El Cuestionario de Proust es un famoso conjunto de preguntas personales diseñado para revelar la personalidad, gustos y aspiraciones de quien lo responde. A pesar de llevar el nombre del escritor francés Marcel Proust, él no fue su creador, sino uno de los primeros en responderlo y hacerlo célebre.
El Cuestionario de Proust tiene sus raíces en un juego social de salón muy popular en la Inglaterra victoriana llamado “confession album” o “álbum de confesiones”. Este era un cuaderno que circulaba entre los asistentes a reuniones sociales y que contenía preguntas prediseñadas para que los invitados las respondieran, revelando así aspectos de su carácter y preferencias.
Marcel Proust respondió este tipo de cuestionario dos veces en su adolescencia. La versión más famosa la contestó alrededor de 1890 (leer aquí), cuando tenía unos 19 años, en un álbum perteneciente a su amiga Antoinette Faure, hija del futuro presidente francés Félix Faure. En ese momento, el título del cuestionario era “An Album to Record Thoughts, Feelings, etc.”.
Décadas después, las respuestas manuscritas de Proust fueron redescubiertas y publicadas, ganando notoriedad por la profundidad e ingenio de sus respuestas. Desde entonces, el cuestionario pasó a conocerse como el Cuestionario de Proust, en homenaje a su participación.
El Cuestionario de Proust ha sido adoptado y adaptado por muchos medios modernos. Un ejemplo célebre es su uso recurrente en la revista Vanity Fair, donde personalidades del mundo del arte, la política y el espectáculo lo han respondido.
¿Cuál es tu idea de la felicidad perfecta?, le preguntaron a David Bowie al someterse al cuestionario Proust: "Leer", respondió. ¿Cuál es la característica que más valora en un hombre?, afirmaba otra de las preguntas: "La habilidad de devolver libros", contestó. pic.twitter.com/IKLu3sO23w
Prueba definitiva de descanso liberado de horarios: Por primera vez en mi vida mi reloj, un Seiko Kinetic, activado por el movimiento... ¡se ha parado! La falta de uso, por andar durante muchos días sin llevar puesto el reloj,...
Ya lo dijo Marcel Proust: "Los días son quizá iguales para un reloj, pero no para un hombre".
Efecto BookTok: Cuando TikTok revolucionó la crítica literaria. Hemos pasado de los suplementos culturales a los vídeos de 60 segundos para recomendar obras. La Generación Z reescribe las reglas del mercado editorial, creando lectores (y también best-sellers). El fenómeno BookTok se mueve entre el entusiasmo genuino por la democratización de la crítica y la dictadura del algoritmo.
El nacimiento de un fenómeno cultural: En 2020, mientras el mundo se confinaba por la pandemia, algo inesperado ocurrió en TikTok: jóvenes de todo el planeta comenzaron a compartir sus recomendaciones literarias en vídeos de menos de un minuto. Lo que empezó como una tendencia espontánea se convirtió en BookTok, un movimiento que ha transformado radicalmente la industria editorial y la forma en que se consume y discute la literatura en el siglo XXI.
BookTok no es simplemente una etiqueta más en redes sociales. Con más de 200 mil millones de visualizaciones, representa un ecosistema completo donde millones de lectores, principalmente de la Generación Z y millennials jóvenes, comparten reseñas, recomendaciones y reacciones emocionales a sus lecturas. Y lo más sorprendente: están comprando libros en cantidades masivas.
La democratización de la crítica literaria. Durante décadas, la crítica literaria fue territorio exclusivo de suplementos culturales, revistas especializadas y académicos universitarios. Los guardianes del canon literario decidían qué obras merecían atención y cuáles quedaban en el olvido. BookTok ha dinamitado este modelo vertical.
En esta nueva crítica, no importan los títulos académicos ni la prosa refinada. Lo que cuenta es la autenticidad, la conexión emocional y la capacidad de transmitir pasión por la lectura en formato ultra-breve. Una adolescente llorando mientras sostiene "Una corte de rosas y espinas"de Sarah J. Maas puede tener más impacto en las ventas que una reseña de cinco páginas en un prestigioso periódico.
Esta horizontalidad tiene ventajas evidentes: voces diversas, criterios plurales y una accesibilidad sin precedentes. Jóvenes que nunca leyeron suplementos culturales ahora devoran recomendaciones literarias diariamente. BookTok ha conseguido algo que la educación formal llevaba décadas intentando: hacer que leer sea cool.
El poder transformador del algoritmo. Los números son contundentes. Libros como It Ends with Us de Colleen Hoover, publicado en 2016, experimentaron un resurgimiento extraordinario gracias a BookTok, vendiendo millones de ejemplares adicionales años después de su lanzamiento. Clásicos olvidados vuelven a las listas de más vendidos. Autores desconocidos alcanzan fama internacional de la noche a la mañana.
Las editoriales, inicialmente escépticas, han tenido que adaptarse. Muchas crean ahora departamentos específicos de BookTok, envían ejemplares a creadores de contenido y diseñan portadas "instagrameables". Las librerías han creado secciones especiales con el distintivo "Popular en BookTok", reconociendo la influencia real de estas recomendaciones en el comportamiento del consumidor.
Las sombras de la revolución. Sin embargo, BookTok no está exento de controversias y limitaciones. Los críticos señalan varios problemas estructurales de este nuevo paradigma:
- La tiranía del formato: Reducir una obra literaria compleja a un vídeo de 60 segundos inevitablemente simplifica, cuando no banaliza, el discurso crítico. ¿Cómo analizar los matices de Proust (otros posts)o la complejidad de Virginia Woolf (otros posts) en ese tiempo? La respuesta suele ser: no se hace.
- Homogeneización de gustos: El algoritmo de TikTok tiende a crear cámaras de eco. BookTok favorece abrumadoramente géneros específicos: romance, fantasía young adult, ficción new adult. Obras experimentales, literatura clásica o ensayo tienen escasa presencia. Esto plantea interrogantes sobre la diversidad real que el movimiento promueve.
- La supremacía de lo emocional: BookTok privilegia la reacción visceral sobre el análisis reflexivo. Los vídeos más virales suelen mostrar lágrimas, risas o sorpresa, no argumentaciones elaboradas sobre técnica narrativa o contexto histórico. ¿Es esto crítica literaria o simple entretenimiento emocional?
- Mercantilización acelerada: La línea entre recomendación genuina y marketing se difumina constantemente. Muchos booktokers reciben libros gratuitos, invitaciones a eventos o compensaciones económicas. La transparencia no siempre es óptima.
Hacia una convivencia enriquecedora. La pregunta no debería ser si BookTok es bueno o malo para la literatura, sino cómo puede coexistir con otras formas de crítica literaria. La crítica académica aporta profundidad, contexto histórico y rigor analítico. Los suplementos culturales ofrecen perspectiva profesional y espacio para la argumentación extensa. BookTok contribuye con entusiasmo contagioso, accesibilidad y capacidad de llegar a audiencias tradicionalmente alejadas de la lectura.
El nuevo gatekeeper es el algoritmo. El algoritmo de TikTok no premia la profundidad, la complejidad o la ambigüedad. Premia la performance de la emoción. Prefiere lo que es fácilmente empaquetable en 60 segundos. Esto crea un bucle de retroalimentación que favorece ciertos tipos de narrativa: tramas de alto impacto emocional, romances tórridos y finales devastadores.
El desafío educativo consiste en formar lectores que puedan transitar entre estos niveles: disfrutar de la emoción inmediata que ofrece un vídeo de BookTok, pero también desarrollar herramientas para un análisis más profundo y crítico.
Conclusión: La lectura se transforma, no desaparece. BookTok demuestra algo fundamental: el deseo humano de compartir historias y conectar a través de la literatura sigue vivo, simplemente ha encontrado nuevos canales. Mientras algunos deploran la supuesta degradación del discurso literario, millones de jóvenes están leyendo, comprando libros y formando comunidades lectoras vibrantes.
La nueva crítica no sustituye a la tradicional; la complementa, la desafía y, ocasionalmente, la supera en alcance e influencia. El futuro de la literatura probablemente no esté en elegir entre ambas, sino en construir puentes que permitan el diálogo enriquecedor entre generaciones y formatos.
Tratando de recuperar el tiempo perdido, el de Proust y el nuestro, sin dejar de pasear o nadar las dos o tres horas diarias, solamente hemos encontrado una solución: Audiolibros. Una cinta mecánica sirve para leer y andar, pero no deja de ser incómodo y no cubre la natación.
Simultanear dos acciones que parecen incompatibles, hemos recordado el viejo chiste eclesiástico según el cual no se puede fumar mientras se reza, pero sí se acepta e incluso recomienda rezar mientras se fuma. Ahora comprendemos que no se puede caminar mientras se lee, pero sí leer (o escuchar lecturas) mientras se camina.
Nunca hemos sido muy aficionados a los audiolibros, porque no permiten la recreación alcanzada con la lectura. Además requieren más tiempo para un lector avezado. Pero son una solución mientras se camina, pronto y sin compañía, o nadando... en la piscina (para no perder definitivamente los auriculares).
Lo estamos probando estos días, explorando APPs y grandes canales de audio, muchos en YouTube. Por ejemplo el canal de AudioLibros Mar, donde hemos disfrutado de la lectura del siempre recordado "La conjura de los necios" de John Kennedy Toole, otro gran escritor desaparecido prematuramente y que merece un post propio. En dos grabaciones de 6 más 8 horas.
Por estos caminos hemos disfrutado en apenas unos días, con viajes y sus preparativos, de clásicos releídos de la talla de "El Hobbit" de Tolkien, "A sangre fría" de Truman Capote, "El coleccionista" de John Robert Fowles, "Oso" de Marian Engel,... o de nuestro más releído libro "Crimen y castigo', una de las cimas de la literatura universal de Fiódor Dostoyevski.
No hace mucho tiempo me entretenía imaginándome a aquellos progenitores nuestros que hablaban de sus esclavos adiestrados en trazar caracteres cuneiformes como si fuesen modernos computers. Me entretenía, pero no bromeaba. Cuando hoy leemos artículos preocupados por el porvenir de la inteligencia humana frente a nuevas máquinas que se aprestan a sustituir nuestra memoria, advertimos un aire de familia.
Quien entiende algo del tema reconoce pronto el pasaje del Fedro platónico, citado innumerables veces, en el cual el faraón pregunta con preocupación al dios Toth, inventor de la escritura, si este diabólico dispositivo no hará al hombre incapaz de recordar y, por lo tanto, de pensar.
La misma reacción de terror debe de haber sentido quien vio por primera vez una rueda. Habrá pensado que nos olvidaríamos de caminar. Acaso los hombres de aquel tiempo estaban más dotados que nosotros para realizar maratones en los desiertos y en las estepas, pero morían antes y hoy serían dados de baja en el primer distrito militar. Con esto no quiero decir que, por esa razón, no nos debamos preocupar de nada y que tendremos una bella y sana humanidad habituada a merendar sobre la hierba de Chernobyl; si acaso, la escritura nos ha hecho más hábiles para comprender cuándo debemos detenernos, y quien no sabe detenerse es analfabeto, aunque vaya en cuatro ruedas.
El malestar que producen las nuevas formas de captar la memoria se ha producido siempre. Frente a los libros impresos en mal papel que daba la idea de que no resistiría más de quinientos o seiscientos años, y con la idea de que aquello podía estar ya en manos de todos, como la Biblia de Lutero, los primeros compradores gastaban una fortuna para hacer miniar a mano las iniciales, para, gracias a ello, tener la impresión de poseer aún manuscritos de pergamino. Hoy esos incunables miniados cuestan un ojo de la cara, pero la verdad es que los libros impresos ya no tenían necesidad de ser miniados. ¿Qué hemos ganado? ¿Qué ha ganado el hombre con la invención de la escritura, la imprenta, las memorias electrónicas?
En una ocasión, Valentino Bompiani hizo circular una frase: “Un hombre que lee vale por dos”. Dicha por un editor, podría ser entendida solamente como un eslogan feliz, pero pienso que significa que la escritura (en general, el lenguaje) prolonga la vida. Desde los tiempos en que la especie comenzaba a emitir sus primeros sonidos significativos, las familias y las tribus necesitaron de los viejos.
Quizá primero no servían y eran desechados cuando ya no eran eficaces para la caza. Pero con el lenguaje, los viejos se han convertido en la memoria de la especie: se sentaban en la caverna, alrededor del fuego y contaban lo que había sucedido (o se decía que había sucedido, ésta es la función de los mitos) antes de que los jóvenes hubieran nacido. Antes de que se comenzara a cultivar esta memoria social, el hombre nacía sin experiencia, no tenia tiempo para forjársela y moría. Después un joven de veinte años era como si hubiese vivido cinco mil. Los hechos ocurridos antes de que él naciera, y lo que habían aprendido los ancianos, pasaban a formar parte de su memoria.
Hoy los libros son nuestros viejos. Nos nos damos cuenta, pero nuestra riqueza respecto del analfabeto (o del que, alfabeto, no lee) consisten en que él está viviendo y vivirá su vida y nosotros hemos vivido muchísimas. Recordamos, junto a nuestros juegos de infancia, los de Proust, sufrimos por nuestro amor, pero también por el de Píramo y Tisbe; asimilamos algo de la sabiduría de Solón; nos ha estremecido ciertas noches de viento en Santa Elena y nos repetimos, junto con la fábula que nos ha contado la abuela, la que había contado Scheherezade.
Esto podría dar a alguien la impresión de que, no bien nacemos, somos ya insoportablemente ancianos. Pero es más decrépito el analfabeto (de origen o de retorno) que padece de arterioesclerosis desde niño, y no recuerda (porque no sabe) qué ocurrió en los Idus de Marzo. Naturalmente, también podríamos recordar mentiras, pero leer ayuda a discriminar. No conociendo las culpas de los demás, el analfabeto ni siquiera conoce los propios derechos.
El libro es un seguro de vida, una pequeña anticipación de inmortalidad. Hacia atrás (¡ay!) más que hacia adelante. Pero no se puede tener todo y al instante.
Humberto Eco, Roma1991, Perché i libri allungano la vita. Fue un filósofo y escritor italiano, autor de numerosos ensayos sobre semiótica, estética, lingüística y filosofía, así como de varias novelas, entre ellas "El nombre de la rosa".
Por qué los libros prolongan nuestras vidas por Umberto Eco | Universo Abierto https://t.co/GlzpPYGu5Q
"Chi non legge, a 70 anni avrà vissuto una sola vita: la propria. Chi legge avrà vissuto 5000 anni." [Umberto Eco, Perché i libri allungano la vita in «L'Espresso», 2 giugno 1991]#silentbookclubarona domenica 15 marzo ore 15.00 a La stanza di Vincent nel centro di #arona. pic.twitter.com/oKoGycACrs
Arriba vídeo integral de la conferencia inaugural de Tom Kelley, referente mundial en innovación. Autor de The Ten Faces of Innovation, es director general de Ideo, organización a la cabeza en los principales rankings de innovación como: Business Week, Fast Company,.. Lo mejor, en mi opinión, ha sido su mensaje de que lo nuevo sólo se descubre con ojos nuevos, cambiando desde el interior del observador - antropólogo. Una de sus diapositivas proyectadas nos recobraba la cita de Marcel Proust: "El verdadero acto de descubrimiento no es encontrar nuevos territorios, sino verlos con nuevos ojos". Su "vu jàdé", la vuelta de "déjà vu", con el ejemplo del aeropuerto Charles de Gaulle,...
Abajo: Vídeo completo de la intervención de la encantadora Inma Shara, una joven líder de la nueva generación de directores de orquesta y una vasca de sus más innovadoras representantes a escala mundial. Inmaculada Lucía Saratxaga, ése es su nombre real, nacida en Amurrio (Álava) en 1972 está galardonada con el Premio a la Excelencia Europea. Entre muchas referencias, citó que estilos de dirección como la tiránica ira de Toscanini ya no rigen ni en las orquestas sinfónicas. Inma Shara en Descarga directa (59:53 min / 10 MB).