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Amar, u odiar, a todo y a todos

La vida es más sencilla de lo que algunos pretenden hacernos creer.

Se huelen, se sienten, pero todavía faltan unos días para que nos alcancen las esperadas vacaciones. Al llegar a estas fechas de julio, ya pedimos vacaciones. La rutina agota. Y más esta usanza del conflicto incesante que repiten machaconamente los medios de comunicación convencionales. La crisis, pues sí, la hay; pero además no dejan de recordárnosla. La confrontación política, que sí, existe; pero no insistan aún más. Las buenas noticias del mundo real se evaporan en medio del cenagal de la animadversión que parece vende los malos periódicos. Alguna noticia feliz, asoma tímidamente, y de inmediato suscita el odio de los buitres contertulios, que le ponen pegas (¿la liberación de Ingrid Betancourt fue pagada?).

La política sólo despierta el interés general cuando se lanzan descalificaciones, cuando la ofensa (o la envidia) se vierten inmisericordes. El regreso de Josu Jon Imaz, que -discreta y desafortunadamente- se aparta de la política activa (esperemos que sólo por un tiempo), se convierte en más noticia aireando el rencor de su caduco y trasnochado predecesor, quien flaco favor hace a su propio partido. Los codazos y las reyertas intestinas de los partidos, de izquierda y derecha, son celebrados y sus víctimas exhibidas con el descaro y desgarro de las guerras fraticidas. El viaje al centro del PP, que podría ser celebrado por todos –sobre todo si se materializa en algún grado-, es mostrado como desorientación y debilidad. Las graves contradicciones, éticas, políticas e incluso aritméticas, de formaciones descarriadas como EHAK son esgrimidas como argumentos lógicos, por unos y por otros, en lugar de traspasarlas al archivo de las enfermedades psicosociales para su prevención y erradicación con la mejor vacuna: una buena educación.

Justamente esta receta, una profunda y cuidada educación para todos, es la gran ausente del panorama público. Su carencia es palpable en los personajes de relumbrón. Los grandes políticos, los buenos estudiantes, los mejores profesores, las personas más inteligentes, las mujeres y hombres cabales, parecen enmudecer en este corral del desorden y del resentimiento. No son buenos tiempos para el amor, la poesía, el consenso, el acuerdo, el encuentro,… Brillan espadas refulgentes de odio, y nos ciegan con sus salpicaduras de rencor. La enemistad se extiende y se diversifica. Tras detestar a personas (por su origen, por su color, por todo aquello que no han podido elegir), se está empezando a aborrecer los idiomas, las banderas, los colores de unas camisetas deportivas,…

Sólo se odia lo que se desconoce. Más aún, sólo detestan los analfabetos emocionales, los confundidos sin autoestima, los incultos maleducados, los minusválidos del corazón. ¿Cómo no apreciar a quienes son nuestros semejantes, hechos de la misma carne y la misma sangre que nosotros, sin importar sus circunstancias? ¿Cómo no amar las lenguas que aún perviven aunque nos sean extrañas? ¿Cómo no respetar y reconocer los símbolos que otras personas aprecian? ¿Cómo no vibrar con las hazañas deportivas de superación de los seres humanos (aunque sea la monserga del omnipresente y cacareado fútbol)?

Quien odia algo, por nimio que sea su aborrecimiento, demuestra que no ama nada; su comportamiento denota que odia todo y a todos, incluido a sí mismo. El rencor es una prueba infalible de insatisfacción personal. Quien es capaz de amar, de verdad, a una sola persona, es incompetente para odiar a nadie. Quien goza realmente con una o varias lenguas, admira las que aún desconoce. Quien se reconoce en una o varias enseñas, reverencia las de los demás. Quien ha aprendido a amar, nunca querría, sabría, ni podría odiar. Sólo hay dos opciones a escoger: Amar (a todo y a todos) u odiar (a todos y a todo). Con un poco de sabiduría y sentido común, no resulta difícil la elección.

Versión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2008/amar.DOC

Personajes secundarios

Depresiones semanales propias de la noche del domingo, cuando el almanaque señala inexorablemente el “tempus fugit”.

La mayoría de nosotros somos personajes secundarios que vivimos historias anónimas de intrascendente relevancia. No podemos aspirar a nada más, a ser testigos a lo sumo, nunca protagonistas. No llegamos a la categoría de inocentes, ni de culpables; acaso culpables de inocencia, quizá más de indolencia. Nuestra “carrera de la vida”, lo que pomposamente dicen “currículum vitae” es un ridículo vital. Sólo nos queda un resquicio para ser virtuosos en la ciencia del vivir: Aprender a ensayar el arte de amar.

Nuestra vida es un viaje sólo de ida,… alrededor del mundo, hasta volver al mismo punto de partida. Morir donde nacimos tras emigrar y mudar de una etapa a otra. Una existencia anodina con algunos cuentos y muchas cuentas: cuentos incumplidos, cuentas pendientes. Lo prueba incluso el diario compromiso de escribir, para sosegar la lacerante desazón por el tiempo que parece escurrirse entre los dedos al tratar inútilmente de aprehenderlo. Hace años la agenda anotaba y verificaba objetivos; ahora su redacción es de aplastante futilidad. Pero "hay un tiempo para todo", dice el Eclesiastés. "Hay un tiempo para amar",....

La vida sigue escabulléndose a nuestro alrededor. Nos sentimos cansados de nadar en una bañera, sin avanzar pero con riesgo de ahogarnos, cercados por los muros de la rutina. Las penas son de enorme onda expansiva. La vida que nos sacude a empellones; nadie puede desoír sus llamadas,... Sólo cuando nada se espera, renacemos. Con palabras sabias de Reinhold Niebuhr: “Concédeme, Dios mío, serenidad para aceptar lo que cambiar no puedo, valor para cambiar lo que cambiar se pueda, y sabiduría para discernir la diferencia”. Es tiempo de amar.

Porque todo es por amor, incluso el odio que frecuentemente no es sino amor mal entendido. Todos mantenemos un temperamento de iceberg, que por timidez asoma apenas un 11% y con un alto riesgo de derretirse fácilmente si va a la deriva. Sentimos frecuentemente que en cada encrucijada, todas las opciones son caminos muertos, que nuestro progreso es el del cangrejo, y que nuestra biografía pertenece al "cajón de-sastre". Y entonces sucede el milagroso efecto del afecto.

Oímos una palabra amable en el momento en que más lo necesitábamos, cuando la vida mancha y desgasta. Ante un desengaño más, nos decimos “Soy un fracasado. ¿Qué he hecho de mi vida?”. Y alguien nos responde: “¡Te diré lo que has hecho de tu vida! Has sabido ganarte mi amor, y hemos compartido cariño, fidelidad, comprensión y sacrificio”. Entonces percibimos el rescate del amor, que siempre es factible mientras haya vida. César Pavese tenía razón: “Hay un solo placer, el de estar vivos, y todo lo demás es miseria”.

Vivos, nada más. Juntos, nadie es imperfecto. Todos somos sublimes, con una dieta continuada de cariño recíproco. La felicidad a dúo siempre es en Do Mayor. No dejemos las cosas para después. Ahora o nunca. Descubramos la genuina vocación de vivir: ¡Atrevámonos a amar! Porque sólo el amor derrochado nos rescatará de la mediocridad. El día despunta, será lunes. Son días gloriosos los lunes: ¡No desperdiciemos la séptima parte de nuestras vidas! Este lunes será un día propicio para amar.

Amores humanos

¿Cuántas clases de amor hay?

Antes de morir, por una vez al menos, hemos de declarar nuestros amores. En público, ante el ágora de nuestro entorno, sin reparos ni escrúpulos. Lo más íntimo es para ser vivido y lo vivido sólo adquiere sentido si es compartido. El amor es como el fuego, que si no se comunica se apaga.

Los amores son algo personal, muy de cada uno, pero pueden clasificarse en dos categorías básicas. Hay amores humanos y querencias espirituales. Seguramente los deseos idealistas son superiores a las pasiones humanas, pero éstas son más universales y la base de otros anhelos más sutiles. La aspiración de inmortalidad, la fe en Dios, la admiración por la Bondad, la esperanza en la Humanidad, la propensión hacia la Verdad, el éxtasis con la Ciencia o la complacencia con el Arte,… son amores de los humanos, pero no dirigidos hacia otros humanos, sino a entes o conceptos que trascienden.

Entre los amores de humanos hacia humanos existen tres clases, muy diferentes pero no preferenciales. Se distinguen por el parámetro más dimensional de la existencia: el tiempo. Muy pronto todos seremos polvo de estrellas, pero antes en este breve lapso de vida terrenal, la edad es nuestro reloj implacable.

Los primeros amores son los más decisivos, propios de todas las personas que alcanzan la consciencia. Son el amor hacia nuestros padres, a nuestros abuelos y a nuestros familiares mayores, a quienes nos cuidan y a quienes nos enseñan. Este querer siempre lo llevaremos con nosotros, aún alcanzando las puertas de la muerte, allí nos acompañarán nuestros antecesores. Son los amores más hondos, más arraigados, más instintivos, más entrañables, más determinantes, los más sagrados.

Los segundos amores son a nuestros coetáneos, a nuestros hermanos, a nuestros primos, a nuestros amigos y, muy especialmente en el caso de personas emparejadas, a nuestros cónyuges. Estos amores son los más presentes, los más envolventes, los más elegidos, los más trabajados, los más forjados, los más recreados y reconstruidos.

Los terceros amores son hacia nuestros sucesores directos en la familia o en nuestro legado. Destacan, en el caso de personas con descendencia, el cariño de padres y abuelos hacia sus descendientes, pero este cariño también es vivificante con los sobrinos, con quienes nos relevan, con quienes han aprendido con nosotros (alumnos, lectores,…) o simplemente con quienes nos recordarán. Son los amores más alentadores, más gratificantes, más culminantes, los más esperanzadores.

Sólo hay vida donde hay amor. Quienes viven de amor viven de eternidad. El sentido de la vida radica en el amor, que sostiene el Mundo y mueve el Universo. Amar es el principio, amar es la fuerza, amar es el método, amar es el fin.

Amar, aprender y soñar son verbos que no se conjugan en imperativo

La vida es verbo, es acción, no es concepto estático, ni adjetivo temporal, ni adverbio circunstancial. Hay muchos verbos, de emoción, de pensamiento y de actuación. 

Pronto se comprende, porque la existencia lo prueba, que de los muchos tiempos verbales, el imperativo es el más impaciente, invasivo, autoritario,... e innecesario.

De ahí que los verbos que son incompatibles con el modo imperativo son los que sobresalen para su conjugación en primera persona, del singular,... y del plural.

Así pues, como Jorge Luis Borges o Daniel Pennac, nos declaramos adictos a los verbos sin imperativo: Amemos, aprendamos, soñemos, vivamos, pensemos, leamos, sintamos, transformemos, emocionémonos, colaboremos, convivamos, respetemos, cuidemos,... 

Las personas somos seres nacidos para amaraprender, soñar,... Ese es nuestro feliz destino. Atrevámonos a cumplirlo en toda su extensión y profundidad, cada día, cada noche, cada instante,... 

[Una vieja creencia y un antiguo post rescatados con ocasión de la conferencia de Miguel Ángel Santos Guerra en las 27ª Jornadas Pedagógicas de Barakaldo. Hay muchas más entradas con la misma idea: Lo natural es amar,...  ]

Y una vez más, el poema "Si..." de Rudyard Kipling.

La tercera facultad humana

¿Por qué nos sugieren que hay tres misiones que cumplir en la vida, escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo?

Los seres humanos somos complejos y ambiciosos. Ansiamos mucho de una corta vida. Quizá, porque sabemos que estamos dotados de varios y poderosos talentos. El primero es la capacidad de pensar, potencia de la estamos especialmente orgullosos. Somos animales “racionales”, porque estamos dotados de inteligencia. Es algo único en la naturaleza y ha permitido a la especie humana un desarrollo sin parangón.

La segunda aptitud es igualmente exclusiva: la fuerza de amar. El afecto, la amistad, la ternura, la pasión nos convierte en gigantes espirituales, en seres que desean amar y ser amados, un exclusivo don místico que nos proyecta por encima de lo físico y de lo material, que recrea nuestras vidas y nos alza hacia el cielo.

El corto y reciente tramo feliz de la Historia de la Humanidad arranca cuando la Razón comienza a imperar en la ciencia, en la filosofía y en la política. Incluso, siendo optimistas, podríamos llegar a creer que vislumbramos una nueva etapa histórica de fraternidad, de solidaridad y de justicia si el Amor estuviese presente en todos nuestros objetivos y actos.

Existe una tercera potestad inigualable. Quizá crecientemente olvidada en nuestra vanidosa civilización, especialmente en las clases sociales más frívolas, seguramente por quiénes son sus mejores intérpretes. Esta potencia humana nos dota de una dimensión inigualable, proyectando nuestra existencia más allá del tiempo y del espacio. Este máximo poder que nos asegura la continuidad, la ubicuidad y la eternidad es… la maternidad o la paternidad, en todas sus formas, incluida la docencia, que crean y transmiten a nuestros descendientes todo nuestro legado genético, educativo y cultural para su perpetuación y perfección.

Según Víctor Hugo, cada uno de nosotros posee en sí tres centros para cumplir su función terrenal: el cerebro, el corazón y el vientre. Cada uno de estos centros es augusto para una gran función: pensamiento, amor y concepción. Son tres poderes con muchas semejantes: son dolorosos inicialmente, cuesta aprender, amar y procrear; infinitamente gozosos cuando se descubre la alegría que encierran; y son irreversibles porque marcan nuestro destino definitivo. Sólo con el desarrollo de estas tres posibilidades, al máximo posible, humanizaremos nuestra realidad y nuestro futuro.

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/3poder.DOC
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Redamancia, el reflejo de amar a quien te ama

Redamancia, redamancy en inglés, expresa el concepto de amar a quien nos ama, o el amor devuelto en reciprocidad y en su totalidad. 

Una de las palabras intraducibles y proveniente de otros idiomas, extraída en este caso, del recomendable  @DiccionarioVIP

Redamancia, amar a quien te ama
Otras ideas de la misma fuente, Diccionario VIP. Viraag (el dolor emocional de ser separado -forzosamente- de alguien a quién amamos), merag (hacer algo con amor creatividad y poniendo el alma en ello),...

Equitativa felicidad

Vivimos una pandemia contemporánea de desencanto que llena las salas de espera de los psiquiatras con personas insatisfechas, deprimidas o angustiadas. Parecemos condenados, porque confundimos la felicidad con el espejismo del placer o la posesión de bienes externos. En pos de esa meta final, muchos recurren a “atajos” como las drogas o la acumulación de dinero. Pero la felicidad es un camino que sólo descansa sobre la verdad.

Existen muchas teorías sobre qué es la felicidad, y quizá aún más sobre cómo conseguirla, porque no es la felicidad sino la desgracia quien obliga a filosofar. Elaborar nuevas hipótesis resulta fácil y cada persona cuenta con su versión particular de lo que significa ser feliz. Por mi parte, hace años que mantengo una firme creencia, simple, consoladora y tranquilizadora: Todos somos igual de dichosos, o expresado de otra forma, la felicidad es el bien mejor repartido del mundo, porque está equitativamente distribuido.

Esta suposición inicialmente resulta difícil de creer, porque la felicidad parece un privilegio reservado a determinadas personas que parecen tenerlo todo: dinero, éxito, salud, familia, amor, fama,… mientras existen pobres de solemnidad, enfermos, solos y abandonados. Incluso parece haber sociedades enteras que chapotean en la prosperidad, mientras otros pueblos son aniquilados por el hambre, las plagas y el olvido.

Seguramente cualquier teoría sobre el reparto del bienestar debe partir de una definición plausible de qué es la felicidad. No existe expresión que tenga más acepciones: cada uno la interpreta a su manera, y dicen que valemos lo que vale nuestro concepto de bienestar. La felicidad parece venir acompañada del triunfo personal y social y de la ausencia de problemas, pero no es una suma de factores tan objetivos. A veces, con todo a favor sentimos la tristeza y en otras ocasiones, en medio del dolor y de las dificultades, percibimos la alegría. Y es que la felicidad es una función interior, un mecanismo implantado que aporta optimismo aun en circunstancias desfavorables. “¿Por qué buscáis la felicidad, oh, mortales, fuera de vosotros mismos?”, señaló Boecio.

Los autores clásicos apuntan hacia una felicidad episódica. Frost creía que “la felicidad es más intensa cuanto menos extensa”; Dostoievski que “la ley de la tierra es que el hombre debe ganar su felicidad mediante el sufrimiento” y Shaw que “ningún ser viviente podría soportar una vida entera de felicidad”. También los proverbios abundan en la idea de felicidad y desgracia discontinuas: “Felicidad de hoy, dolor de mañana”; o “cuando se es feliz es cuando hay que tener más miedo; nada amenaza tanto como la felicidad”. Parece que el ser humano se compensa con una función intermitente que adormece o aviva la sensación de felicidad según la situación sea halagüeña o desventurada. Este concepto de felicidad equitativa no pretende ser paralizante, sino estimulante de una existencia activa que no se malgasta en ilusorias envidias y que se dedica a la solidaridad y la ayuda hacia todos los demás.

El corazón humano conoce en este mundo solamente una felicidad: amar y ser amado. El amor es encontrar en la felicidad de otro, la propia felicidad. Del mismo modo que produciendo riqueza nos ganamos el derecho a consumirla, sólo disfrutaremos la felicidad cuando la procuremos a los demás. Cuántas vidas se desperdician rebuscando una felicidad que ya se tiene, pero que no se ve. La felicidad verdadera consiste en amar lo que tenemos, no las cosas sino las personas con las que convivimos, sin apenarse buscando absurdas quimeras que creemos que nos faltan. El secreto de la felicidad reside en el infinito e inagotable amar.

Lo natural es amar

La naturaleza tiende al caos, pero la humanidad busca el bien

Cuando se ha tenido la dicha de haber nacido en una familia donde los padres se han amado hasta la muerte, donde los hermanos han crecido juntos, donde los abuelos, tíos y primos han compartido grandemente nuestra infancia, lo natural es desear construir un hogar y una familia semejantes, con amor eterno a la pareja y con hijos a quienes legar ese sentido de la vida y la identidad de apoyarse en una gran parentela.

Cuando se ha gozado el privilegio de ser educado en el cariño a los libros, al estudio y al esfuerzo para progresar en la vida, poco importan las penurias y la escasez económica. Cuando se ha podido apreciar el cariño y la entrega de algunos grandes docentes en la escuela, que transmiten con convicción el amor al conocimiento y con tenacidad el descubrimiento paulatino de la sabiduría, lo natural es engancharse al mejor y único camino de rescate que siempre fue y será la educación.

Cuando se reconoce en nuestros mayores el amor profundo a las lenguas propias y a las culturas de nuestros antepasados, a sus costumbres y tradiciones, a sus valores, anhelos y creencias, lo natural es abrazar su defensa, su cultivo, su aprendizaje y su enseñanza, su propagación y su reconocimiento universal.

Cuando se ha vivido en una ciudad, en una región, en una nación, donde se ha sido feliz en numerosas ocasiones, donde se han descubierto en alguna medida todas las satisfacciones que el amor puede proporcionar en la vida, lo natural es que se queden grabadas en el corazón para siempre, sobre todo aquellos paisajes y paisanajes donde transcurrieron la infancia y la juventud que marcaron decisivamente nuestro destino.

Cuando se comprende cuánto se ha recibido de la familia, de los amigos, de la sociedad en se nació, lo natural es agradecer y corresponder aportando todo el esfuerzo y trabajo al bienestar de los nuestros, los familiares, las amistades, los vecinos, los hermanos que son el resto de la humanidad.

Cuando se percibe el admirable milagro de la vida, cuando uno se asombra de la belleza y bondad que esconde la existencia, a veces y por desgracia ocultamente, lo natural es vislumbrar un espíritu sobrenatural, una esencia divina que todo lo creó, un Dios que todo lo hizo bien, incluso el regalarnos el mayor de los dones: la libertad personal, la prerrogativa de escoger el bien sobre el mal, el libre albedrío de amar u odiar, de querer o aborrecer, de construir o destruir, de ayudar o perjudicar.

¡Qué caro regalo fue la libertad! Provocó el artificioso odio y la concienzuda maldad, porque la grandeza de nuestro destino sólo había de conquistarse desde la soberana voluntad propia. Sólo así se alcanza la altura a la que está predestinado el sagrado ser humano: la vocación suprema de descubrir el amor y apostar por la vida. Mahatma Gandhi nos enseñó “Allí donde hay amor, hay vida”, y el evangelio de Lucas aún lo expresó más sintéticamente: “Ama y vivirás”. Nuestro sino grabado en el alma es amar y quienes tenemos una misión hemos de cumplirla.

Deseos para el 2006

Cada nuevo año reeditamos la vieja “lista de los deseos”. Convirtamos nuestro desiderátum en querencia y realidad.

DESEAR: Anualmente subimos a ese tranvía llamado deseo y desplegamos los mismos buenos propósitos: aprender idiomas, apuntarnos a un gimnasio o dejar de fumar, entre los más difundidos y modestos anhelos. También abrigamos otros deseos más ambiciosos, más profundos, más grandiosos. Cuando se desea, es mejor desear mucho. Lo que ennoblece al hombre no es sólo su obra, sino también su deseo. Cada alma se mide por la amplitud de sus deseos, como se prejuzga a una catedral por la altura de sus torres.

La vida no es significado; la vida es deseo. El deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe. A quien nada desea, le vence lo poco. Sólo hay un principio motriz para los seres humanos: el deseo. Quizá, dos: el deseo y el miedo, pero éste no es sino un deseo al revés. Donde acaba el deseo comienza el temor. El deseo vence al miedo. Dicen que “el deseo y el peligro hacen los hombres sencillos”.

Es bueno desear, echar de menos. Pobres de aquellos cuyos deseos todos se cumplen. Los deseos insatisfechos son condición indispensable de la felicidad. Una vida feliz requiere alguien a quien amar, algo que hacer y algo que esperar (desear). Conviene hermanar los deseos, que son más que las necesidades, con las posibilidades. Porque todo deseo estancado es un veneno que entristece. La juventud suele ser inmoderada en sus deseos, por lo que feliz aquel y maduro es quien reconoce a tiempo y aparta aquellos deseos que no van de acuerdo con sus facultades. Así alcanzará una vejez donde la memoria recuerde el deseo satisfecho.

Los deseos deben canalizarse, porque los buenos deseos no bastan para merecer un mundo mejor. Es necesario actuar. Los perezosos siempre desean hacer algo, pero son más felices las personas continuamente ocupadas. Desear no basta: hay que soñar, querer y hacer.

QUERER: Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama. Amar no es sólo desear, es también querer. Amar sin desear es comer sin hambre. ¿Por qué es tan difícil "querer", mientras tan fácil es "desear"? Porque en el deseo se expresa la impotencia, y en el querer, el esfuerzo. El tiempo es corto para el que se empeña, e inacabable para el que sólo sueña. El verdadero amor es ala, cuando el sólo deseo puede ser yugo.

Del deseo deshecho surge el desencanto, el despecho, y el desespero. A menudo el deseo de lo que nos falta no nos permite disfrutar lo que poseemos. El proverbio dice: “Corazón que no tienes lo que deseas, si aprovechas bien lo que tienes, verás menguar tus ansias y aumentar tus bienes”.

HACER: El deseo se vuelve insaciable si no se transforma en amor y en hechos. La avidez del deseo no conoce límites, hasta que se procesa y cultiva como querencia viable mediante la voluntad y el trabajo. Nos deberían decir, al principio de nuestras vidas, que nos estamos muriendo, que nuestra ansia de trascendencia implica vivir la existencia al límite, cada minuto de cada jornada. ¡Hagámoslo! ¡Cumplamos ahora mismo lo que deseamos, sea lo que fuere, si verdaderamente lo queremos y está en nuestras manos! Sólo hay unos mañanas contados. Deseo, amor, y… acción.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2006/deseos.htm

La belleza de lo que se pierde y la vocación de escuchar

Una lección hoy de Jordi Nadal.

Lo primero, lean con tranquilidad el artículo (en La Vanguardia o en la imagen). Lo segundo, cada vez es más repetida la necesidad de aprender a escuchar, para conversar, para liderar, para vivir. “Así como existe un arte de bien hablar, existe también el arte de bien escuchar”, ya aseguraba Epicteto. Ante una petición, transcribimos el artículo: 

Cuentan que el gran guitarrista Paco de Lucía una vez, durante un ensayo, grabó una sesión. Al acabarla, la escuchó de nuevo y, ante el estupor del otro músico con el que tocaba, la borró. Según la leyenda, su acompañante le preguntó asombrado y con estupor: “Pero ¿cómo borra esto, maestro?” y el genio de la guitarra respondió: “No tiene duende”. Así quedó todo. Los genios tienen buenas respuestas.

A veces, podemos borrar las cosas porque son irrelevantes, contingentes o rutinarias. De hecho, algunas ni siquiera necesitamos borrarlas porque nunca se registran. Pero en otras ocasiones, nos encontramos frente a momentos únicos, momentos afortunados que reconocemos y apreciamos cuando suceden. En esos instantes, un silencio se impone a nuestro alrededor. Y hay que estar muy alerta para capturar esa fugacidad y retenerla.


La belleza es comprender que la vida a menudo tiene bellísimos momentos que son elegíacos. A veces, con tintes épicos. Hace­ poco un buen amigo me anunciaba­ algo­ así como su despedida de “todo esto” con humildad, serenidad, vulnerabilidad y ternura. Me tomó de las manos y me dijo­: “Ya no tengo nada que decir”.


Estas lecciones sobre nuestra contingencia y nuestra fugacidad tienen una belleza inmensa, porque nos colocan, desnudos y vulnerables ante el tiempo. Nos hacen sentir pequeños y también grandes, al quitarnos las alfombras bajo las cuales escondemos tantas tonterías. Sí, las cosas que no se pueden reproducir pueden ser doblemente mágicas. Deberíamos aprender a reconocer y a borrar las cosas que no tienen duende.


Mi amigo compartió conmigo aquello por lo que quiere ser recordado, y cuando le pregunté si quería añadir algo más, mencionó la importancia de leer a Séneca y a… (su memoria frágil se detuvo brevemente), hasta que recordó a Montaigne.


He tenido el privilegio de conversar con mi amigo muchas veces. En una ocasión, le pregunté: “¿Qué consejo le darías a alguien que empieza a aprender en la vida?”. Su respuesta fue sencilla y profunda: “Que escuche”. Escuchar, tal vez, sea una forma de vida futura.


Es un gran arte la escucha interactiva, quizá la forma sublime de amor. Concentrarse plenamente en escuchar. sin limitarse a oír pasivamente lo que se dice. La escucha activa es una primera y esencial habilidad social y de gestión. 

Todo mundo quiere hablar; pero el arte de escuchar pocos lo quieren practicar. A menudo, la gente está perdida, centrada sólo en lo que dirán después, sin aprovechar lo sublime de la escucha. Ya no están vivos. En su cabeza, están haciendo algo que no es lo grandioso de escuchar, a las personas, a la naturaleza,...

Posts sobre escuchar (nueva etiqueta), como "El arte de escuchar". 

Amor y tiempo dedicado: Una relación proporcional y recíproca

Suelo decir que gracias a Amazon Photos ya podemos medir con exactitud a quienes queremos más,... y quienes nos quieren más. Porque con el reconocimiento de rostros, esta aplicación te ordena las personas que has fotografiado o cuyas imágenes guardas en tu móvil. Y vienen estrictamente secuenciadas por cantidad de apariciones,... Cuantas más imágenes, más veces has coincidido, con tanto valor que habéis decidido inmortalizar el encuentro,... En definitiva, a las que más quieres y añoras cuando no las puedes ver,...

El amor y el tiempo están intrínsecamente relacionados, ya que el tiempo que dedicamos a alguien o algo es una de las manifestaciones más poderosas del amor. Implica que nos importa profundamente aquello en lo que invertimos nuestra vida. Al dedicar el limitado tiempo de una vida, demostramos que estamos presentes, que elegimos voluntariamente involucrarnos y nutrir esa relación, ya sea con una persona, una pasión o una causa. Esto es fundamental porque, como bien dijo Antoine de Saint-Exupéry en "El Principito", "Es el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante". Este acto de dedicación y atención mide el aprecio y es lo que realmente da valor a lo que amamos.

El tiempo que se dedica a alguien o algo permite que el amor evolucione y se profundice. Las relaciones, sean de pareja, amistad o familiares, requieren de un cultivo constante. El amor no es una emoción estática, sino que se construye y refuerza a través de la experiencia compartida. Esta idea está presente en la obra de Gabriel García Márquez, donde en su novela "El amor en los tiempos del cólera", el autor describe cómo Florentino Ariza esperó a Fermina Daza durante más de 50 años, sin dejar que el paso del tiempo apagase su amor. Márquez señala que "el amor se hace más grande y noble en la calamidad", mostrando que es la persistencia y el tiempo dedicado lo que le da profundidad y durabilidad.

Dedicarse a alguien o a algo también implica sacrificio, y este sacrificio es una prueba tangible del amor. Elegir pasar tiempo con una persona en lugar de dedicarse a otras actividades es una forma de priorizar, de decir sin palabras que esa persona o actividad es importante para nosotros. Erich Fromm, en su ensayo "El arte de amar", escribe: "No es suficiente sentir amor, es necesario también actuar con amor. El amor es una actividad, no un afecto pasivo". Aquí, Fromm resalta que el verdadero amor no es solo una emoción pasajera, sino una elección constante que requiere esfuerzo y dedicación.

Por otro lado, la falta de tiempo o la negligencia puede erosionar el amor. Si no dedicamos tiempo a aquello que decimos amar, esa relación o proyecto comienza a deteriorarse. Es lo que refleja la frase popular "lo que no se cuida, se pierde". Incluso William Shakespeare, en "Romeo y Julieta", destaca cómo la urgencia del tiempo en las relaciones puede marcar su intensidad y, a veces, su tragedia. Romeo dice: "El amor es una llama que arde con más fuerza cuanto más rápido quiere apagarse", sugiriendo que cuando no se cultiva adecuadamente, el amor puede quemarse de manera fugaz y efímera.

El amor se mide, en gran parte, por el tiempo que estamos dispuestos a dedicar. Este tiempo representa la energía y el compromiso que invertimos en algo o alguien, y sin él, el amor difícilmente puede florecer o sostenerse. Todo lo contrario es eso de "darse un tiempo", expresión popular que significa lo contrario de lo literal: "Quedarse el tiempo uno mismo y dejar de darlo a la pareja".

La relación entre el amor y el tiempo dedicado a una persona o a una labor es profunda y bidireccional. El amor, en sus diversas formas (romántico, familiar, por una vocación o por una actividad), suele medirse en parte por la disposición de invertir tiempo y energía en esa persona o tarea. 
Dedicar tiempo es una forma tangible de expresar interés, cuidado y compromiso. Veamos algunos argumentos:

1. Calidad vs cantidad: Aunque el tiempo dedicado es importante, la calidad de ese tiempo también cuenta. No siempre es necesario estar en contacto constante; lo esencial es que el tiempo invertido sea significativo y que fomente el crecimiento de la relación o el desarrollo en la actividad. La atención plena, la escucha activa y el apoyo emocional tienen un peso crucial. 
2. Construcción de confianza y conexión: En las relaciones humanas, el tiempo compartido permite construir una conexión más sólida. El compartir experiencias y enfrentar juntos los desafíos fortalece los lazos y crea una base de confianza. Del mismo modo, dedicar tiempo a una labor permite un crecimiento en la habilidad y un vínculo más profundo con lo que se hace. 
3. El sacrificio y las prioridades: El tiempo es un recurso limitado, por lo que dedicarlo a alguien o algo también implica sacrificios. El hecho de elegir pasar tiempo con una persona o en una labor a menudo refleja la prioridad que ocupa en nuestra vida. En este sentido, el tiempo dedicado puede ser un reflejo del amor que sentimos, ya que implica renunciar a otras actividades o personas. 
4. Crecimiento y reciprocidad: Tanto en relaciones como en actividades, el tiempo invertido tiende a producir resultados. En las relaciones, el amor puede profundizarse y fortalecerse con el tiempo, siempre y cuando sea recíproco. En una actividad o labor, el esfuerzo constante también lleva a un desarrollo de habilidades y un sentido más profundo de satisfacción y pertenencia.

En resumen, el amor y el tiempo están estrechamente conectados. El tiempo dedicado es tanto una expresión de amor como un medio para fortalecerlo y desarrollarlo, tanto en relaciones como en actividades personales o profesionales.

Fin del año 2015: Tiempo de amar

"Reserva tiempo para amar" y "La navidad empieza en ti". Algunos anuncios comerciales bien hechos, con mensajes navideños. Y el mejor comercial en Alemania,... 
Por último, el brindis de Lotería Nacional con Justino, el guardia en una fábrica de maniquíes.

Aprendiendo lo principal

Cada mañana, justo al despertar, repaso estas verdades, que me enseñan a vivir y me dicen cómo amar.

Hoy proseguiré mi tarea de aprender a existir, porque cada día siento que estoy aprendiendo. Estoy aprendiendo que no puedo obligar a nadie a que me ame, pero puedo convertirme en alguien a quien se puede amar. Estoy aprendiendo que puedo llegar mucho más lejos de lo que creí posible. Estoy aprendiendo que, aunque mis antecedentes y circunstancias me han condicionado, ahora sólo yo soy el responsable de lo que llegaré a ser,… Estoy aprendiendo que cuando soy honesto conmigo mismo, llego más lejos en la vida...

Estoy aprendiendo que es más satisfactorio reflexionar que apresurarse, aunque sea mucho más fácil reaccionar que pensar. Estoy aprendiendo que soy el único responsable de mis actos, cualquiera que sea el sentimiento que me embargue cuando los ejecute. Estoy aprendiendo que si no controlo mis emociones, ellas me dominarán. Estoy aprendiendo a ser más fuerte que mi dolor, y que el mundo no se detiene por mi duelo. Estoy aprendiendo que hay momentos en los que tengo el derecho de estar enojado, mas el derecho de hacer daño jamás.

Estoy aprendiendo que lo que verdaderamente cuenta en la vida no son las cosas que poseo, sino las personas que encuentro a mi alrededor. Estoy aprendiendo a ser generoso, porque hay cosas que puedo hacer en un instante y que pueden ocasionar dolor toda una vida, a mí y a los demás,... Estoy aprendiendo que se requieren años para construir la confianza y que bastan segundos para perderla.

Estoy aprendiendo que el dinero es un pésimo indicador del valor de algo o de alguien. Estoy aprendiendo que el verdadero amor y la verdadera mistad, continúan creciendo a pesar del tiempo y de la distancia. Estoy aprendiendo que dos personas pueden mirar la misma cosa y ver algo totalmente diferente. Estoy aprendiendo que tanto el escribir como el hablar, alivia las penas compartidas. Estoy aprendiendo que aunque la palabra amor pueda tener diferentes significados, pierde su valor cuando se utiliza con ligereza,...

Estoy aprendiendo que no he de compararme con lo mejor que hacen los demás, sino con lo máximo que puedo hacer yo. Estoy aprendiendo que lo más importante no es lo que me acontece, sino cómo respondo a lo que me sucede. Estoy aprendiendo que los héroes son quienes hacen aquello de lo que están convencidos. Estoy aprendiendo que es importante practicar para convertirme en la persona que quiero ser. Estoy aprendiendo que, sin duda alguna, necesitaré seguir aprendiendo...

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/aprendiendo.DOC

Poesía y literatura en Twitter

Potente metáfora sacada de la cotidianeidad, para aprovechar cada día y cada minuto. Carpe diem,... La vida no es "para llevar", sino para "comer aquí" y con todo. Tres tuits de @Literland, una imprescindible dieta de aprendizaje y literatura para alegra cada día,... La literatura es el modo más elegante de ignorar la vida. Y el amor, siempre el amor como el secreto de la felicidad, la esencia de la vida,... La felicidad es amor, no otra cosa. Quien sabe amar. es feliz. Por último: el amor no necesita ser perfecto; basta que sea verdadero.

Comprar una necesidad

Una de las anécdotas de mi infancia, que me persiguió como broma familiar durante años, fue cuando entré en una tienda y quise comprar "una necesidad". No me entendieron hasta que salí al escaparate y la señalé con el dedo. Era navidad y en el bazar se ofrecían diversas bromas de la época: bombas fétidas, petardos para los cigarrillos,... A nosotros nos habían educado en decir que íbamos al "servicio a hacer nuestras necesidades". Así que yo definía aquel excremento de plástico como una necesidad.

Ahora que vivimos una crisis, sentimos más algunas necesidades peor atendidas. Esto, en su desgracia, puede permitirnos apreciar más lo que tenemos y lo que somos, porque como hace 24 siglos ya decía Artajerjes I, "De cuántos gustos nos priva la abundancia si no vivimos la experiencia de la necesidad". Además, a gran necesidad, gran diligencia, porque el poder está muy cerca de la necesidad. Así nace el deber que no es sino una necesidad voluntaria, y la mejor carta de nobleza del ser humano. En la necesidad se reconoce la amistad y se agudiza el ingenio. Y el valor nunca es mayor que cuando nace de la necesidad.

Por último, no confundamos los muchos y fútiles deseos con las pocas y genuinas necesidades. Quizá, la única necesidad insoslayable es la necesidad de amar, el impulso de salir de uno mismo y entregarse a los demás. Porque cuando se ama de verdad, aunque sólo sea a la pareja,... ya no se puede dejar de amar al resto de la humanidad.

The Van Gogh Experience Bilbao: Una exposición inmersiva

Primer día de abril, lunes de pascua, extrañamente no en Alicante como hubiéramos estado toda la semana santa previa como siempre desde hace 30 años,...  Comenzamos un nuevo trimestre, tras unos días de añoranza en los posts de ayer. Nos centraremos en Bilbao, el Athletic y el Guggenheim en esta semana.  

Para quienes cursamos dos años de Museología, Experto y Master, toda propuesta y más si es cercana, nos atrae de modo irrefrenable. Para constatar, una vez más, algunos hábitos infalibles de los visitantes novatos: Pasar minutos largos en la primera estancia, repasando las leyendas de los primeros cuadros, de principio a fin. Aquí sucedió lo mismo: Fue imposible fotografiar la biografía de Van Gogh en el primer rellano tras la entrada (post).

Recomendamos esta experiencia, "The Van Gogh Experience Bilbao", para quienes adoren la obra de Vincent Van Gogh y para todo el mundo. Además nos ha descubierto un nuevo museo en Bilbao, Next Museum (también con sedes en Roma, Turón y Milán), que nos conocíamos y que cuenta con notables posibilidades. La única vez que nos permitieron elegir libremente nuevos cuadros para nuestro despacho, elegimos dos obras suyas: Lirios y La noche estrellada.

Sus mejores citas, algunas se proyectan:
  • Sueño en pintar y luego pinto mi sueño.
  • Lo que el color es en un cuadro el entusiasmo es en la vida. 
  • No sé nada con certeza, pero ver las estrellas me hace soñar. 
  • No hay nada más verdaderamente artístico que amar a las personas. 
  • Si realmente amas la naturaleza, encontrarás belleza en todas partes
  • Admira tanto como puedas. La mayoría de la gente no admiran lo suficiente.
  • Siempre pienso que la mejor manera de conocer a Dios es amar muchas cosas. 
  • Puse mi corazón y mi alma en mi trabajo, y he perdido mi mente en el proceso. 
  • Las grandes cosas no se hacen por impulso, sino por una serie de pequeñas cosas reunidas. 
  • Elegí conscientemente el camino del perro a través de la vida. Voy a ser pobre. Voy a ser pintor
  • Intento cada vez más ser yo mismo, me importa relativamente poco si la gente lo aprueba o lo desaprueba.
Nos ha gustado que dejan fotografiar y grabar libremente. Así como la accesibilidad plena y la tienda de recuerdos a la salida. El precio, correcto, con bonificación a diversos colectivos (niños, mayores,...). Una exposición para acudir sin prisa, mínimo una hora, porque la gran sala requiere su tiempo. Quizá lo que menos nos ha sorprendido ha sido el rato, con entrada y pago adicional, de la gafas de realidad aumentada. Tal vez porque ya conocíamos esas Meta Quest (ver posts previos), que en este caso estaban sin mandos y levemente desenfocadas.
@agirregabiria

Experiencia Van Gogh 2

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The Van Gogh Experience Bilbao: Una exposición inmersiva
Álbum de imágenes y vídeos. Dos TikToks (1º y 2º adjuntado). Shorts (1, 2, 3, 4 y 5)

Necesitamos más poetas que profetas...


"Al profeta podemos llamarle revelador de lo que hemos de hacer; al poeta, revelador de lo que hemos de amar", decía Thomas Carlyle. No cabe hacer nada... sin amar mucho. Por ello, necesitamos más poetas que profetas, aunque sean malos rapsodas. Porque cuando se ama, siempre se construye algo bello para compartir. El amor siempre haya un camino.
Con la poesía dejamos de hacer de profetas del porvenir y comenzamos a ser los autores del futuro. Porque si se riman poemas a los veinte años, es porque se tienen veinte años; sólo si se sigue pensando en lírica muchos años después surge el poeta. Lo más importante es escribir poesía... toda la vida. "A fin de cuentas, la historia es la poesía verdadera", citando nuevamente a Carlyle.

La fortuna de amar

"La grandeza de una persona no se mide por sus bienes, sino por su capacidad de amar".
Opinamos algunos...
Mikel Agirregabiria Agirre