bajo como el de legumbres y frutos secos, motivo por lo que se necesita incrementar más la ingesta de estos últimos. De hecho, en los hogares españoles se comen cada vez menos legumbres: desde la década de los 60 hasta la actualidad, ha caído más de un 50%.

Otros grupos de alimentos estudiados podrían tener un efecto más bien «neutro» en la longevidad. Es el caso de la carne blanca, el huevo y los aceites vegetales. Con excepción del aceite de oliva, que sí tiene un papel protector sobre la salud.

Las legumbres deben ser la principal fuente de proteínas en nuestra alimentación. Alubias negras, lentejas, garbanzos, judías blancas... Son los verdaderos elixires de la longevidad. Contienen fibra y más nutrientes por gramo que cualquier otro alimento del planeta. La medida: un mínimo de cuatro raciones semanales de entre 70 y 100 gramos de legumbres, según la edad y la actividad física, reducen en un 14% el riesgo de infarto debido a que rebajan significativamente los niveles de colesterol 'malo'.

Es preferible evitar los alimentos de origen animal. El Fondo Mundial de Investigación contra el Cáncer fija un máximo de 350 gramos semanales. Una recomendación de los nutricionistas: los huevos son un alimento con un excelente perfil nutricional y pueden sustituir a las proteínas de la carne roja. En lo que hay consenso es en el consumo de pescado dos o tres veces a la semana, y mejor si tiene alto contenido de omega 3, que protege de las enfermedades cardiovasculares. «Las sardinas, el salmón, el atún y el boquerón se encuentran entre los pescados azules más consumidos en España. Tienen proteínas de alto valor biológico e incluyen todos los aminoácidos esenciales», valora Ana Tellería, médico nutricionista del centro IMQ Zurriola.

Otro de los cambios que hay que hacer en esa dieta para la longevidad es aumentar la ración de frutos secos. «Almendras, avellanas, nueces, pistachos y anacardos sobresalen por sus nutrientes. Aunque la cantidad varía de un tipo a otro, el porcentaje de proteínas que aportan oscila entre el 10% y el 30%. Su contenido en grasas es alto y llega hasta el 60%, pero son ácidos grasos saludables. Por ello, la Fundación Española del Corazón recomienda su consumo diario, pero «sin exceder los 30 gramos», añade la especialista en Endocrinología y Nutrición.

Sin ultraprocesados, ni dulces.  Un alimento ultraprocesado es el que se elabora sin productos frescos y está repleto de conservantes, aditivos, potenciadores del sabor, azúcar, grasas perjudiciales: hamburguesas, salchichas, pizzas, bollería industrial,... La Sociedad Americana de Medicina Preventiva ha alertado de que el consumo de ultraprocesados se asocia al 10,5% de las muertes prematuras prevenibles. ¿Y cuál es el límite? «En personas jóvenes, delgadas y deportistas el límite de consumo de pizzas o hamburguesas sería de una o dos veces al mes», apunta el doctor Miguel Ángel Rodríguez González, especialista en medicina preventiva y salud pública. Para el resto de la población, mejor evitar todos los ultraprocesados.

El azúcar es uno de los principales enemigos de la salud: es culpable de la epidemia de obesidad y sus enfermedades asociadas. Sólo a causa de la diabetes fallecen en España 25.000 personas cada año. La Organización Mundial de la Salud fija un máximo de 25 gramos al día, unas cinco cucharadas de postre. Una lata de refresco ya contiene siete.

Y a partir de los 50 años
  • Proteínas: Un gramo por kilo de peso. Que sean en su mayoría de origen vegetal. 
  • Fibra: 25 gramos para las mujeres y 38 gramos para los hombres. El consumo de fibra se ha asociado con un menor riesgo de enfermedad cardiovascular, diabetes tipo 2 y obesidad, detalla la doctora Carmela Manrique, especialista en Endoncrinología del centro IMQ Colón.
  • Calcio: Debe proceder fundamentalmente del consumo de productos lácteos, ya que la biodisponibilidad del calcio (porcentaje de absorción) es mucho mayor frente a la de alimentos vegetales, destalla la especialista. La cantidad: 800 mg diarios, aunque se puede necesitar un extra (hasta 1200 mg) a partir de los 50 años y más aún con la menopausia.
  • Vitamina D: 15 microgramos al día (600 UI) y 30 minutos de exposición lumínica diaria. «No existen datos para recomendar la suplementación para obtener beneficios», puntualiza la especialista en Endocrinología.
  • Vitamina B12: Influye en el metabolismo energético, la función inmunitaria, la reparación del ADN y la producción de glóbulos rojos. La dosis diaria recomendada es de 2,4 microgramos. La vamos a encontrar en productos de origen animal. Por tanto, su carencia suele afectar a personas que siguen dietas desequilibradas y en veganos.
  • Antioxidantes: Presentes en alimentos que contienen vitaminas A, C o E. Su función es eliminar los radicales libres que provocan estrés oxidativo, por lo que incluirlos en tu dieta ayudará a retrasar el envejecimiento.
  • Ácido fólico: Para conseguir un aporte apropiado es necesario el aumento de consumo de fuentes naturales (verdura de hoja oscura, fruta, pan, cereales, cacahuetes, avellanas, hígado).

Ocho factores para una vejez feliz y longeva

El secreto para tener una vejez saludable
: Un equipo formado por especialistas del hospital General de Massachusetts y la Universidad de California ha identificado los ocho factores que más impactan en la longevidad de las personas. Según recoge una noticia de Fermín Apezteguia, el pasado miércoles, 28 de febrero 2024, en El Correo.

No se trata de vivir más, sino mejor. Hubo un tiempo en que el pedigrí de los servicios de salud occidentales se medía en función de la cantidad de años ganados para la esperanza de vida global. Esa idea está hoy ya desterrada. Lo que de verdad importa ahora son los años de calidad existencial. A la hora de evaluar la felicidad individual la enfermedad cuenta, pero sobre todo, cuenta la vida

El equipo citado ha identificado los ocho factores que más impactan en la longevidad de las personas. Sus ocho mandamientos constituyen el secreto mejor guardado de la Humanidad, el de cómo llegar a una vejez saludable. Los expertos hablan, sobre todo, de cuestiones sociales. De la forma en que influye en el bienestar de las personas mayores el hecho de que vivan en un barrio limpio, mantengan relaciones con los más jóvenes de la comunidad y se sientan respetados. 

El trabajo, que se ha publicado en la revista 'The Proceedings of the National Academy of Sciences' de EE UU, consistió en entrevistar a 8.250 adultos de 65 años o más durante cuatro años. Pasado ese tiempo, el 22% de los participantes había fallecido. Las causas y condiciones de su muerte permitieron establecer 183 cuestiones de tipo social que favorecieron su muerte o, dicho en positivo, pueden contribuir a una vejez saludable. 

«Es un trabajo muy interesante porque concede a los clínicos una herramienta para medir el impacto de las condiciones sociales en la salud, aunque se echan de menos algunas cuestiones que para nuestra sociedad mediterránea resultan trascendentales», valora el especialista Andrés Losada, vicepresidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontologia y catedrático de la especialidad en la Universidad Rey Juan Carlos. «El grado de control que uno siente que tiene sobre su entorno o el mantenimiento de metas y de ilusiones contribuyen de manera decisiva en la salud mental de las personas», explica el experto, que valora los ocho medidores de la salud al final de la vida:
  1. Un vecindario cuidado. «Un barrio al que se dedican pocos o ningún recurso es un entorno que, muy probablemente, cuenta con una renta per cápita baja», explica el experto. La ecuación es sencilla. Menos fondos, peor alimentación, peores recursos sociales, más posibilidades de morir antes.
  2. Control de las finanzas. La falta de recursos económicos no solo impide el mantenimiento de una dieta sana. También limita las relaciones sociales y las posibilidades de acceso a programas de ocio. «En Estados Unidos ocurre mucho más, pero aquí también».
  3. Reunirse con jóvenes y niños una vez al año. «Lo físico no lo explica todo», advierte contundente Andrés Losada. Hasta el punto de que muchos viejos y ancianos –palabras cada vez más reivindicadas por el amplio grupo incluido en el limitado término de mayores – dan mayor importancia a lo social que a lo biológico en lo intergeneracional. «Se nota que el trabajo está hecho en EE UU, porque un contacto limitado a una vez al año resulta totalmente insuficiente en nuestra cultura».
  4. Trabajar o mantenerse activo. El mundo laboral cubre una de las áreas más relevantes de contacto con las personas y el mantenimiento de la actividad cognitiva. «El trabajo no solo impacta sobre la economía individual, sino también sobre las relaciones personales».
  5. Mantener relaciones activamente con los nietos. Su impacto sobre el bienestar emocional es comparable al de reunirse con jóvenes y niños. «Los nietos en el sur de Europa desempeñan un papel trascendental en la felicidad de los abuelos».
  6. Hacer voluntariado. «Es algo fundamental que tiene que ver con la generatividad (posts varios)», el interés de las personas de mediana edad y mayores por guiar y asegurar el bienestar de las siguientes generaciones. Favorece la formación de los jóvenes y enriquece a todos los participantes.
  7. Evitar la soledad no deseada. A juicio de Andrés Losada, éste es uno de los fallos del estudio, porque no es lo mismo sentirse aislado que estar solo. Quizás los autores del trabajo se referían a esto último. La soledad puede trabajarse con programas de intervención. Combatir el aislamiento resulta más complejo, porque tiene que ver más con la personalidad de la persona, sus traumas infantiles y su trayectoria vital.
  8. Ser tratado con respeto y cortesía. «Más que de respeto y cortesía debería hablarse de la educación como indicador de bienestar», destaca el geriatra. Una sociedad educada, defiende, promueve el respeto y el buen trato hacia todas las personas en general, no sólo hacia sus mayores. «Evaluar el bienestar de una sociedad sin tener en cuenta las desigualdades sociales sólo contribuye a aumentarlas», subraya Kenneth E. Covinsky, autor principal del estudio. La vida, de hecho, está fuera del hospital.

El poder de las palabras, con Mohammed Qahtani


Probablemente y posiblemente uno de los mejores discursos de todos los tiempos. Mohammed Qahtani, un ingeniero saudí, ganó el Campeonato Mundial Toastmasters de Oratoria en 2015. En su discurso ganador, destacó el poder de las palabras, afirmando que pueden ser una fuente de fuerza.

Explica diez pasos fáciles para la... infelicidad:
  1. No salgas al exterior, estate en la cama para comer, ver la TV o la tableta y dormir.
  2. Desregula tu suelo, sin horarios regulares (quejas de los órganos al cerebro).
  3. Incrementa el tiempo ante pantallas diversas (móvil,...).
  4. Alimenta las emociones negativas (ira, tristeza,...).
  5. Establece objetivos no tipo SMART (post de 2022). Vagos, indefinidos, imposibles,...
  6. Compra cosas y más cosas.
  7. Busca directamente la felicidad a corto plazo, con paciencia como al pescar. 
  8. Rodéate de personas reales, que dan demasiados consejos y muestran lo difícil que es todo.
  9. Compárate continuamente con otras personas,...
  10. Focaliza sólo en tu persona (excelente la metáfora de los cangrejos).

Podríamos vivir más de 120 años. - Premio Nobel Ramakrishnan

Podríamos vivir más de 120 años. - Premio Nobel Ramakrishnan
Traducción de un gran artículo en el Sunday Times, del 24-3-24 (véase aquí).
"
"Podríamos vivir más de 120 años": el científico que descubre por qué morimos Pocas personas saben más sobre el funcionamiento de la vida humana que Venki Ramakrishnan, biólogo molecular de Cambridge galardonado con el Premio Nobel de Química en 2009. Ahora se plantea la cuestión más profunda de la vida.

La clave de una larga vida no es ningún secreto: comer y dormir bien, hacer algo de ejercicio, evitar que te atropelle un autobús y esperar que cualquier enfermedad hereditaria se salte tus genes. Venki Ramakrishnan, vegetariano que va en bicicleta todos los días a su laboratorio de Cambridge, hace todo esto y, a sus 71 años, se declara "filosófico" sobre su propia muerte. Pero también toma pastillas para la tensión arterial, el colesterol alto y los coágulos sanguíneos (
blood clots): medicamentos mágicos que alargan nuestra vida y que toman millones de personas cada día.

Si al final de sus días le ofrecieran una píldora que, en lugar de prevenir la enfermedad, evitara el proceso de envejecimiento y le concediera diez años más de vida, ¿la tomaría? "Todos estaríamos tentados", afirma Ramakrishnan. "La voluntad de vivir más está profundamente arraigada en cada uno de nosotros". ¿Podría llegar a existir un fármaco así? "Tengo la sensación de que estamos en la cúspide de algo", afirma. ¿Cuánto tiempo podría vivir el ser humano? "No creo que haya ninguna ley científica que impida romper nuestra barrera natural de 120 años más o menos. Pero lo pondría en la misma categoría que ser capaces de colonizar Marte. No hay ninguna ley física que diga que no podemos hacerlo. Pero es muy difícil".

Pocas personas saben más de la vida -y del funcionamiento celular que la impulsa- que Ramakrishnan. Este biólogo molecular ganó el Premio Nobel de Química en 2009 por su trabajo para resolver la estructura del ribosoma, la parte de la célula que lee las instrucciones genéticas y utiliza esa información para fabricar proteínas. El ribosoma es crucial para el funcionamiento de nuestro cuerpo: determina el color de nuestros ojos, hace latir nuestros corazones y hace girar nuestras mentes. Fue un avance asombroso.

Ramakrishnan fue nombrado caballero en 2012, elegido presidente de la Royal Society en 2015 y en la última lista de honores de la Reina Isabel II fue nombrado miembro de la Orden del Mérito, de la que solo hay 24 miembros, entre ellos David Attenborough, el artista David Hockney y el arquitecto Lord Foster of Thames Bank. Tras el éxito que ha supuesto desenterrar los secretos de la vida, Ramakrishnan centra su mirada microscópica en las causas del fin de la vida. Ha escrito
un libro titulado Por qué morimos
.

Los egipcios construyeron las pirámides para preparar a sus faraones para la otra vida; los emperadores chinos fueron enterrados con ejércitos de terracota para defender sus cuerpos hasta el renacimiento. La reencarnación y el karma hindúes, el cielo y el infierno cristianos, el jardín de la paz eterna del Islam: estas doctrinas surgieron porque, como dice Ramakrishnan, "el conocimiento de la muerte es tan aterrador que vivimos la mayor parte de nuestras vidas negándola". Sólo el título de su libro basta para que muchos de nosotros entremos en pánico.

Sin embargo, al debilitarse el control de la religión, ha quedado un vacío en nuestra relación con la muerte. En lugar de sacerdotes y profetas, nos dirigimos cada vez más a un grupo de personas -muchos de ellos hombres ultra ricos- a los que Ramakrishnan llama "mercaderes de la inmortalidad".

Ramakrishnan creció en Vadodara (Gujarat) en el seno de una familia hindú, aunque con dos padres científicos -su padre era bioquímico y su madre psicóloga experimental- tuvo una educación relativamente laica. "Pero como dice el chiste, en las trincheras y en las salas de examen nadie es ateo".

Me reúno con él en el Laboratorio de Biología Molecular del Consejo de Investigación Médica de Cambridge, donde trabaja desde hace 25 años. Esta altísima institución, situada en el campus del Hospital Addenbrooke, es la cuna de 12 premios Nobel, entre ellos el de Francis Crick y Jim Watson en 1962 por descubrir la estructura del ADN. El laboratorio y sus 440 científicos pretenden "abordar los principales problemas de la salud y la enfermedad humanas". Pero fuera del mundo de la ciencia académica, los investigadores ya no se conforman con luchar contra las enfermedades, sino que quieren engañar a la propia muerte.

A tan solo 10 kilómetros de donde estamos sentados se encuentra Altos Labs, la empresa biotecnológica de nueva creación más financiada de la historia, con 2.400 millones de libras de inversores como Jeff Bezos, de Amazon, y el multimillonario ruso-israelí Yuri Milner. Las instalaciones, que abrirán sus puertas en Cambridgeshire en 2022, tienen como objetivo detener por completo el proceso de envejecimiento. En la última década se han fundado más de 700 empresas de "vida más larga". La Iniciativa Chan Zuckerberg -creada por el cofundador de Facebook Mark Zuckerberg y su esposa, Priscilla Chan- incluye en su cometido nada menos que curar, prevenir o gestionar todas las enfermedades para finales del siglo XXI. ¿Se trata de una quimera? "Estos multimillonarios de la tecnología a menudo han tenido un éxito muy rápido a una edad temprana", afirma Ramakrishnan. "Tienen la idea de que la vida no es más que un código que hay que piratear. Pero el envejecimiento es muy complejo. Hay una gran exageración en este campo, y gran parte de ella se aprovecha de la ansiedad que sentimos como humanos ante el envejecimiento y la muerte".

Pero en medio de la arrogancia, hay esperanza, afirma. "En los últimos 50 años la biología molecular y la genética han hecho enormes avances en la comprensión de los procesos de envejecimiento". Volviendo al título de su libro, que recuerda a la Parca: ¿Cómo morimos? ¿Qué sabemos ahora de lo que ocurre en nuestras células cuando hacemos ese último giro mortal? La muerte -si se excluyen enfermedades e inconvenientes como ser devorado por un león- es el resultado, en términos sencillos, del envejecimiento. Pero morir de "viejo" parece algo insatisfactorio. ¿Qué ocurre realmente en el interior de sus víctimas para que la vida se detenga sin más? "Se puede pensar en el envejecimiento como una acumulación de daños en nuestras células, su capacidad para funcionar, su capacidad para hablar entre ellas, su capacidad para regenerarse", afirma Ramakrishnan. "El envejecimiento es una acumulación de defectos químicos que hace que estas células empiecen a funcionar mal".

Cuando somos jóvenes, muchas de las células de nuestro cuerpo rejuvenecen de forma natural. Si se dañan, se dividen y la célula madre muere una vez sustituida por su descendiente. Pero uno de los marcadores del envejecimiento es la "senescencia" (posts). Las células senescentes pierden la capacidad de dividirse y poco a poco se van dañando y muriendo. Esto no es un problema al principio. Las células mueren a lo largo de nuestra vida. "Ni siquiera nos damos cuenta. Puedes perder un miembro entero y seguir viviendo. Pero en el momento de la muerte se produce un fallo crítico de los sistemas. Se pierde la capacidad de funcionar coherentemente como individuo". Ramakrishnan cita El sol también sale, de Hemingway, en la que un personaje explica cómo se arruinó: "De dos maneras. Gradualmente, luego de repente". El cuerpo envejece gradualmente, luego muere de forma abrupta".

Desenmarañar los procesos graduales de los repentinos -envejecimiento de la muerte final- es un punto clave de la investigación sobre longevidad. ¿Cuál de estos procesos se debe a una enfermedad -el cáncer o el Alzheimer, por ejemplo, que nos afectan a muchos, pero no a todos- y cuáles son simplemente envejecimiento, que es universal? Para separar estos factores, los científicos creen estar cerca de un gran avance.

Un obstáculo clave es que las fuerzas evolutivas no están preparadas para que vivamos eternamente. "Lo que le importa a la evolución es que te propagues, te reproduzcas y transmitas tus genes", afirma Ramakrishnan. "No hay ningún beneficio, en términos evolutivos, en gastar muchos recursos intentando vivir más". Estas fuerzas, sin embargo, podrían superarse.

Ramakrishnan divide a los súper ricos que buscan la vida eterna en tres categorías: chiflados, misioneros y racionalistas. "Los chiflados tienen ideas realmente extrañas que no tienen ninguna base real en la ciencia actual", afirma. Esto incluye el campo de la criogenia: congelar nuestros cuerpos tras la muerte hasta que la tecnología avance hasta el punto de que podamos volver a la vida. "No hay ni una sola prueba creíble de que la criogenia humana vaya a funcionar nunca". Una vuelta de tuerca a este planteamiento es un plan para cargar el cerebro en un almacenamiento digital basado en la nube, para descargarlo en una nueva forma de vida en una fecha posterior. Sam Altman, director general de OpenAI, está en la lista de espera de la empresa Nectome, de San Francisco, que pretende "respaldar, registrar y guardar" las mentes de sus clientes.
Luego están los misioneros. "Son personas que entienden algo de biología y quieren utilizarla para prolongar la vida en serio", afirma Ramakrishnan. En esta categoría entraría Bryan Johnson (posts), el multimillonario tecnológico de 46 años que saltó a los titulares el año pasado cuando reveló que se había transfundido a sí mismo plasma sanguíneo de su hijo Talmage, de 17 años, en un proceso extrapolado de la técnica conocida como parabiosis, la unión quirúrgica de dos o más cuerpos. Esperaba que esto le diera el corazón de un hombre de 37 años, la piel de uno de 28 y la capacidad pulmonar y la forma física de uno de 18, pero acabó dándole un aspecto un poco espeluznante.

Ramakrishnan se muestra escéptico, y Johnson admite que el procedimiento, que cuesta 2 millones de dólares al año, apenas le reporta beneficios, pero hay estudios que demuestran que la sangre de ratones jóvenes puede prolongar la vida de ratones viejos. Los primeros resultados sugieren que la sangre joven reduce la actividad de los genes que causan inflamación. Aislar factores como éste podría ayudar a crear un tratamiento que ralentice el proceso de envejecimiento, afirma Ramakrishnan.

Sin inmutarse, la siguiente treta de Johnson tiene que ver con la ciencia en torno a los telómeros (posts), las puntas protectoras al final de nuestros cromosomas. A lo largo de nuestra vida, los telómeros se acortan cada vez que las células se dividen, lo que significa que ya no pueden proteger adecuadamente a los cromosomas y las células ya no pueden dividirse y reconstruirse. Una sustancia química del organismo llamada telomerasa permite a algunas células reconstruir los telómeros, lo que potencialmente permite a las células reponerse indefinidamente. Johnson pretende secuestrar este proceso. Sin embargo, también podría aumentar el riesgo de cáncer, ya que la telomerasa permite que las células tumorales se dividan indefinidamente. Ramakrishnan cree que, si se supera este obstáculo, se podrían abordar aspectos clave del proceso de envejecimiento.

Esto nos lleva a los racionalistas, categoría en la que se incluye Ramakrishnan. Este grupo se centra en la lucha contra las enfermedades como forma de alargar nuestra vida. "Para muchas enfermedades - cardiopatías, cáncer, demencia - el riesgo aumenta con la edad. Así que si el envejecimiento es un factor de riesgo común, quizá deberíamos pensar en qué podemos hacer para atajar el envejecimiento, de modo que podamos vivir más sanos".

Ramakrishnan parece estar en forma y sigue yendo de vacaciones de excursión con su mujer, Vera Rosenberry, ilustradora infantil y escritora de Ohio. Pero admite que "a veces da la sensación de que la vida es como estar limitado a una parte cada vez más pequeña de una casa, ya que las puertas de las habitaciones que nos gustaría explorar se van cerrando poco a poco a medida que envejecemos".

Pero, a decir verdad, Ramakrishnan no está interesado en la inmortalidad. Lo que le mueve es centrarse en los procesos celulares y moleculares que rigen el envejecimiento y la enfermedad, con la esperanza de que más personas puedan disfrutar de buena salud hacia el final de sus vidas. Si la búsqueda de la vida eterna nos lleva a esa meta, que así sea. "El libro se titula Por qué morimos, pero también podría llamarse Cómo vivir", afirma.

A sus 71 años, ¿no le tienta la perspectiva de aprovechar los rápidos avances de la ciencia del envejecimiento para alargar su vida y su carrera? Según él, ya vivimos lo suficiente. El peligro de una longevidad cada vez mayor es la creación de una sociedad estancada, en la que los ancianos se aferren a los recursos económicos y las posiciones de influencia. "Me jubilaré el año que viene. Mi laboratorio sigue publicando en buenas revistas. Pero una persona de 35 años podría crear un campo completamente nuevo. Es una cuestión de justicia generacional. Ya vivimos el doble que nuestros antepasados".

De todos los multimillonarios con complejo de dioses que invierten en longevidad, es Bill Gates, con sus mosquiteras contra la malaria y sus campañas de vacunación, por quien Ramakrishnan siente más respeto. "Se pregunta cómo podemos aumentar la esperanza de vida en los países pobres. Lo irónico es que probablemente él esté haciendo más por aumentar la longevidad humana que cualquiera de estos tipos". Así que en lugar de ocupar un valioso espacio en el laboratorio, Ramakrishnan va a aprender idiomas, leer y pasar tiempo visitando a sus hijos y nietos en Estados Unidos. Espera seguir el ejemplo de su padre, que a sus 98 años sigue viviendo de forma bastante independiente.

Como dice Ramakrishnan: "Mientras esperamos a que la vasta empresa gerontológica resuelva el problema de la muerte, podemos disfrutar de la vida en toda su belleza. Cuando nos llegue la hora, podemos adentrarnos en el ocaso con buen talante, sabiendo que hemos tenido la suerte de participar en ese banquete eterno."

William James Sidis según James Thurber en The New Yorker

¿Dónde están ahora? ¡Día de los inocentes! por James Thurber. The New Yorker, sábado 14 de agosto de 1937, 22-26.

Una tarde nevada de enero de 1910, alrededor de cien profesores y estudiantes avanzados de matemáticas de la Universidad de Harvard se reunieron en una sala de conferencias en Cambridge, Massachusetts, para escuchar a un orador llamado William James Sidis. Nunca antes se había dirigido a una audiencia y al principio se sintió avergonzado y un poco incómodo. Sus oyentes tenían que prestarle mucha atención, porque hablaba con una vocecita que no se escuchaba bien y puntuaba su charla con risas nerviosas y estridentes. Un mechón de cabello rubio le caía sobre la frente y unos penetrantes ojos azules se asomaban desde lo que uno de los presentes describió más tarde como un rostro "parecido a un duendecillo". El orador vestía medias de terciopelo negro. Tenía once años.

A medida que el niño se familiarizó con el tema, su timidez se derritió y llegaron a los oídos de sus oyentes las palabras más notables que jamás habían escuchado de labios de un niño. William James Sidis había elegido como tema de su conferencia "Cuerpos de cuatro dimensiones". Incluso en este selecto grupo de caballeros eruditos, hubo quienes fueron incapaces de seguir todos los procesos del pensamiento del niño. Para los legos que estaban presentes, la cuarta dimensión, como se demostró esa noche, debía de haber encajado perfectamente en su definición coloquial: "un reino especulativo de relaciones incomprensiblemente involucradas". Cuando todo terminó, el distinguido profesor Daniel F. Comstock del Instituto Tecnológico de Massachusetts se sintió impulsado a predecir a los periodistas, que habían escuchado con profundo desconcierto, que el joven Sidis crecería hasta convertirse en un gran matemático, un líder famoso en el mundo. de Ciencia.

William James Sidis, que a la edad de once años apareció en las portadas de los periódicos de todo el país, era un estudiante de Harvard en ese momento. Para explicar cómo llegó allí, debemos mirar a su padre, el fallecido Boris Sidis. Nacido en Kiev en 1868, el padre Sidis llegó a este país, aprendió inglés y fue a Harvard, donde se graduó en 1894. Su especialidad era la rama de la psicoterapia que se ocupa de aliviar las enfermedades nerviosas y los desajustes mediante sugestión mental. Escribió un libro titulado "La psicología de la sugestión" y estaba muy interesado en los experimentos para transmitir la sugestión mediante el estado hipnótico. Creía que en los primeros años el cerebro es mucho más susceptible a las impresiones que en la vejez. Cuando nació su hijo en 1898, nació, por así decirlo, en un laboratorio. Boris Sidis dirigía entonces un instituto psicoterapéutico en Brookline, Massachusetts. Era un admirador y amigo del fallecido William James, y le puso a su hijo el nombre de ese gran psicólogo.

Boris Sidis comenzó sus experimentos con su hijo cuando el pequeño William tenía dos años. Parece que indujo una especie de estado hipnoidal mediante el uso de bloques alfabéticos. Los rápidos resultados que obtuvo deleitaron su mente científica. El niño aprendió a deletrear y leer en unos meses. Al cabo de un año podía escribir tanto en inglés como en francés en la máquina de escribir. A los cinco años había compuesto un tratado de anatomía y había ideado un método para calcular la fecha en que había caído cualquier día de la semana durante los últimos diez mil años. Boris Sidis publicó varios artículos en revistas científicas describiendo los logros de su bebé. A los seis años, el niño fue enviado a una escuela pública de Brookline, donde sorprendió a sus maestros y alarmó a los demás niños al superar siete años de escolarización en seis meses. Cuando tenía ocho años, William propuso una nueva tabla de logaritmos, empleando 12 en lugar del habitual 10 como base. Boris Sidis publicó un libro sobre su increíble hijo, llamado "Filisteo y genio", y entró en Quién es quién en Estados Unidos .

El niño maravilloso tenía nueve años cuando su padre intentó matricularlo en Harvard. Podría haber aprobado los exámenes de ingreso con facilidad, pero las autoridades universitarias, sorprendidas y avergonzadas, no le permitieron realizarlos. Continuó realizando sus maravillas en casa y comenzó a estudiar latín y griego. No le interesaban los juguetes ni ninguno de los placeres normales de los niños pequeños. Los perros le aterrorizaban. "Si veo un perro", le dijo William a alguien en ese momento, "debo huir. Debo esconderme. Me gusta el gato. No puedo jugar, porque mi madre tendría que estar allí todo el tiempo, porque de la posibilidad de que pueda ver un perro." Su principal recreación parece haber sido viajar en tranvía con sus padres. El mayor Sidis le explicó los traslados y le interesó por los nombres de calles y lugares. Incluso antes de cumplir cinco años, William había aprendido a recitar todas las horas y estaciones de un complejo horario ferroviario. De vez en cuando recitaba horarios para los invitados mientras otros niños recitaban rimas de Mamá Ganso o cantaban pequeñas canciones. Quienes lo recuerdan en aquellos años dicen que tenía algo de la intensidad de un adulto neurótico.

En 1908, a la edad de diez años, a William James Sidis se le permitió matricularse en Tufts College, en Medford. Viajaba diariamente desde Brookline con su madre, quien estaba tan interesada en su fenomenal desarrollo mental como su padre. Siempre iban y venían de la universidad en tranvía. El joven asistió a Tufts durante un año y finalmente, en 1909, cuando tenía once años, Harvard le permitió matricularse allí como estudiante especial. Se matriculó como estudiante de primer año al año siguiente, y así se convirtió en miembro de la promoción de 1914. Cotton Mather, en 1674, se había convertido en estudiante de primer año de Harvard a la edad de doce años, y probablemente debido a este distinguido precedente, William Sidis se le permitió matricularse a esa misma edad. Era una fuente de asombro para sus compañeros de estudios y para el profesorado; algunos de los periódicos asignaron periodistas para cubrir "el caso Sidis".

Se pierde en el registro cómo se convenció a William para hablar ante los eruditos eruditos en enero de su primer año en Harvard, pero se sabe que mostró un gran interés en escuchar las conferencias de otros y se unió fácilmente a las discusiones grupales sobre metafísica. En su tiempo libre empezó a componer dos gramáticas, una latina y otra griega. Sin embargo, la presión de sus estudios y su repentina fama comenzaron a hacerle efecto, y no pasó mucho tiempo después de su notable discurso cuando sufrió un colapso general. 

Su padre dirigía un sanatorio en Portsmouth, New Hampshire, en ese momento, y William fue trasladado allí de urgencia. Cuando finalmente regresó a Harvard, estaba retraído y tímido; no se le pudo persuadir para que volviera a dar una conferencia; Comenzó a mostrar una marcada desconfianza hacia la gente, miedo a la responsabilidad y una inadaptación general a su vida anormal. No se relacionaba mucho con los estudiantes y huía de los periodistas, pero estos lo arrinconaron, por supuesto, el día de su graduación como Licenciado en Artes en 1914. Tenía dieciséis años. Entonces vestía pantalones largos y se enfrentaba a los periodistas que bajaban al Yard con menos sensación de vergüenza que cuando era un niño con bragas. Pero en él se habían desarrollado claras fobias. "Quiero vivir la vida perfecta", dijo William a los periodistas. "La única manera de vivir la vida perfecta es vivirla en reclusión. Siempre he odiado las multitudes". Por "multitudes" no fue difícil leer "gente". Entre los que se graduaron con William James Sidis ese día se encontraban Julius Spencer Morgan; Gilbert Seldes; y Vinton Freedley y Laurence Schwab, los productores de la comedia musical. Los periodistas no les prestaron atención.

A los dieciséis años, William James Sidis era un chico grande y, cuando ingresó en la Facultad de Derecho de Harvard, ya no era la figura incongruente que había sido. Los periódicos tenían poco interés en sus idas y venidas. Asistió discretamente a la facultad de derecho durante tres años y aparentemente fue un estudiante brillante, pero su principal interés eran las matemáticas, y en 1918 aceptó un puesto de profesor en una universidad de Texas. Su fama le precedió, pero incluso si no lo hubiera sido, la extrema juventud de este profesor de matemáticas habría sido suficiente para convertirlo en una curiosidad. Se encontró en el centro de un interés que le molestaba y le consternaba. De repente renunció a su puesto y regresó amarga y silenciosamente a Boston, donde vivió en la oscuridad durante algunos meses.

Fue el 1 de mayo de 1919 cuando el nombre del joven Sidis volvió a ocupar las primeras planas de los periódicos. Con una veintena de jóvenes más, participó en una manifestación comunista en Roxbury y fue llevado ante el tribunal municipal como uno de los cabecillas del grupo y, de hecho, el mismo individuo que había portado la horrible bandera roja en su desfile. En el estrado de los testigos, Sidis demostró ser más franco y sincero que discreto. Anunció ante un tribunal estupefacto que para él no había más dios que la evolución; Cuando se le preguntó si creía en lo que representa la bandera estadounidense, dijo que sólo hasta cierto punto. En un momento dado, para instrucciones del magistrado, se lanzó a explicar la forma de gobierno soviética. Su inclinación marxista se había desarrollado durante un período de varios años. Cuando los Estados Unidos entraron en la guerra, se declaró objetor de conciencia y en varias ocasiones expresó la opinión de que los problemas del mundo eran causados ​​por el capitalismo. Un policía que había ayudado a disolver el desfile de los radicales identificó a Sidis como el hombre que llevaba la bandera roja. El oficial dijo que le había preguntado a Sidis por qué no llevaba la bandera estadounidense, y que Sidis respondió: "¡Al diablo con la bandera estadounidense!". Al regresar al estrado, el famoso prodigio negó vehementemente haber hablado alguna vez con el testigo y haber dicho alguna vez a nadie: "¡Al diablo con la bandera estadounidense!" Repitió que se oponía a la guerra y que creía en una forma de gobierno socializada. Después de una pausa, anunció que, en realidad, había llevado una bandera estadounidense, tras lo cual, ante el asombro de la sala del tribunal, sacó una bandera estadounidense en miniatura de su bolsillo. Fue condenado a dieciocho meses de cárcel por incitación a disturbios y agresión. Apeló y, mientras estaba en libertad bajo fianza de 5.000 dólares, desapareció del estado en el que había sorprendido a profesores eruditos y a policías patrióticos. Marcó el comienzo de un nuevo y curioso modo de vida para el joven.

Durante los cinco años siguientes, William James Sidis parece haber logrado la "vida perfecta" de la que había hablado el día de su graduación: la vida de reclusión. Aparentemente vagaba de ciudad en ciudad, trabajando como empleado, o en alguna otra función menor, por un salario que sólo le permitía subsistir. En 1924 volvió a aparecer en las noticias cuando un periodista lo encontró trabajando en una oficina en Wall Street, por veintitrés dólares a la semana. Estaba consternado al ser descubierto. Dijo que todo lo que quería era ganar lo suficiente para vivir y trabajar en algo que requiriera un mínimo de esfuerzo mental. Los últimos periodistas que bajaron a su oficina para entrevistarlo no lograron verlo. Había dejado su trabajo y había vuelto a desaparecer.

Dos años más tarde, en 1926, Dorrance & Company, una editorial de Filadelfia que imprime libros "vanidosos", es decir, libros publicados a expensas de los autores, publicó un volumen llamado " Notas sobre la colección de transferencias". Fue escrito por un tal Frank Folupa. Frank Folupa, según descubrió un periodista despiadadamente ingenioso, no era otro que William James Sidis. Nuevamente lo atropellaron y lo entrevistaron. Anunció que durante mucho tiempo había sido un "peridromófilo", es decir, un coleccionista de transferencias de tranvía. Él mismo había acuñado la palabra. Su libro (ahora agotado) tenía trescientas páginas y era un tratado erudito y laborioso sobre el origen, la naturaleza y la clasificación de nada más y nada menos que los trozos de papel que los conductores de tranvía entregan a los pasajeros cuando solicitan transbordos. Muchos psicólogos y analistas deben haber estado interesados ​​al leer en los artículos que el genio del niño precoz que había asombrado al mundo académico dieciséis años antes había florecido de esta manera extraña. El libro es digno de examen. Sidis escribió un prefacio al volumen, que comenzaba así: "Este libro es una descripción de lo que es, hasta donde sabe el autor, un nuevo tipo de pasatiempo, pero que a primera vista parece tan razonable como , tan interesante y tan instructivo como cualquier otro tipo de colección de moda. Esta es la colección de transferencias de tranvías y formas afines. El propio autor ya ha recopilado más de 1600 formas de este tipo." El prefacio revela, en otro lugar, que el autor no carecía de cierto humor. "Podemos mencionar", decía, "el interés geográfico y topográfico, tanto en la exploración como en el análisis de las transferencias mismas. También están las interesantes luces que una colección de este tipo arroja sobre la política en la que necesariamente están involucradas las empresas de tránsito". ; aunque difícilmente recomendamos que este interés político se lleve lo suficientemente lejos como para inducir al coleccionista a tomar partido en tales disputas. Y nuevamente: "Uno puede encontrar mucha diversión con las transferencias: se dice que un estudiante de la Universidad de Harvard se encontró en una calle coche y, deseando un viaje extra, le pidió al revisor un transbordo. Cuando se le preguntó "¿A dónde?" "En cualquier lugar", dijo. El conductor le guiñó un ojo y dijo: "Está bien". Te transferiré a Waverly. Posteriormente se rieron del estudiante cuando contó la historia y se le informó que el asilo para débiles mentales estaba ubicado en Waverly ". Sidis también incluyó en su prefacio algunos versos que había escrito cuando tenía catorce años. Comienzan:

Desde los trenes subterráneos en Central, se toma un transbordo y se va a Allston o Brighton o a Somerville, ya sabes; En los automóviles desde Brighton, haga transbordo al metro de Cambridge este y tome un tren hasta Park Street o Kendall Square, al menos.

"Conocemos", concluye el autor, "a alguien a quien realmente le ayudó a tomar el camino correcto al recordar un fragmento de uno de estos versos". El libro analiza todo tipo de transferencias: tipos estándar, tipo Ham, tipo Pope, tipo Smith, tipo Moran, transferencias Franklin Rapid, transferencias Stedman. De este último (para darle una idea), el Sr. Sidis escribió: "Transferencias Stedman: esta clasificación se refiere a un tipo peculiar elaborado por cierta imprenta de transferencias en Rochester, Nueva York. Las peculiaridades de la transferencia Stedman típica son el límite de tiempo tabular. ocupando todo el extremo derecho de la transferencia (ver Diagrama en la Sección 47) y la combinación de fila y columna de ruta de recepción (u otras condiciones de recepción) con el medio día que ya hemos discutido en detalle".

Un año después de la publicación de su libro (al parecer sólo se vendió a unos pocos peridromófilos más), Sidis regresó a la ciudad de Nueva York y volvió a conseguir un trabajo como empleado en una empresa comercial. A su habilidad y experiencia en el trabajo de oficina en general, el genio matemático había añadido ahora, irónicamente, la capacidad de operar una máquina sumadora con gran velocidad y precisión, y le gustaba alardear de este logro. Vivía en 112 West 119th Street, donde se hizo amigo de Harry Freedman, el propietario, y su hermana, la señora Schlectien. Sidis ya no está con ellos y no te dirán adónde ha ido, pero te reenviarán cualquier correo que llegue por él. Aprecian al joven y aprecian su deseo de evitar la publicidad. "Tenía una especie de amargura crónica, como mucha gente que ves viviendo en habitaciones amuebladas", dijo recientemente Freedman a un investigador de la curiosa historia de William James Sidis. Sidis solía sentarse en un viejo sofá en la sala de estar de Freedman y hablar con él y su hermana. Sidis les dijo que odiaba Harvard y que cualquiera que enviara a su hijo a la universidad es un tonto: un niño puede aprender más en una biblioteca pública. Con frecuencia hablaba de su pasión por coleccionar transfers. "Él puede decirle cómo llegar a cualquier calle de cualquier ciudad de los Estados Unidos con un solo billete de tranvía", dijo el Sr. Freedman con asombro y admiración. Parece que Sidis mantiene correspondencia con peridromófilos en varias otras ciudades y de esta manera se mantiene al día con la situación del tranvía y los transbordos. Una vez, el joven bajó de su habitación un manuscrito en el que estaba trabajando y le pidió a la señora Schlectien si podía leerle "algunos capítulos". Dijo que resultó ser un libro del tipo "Buck Rogers", sobre aventuras en un mundo futuro de maravillosos inventos. Ella dijo que estaba genial.

William James Sidis vive hoy, a la edad de treinta y nueve años, en un dormitorio del destartalado extremo sur de Boston. Por una fotografía de él y de sus actividades, este disco está en deuda con una joven que recientemente logró entrevistarlo allí. Lo encontró en una pequeña habitación empapelada con el diseño de enormes flores rosadas, considerablemente descoloridas. Había una cama grande y desordenada y un enorme baúl medio abierto. En una pared colgaba un mapa de Estados Unidos. Sobre una mesa junto a la puerta había un paquete de transferencias de tranvía cuidadosamente unidas con un elástico. Sobre una cómoda había dos fotografías, una (sorprendentemente) de Sidis como el niño genio, la otra una chica de rostro dulce con gafas con montura de concha y un elaborado saludo de Marcel. También había un escritorio con una pequeña y antigua máquina de escribir, un Almanaque Mundial , un diccionario, algunos libros de referencia y un libro de la biblioteca que el visitante del joven recogió en un momento dado. "Oh, vaya", dijo Sidis, "esa es sólo una de esas historias de delincuentes". Dirigió su atención hacia la pequeña máquina de escribir. "Puedes cogerlo con un dedo", dijo, y así lo hizo.

William Sidis, de treinta y nueve años, es un hombre corpulento y corpulento, con una mandíbula prominente, un cuello grueso y un bigote rojizo. Su cabello claro cae sobre su frente como lo hizo la noche que dio una conferencia a los profesores en Cambridge. Sus ojos tienen una expresión que varía desde la ingeniosa hasta la cautelosa. Cuando es cauteloso, tiene una especie de dignidad incongruente que de repente se rompe en el alegre abandono de un niño de vacaciones. Parece tener dificultades para encontrar las palabras adecuadas para expresarse, pero cuando lo hace, habla rápidamente, asiente bruscamente con la cabeza para enfatizar sus puntos, hace gestos con la mano izquierda y, de vez en cuando, emite una risa curiosa y jadeante. Parece disfrutar mucho e irónicamente de llevar una vida de irresponsabilidad errante después de una infancia de escrupulosa reglamentación. Su visitante encontró en él cierto encanto infantil.

Sidis trabaja ahora, como de costumbre, como empleado en una casa comercial. Dijo que nunca permanece mucho tiempo en una oficina porque sus empleadores y compañeros de trabajo pronto descubren que él es el famoso niño prodigio y que no puede tolerar un puesto después de eso. "La sola visión de una fórmula matemática me enferma físicamente", dijo. "Todo lo que quiero hacer es ejecutar una máquina sumadora, pero no me dejan en paz". Resultó que una vez le ofrecieron un trabajo en la Eastern Massachusetts Street Railway Company. Parece que los funcionarios creían con cariño que el joven mago de alguna manera sería capaz de resolver todos sus problemas técnicos. Cuando se presentó a trabajar, le presentaron un montón de planos, gráficos y documentos llenos de estadísticas. Uno de los funcionarios lo encontró una hora después llorando en medio de todo. Sidis le dijo al hombre que no podía soportar responsabilidades, ni pensamientos complejos, ni cálculos, excepto en una máquina de sumar. Tomó su sombrero y se fue.

Sidis tiene un nuevo interés que le absorbe actualmente más que los traslados en tranvía. Se trata del estudio de ciertos aspectos de la historia de los indios americanos. Da clases a media docena de estudiantes interesados ​​una vez cada dos semanas. Se reúnen en su dormitorio y se acomodan en la cama y en el suelo para escuchar el intenso pero vacilante discurso del otrora prodigio. A Sidis le preocupa principalmente la tribu Okamakammessett, a la que describe como una especie de federación proletaria. Ha escrito algunos folletos sobre la tradición y la historia de Okamakammessett y, si se le solicita adecuadamente, recitará poesía de Okamakammessett e incluso cantará canciones de Okamakammessett. Admitió que su estudio de los Okamakammessetts fue una consecuencia de su interés por el socialismo. Cuando la joven mencionó la manifestación del Primero de Mayo de 1919, miró el retrato de la niña en su cómoda y dijo: "Ella estaba en ella. Era una de las fuerzas rebeldes". Él asintió vigorosamente con la cabeza, como complacido con esa frase: "Yo era el abanderado", prosiguió. "¿Y sabes qué era la bandera? Sólo un trozo de seda roja". Él soltó su risa curiosa. "Seda roja", repitió. No hizo ninguna referencia a la imagen que tenía de sí mismo en los días de su gran fama, pero su entrevistador supo más tarde que en una ocasión, cuando un alumno suyo le preguntó a quemarropa sobre su precocidad infantil e insistió en una demostración de sus habilidades matemáticas. Sidis logró con dificultad expulsarlo de la habitación.

Sidis reveló a su entrevistador que tiene otro trabajo en marcha: un tratado sobre las inundaciones. Le mostró la primera frase: "California ha adquirido considerable fama gracias a su supuesto clima". Parece que estuvo en California hace unos diez años durante sus andanzas. Su visitante se animó, por fin, a mencionar la predicción, hecha por el profesor Comstock del Instituto Tecnológico de Massachusetts allá por 1910, de que el niño que ese año daba una conferencia sobre la cuarta dimensión a una reunión de eruditos crecería hasta Sé un gran matemático, un líder famoso en el mundo de la ciencia. "Es extraño", dijo William James Sidis, con una sonrisa, "pero, ya sabes, nací el Día de los Inocentes".

―Jared L. Manley (James Thurber) 1

1 En Los años con Ross Thurber escribió: "Era uno de los '¿Dónde están ahora?' serie, para la cual hice la reescritura (Grossett & Dunlap, 1957, p. 210)". Pero Jared Manley era el seudónimo de Thurber. "Bernstein escribe: 'A principios de 1936, Thurber comenzó a escribir (en realidad a reescribir, ya que algunos de los mejores reporteros de The New Yorker, como Eugene Kinkead, estaban haciendo la investigación) una serie de perfiles breves y retrospectivos. Bernstein también revela que Jared L. Manley fue un nombre que Thurber improvisó cuando escribió su primer artículo sobre un viejo boxeador basado en las iniciales del boxeador John L. Sullivan y Manley basado en "el arte varonil de la autodefensa".'" — Privacidad, Información y Tecnología.

2 Norbert Weiner, que estaba en la reunión del club de matemáticas, escribió: "El joven Sidis, que entonces tenía once años, era obviamente un niño brillante e interesante. Su interés estaba principalmente en las matemáticas. Recuerdo bien el día en el Club de Matemáticas de Harvard en el que GC Evans, ahora jefe retirado del departamento de matemáticas de la Universidad de California y amigo de toda la vida de Sidis, patrocinó al niño en una charla sobre las figuras regulares de cuatro dimensiones. La charla habría dado crédito a un alumno de primera o segunda dimensión. estudiante de posgrado de cualquier edad, aunque todo el material que contenía era conocido en otros lugares y estaba disponible en la literatura. El tema me lo había hecho familiar EQ Adams, un compañero de mis días en Tufts. Estoy convencido de que Sidis no tenía acceso según las fuentes existentes, y que la charla representó el triunfo de los esfuerzos sin ayuda de un niño muy brillante ( Ex-Prodigy , Simon & Schuster, p. 131 - 132)".


4 Cfr. Siete mitos del fracaso por Dan Mahony: "Las investigaciones muestran que la mayoría de los niños prodigio llevan vidas productivas. Al igual que Sidis".

PDF  Mecanografiando por Bill Paton.