Dado que un año (no bisiesto) dispone de 8.760 horas (365 x 24), el tiempo lectivo supone en torno al 11,42% del tiempo total. Suponiendo que durante la infancia y juventud se duerme una media de 8 horas diarias (33,33% del tiempo), mejor que hablar de escolares o estudiantes sería más apropiado por tiempo de ocupación declararles "durmientes". Y eso sin considerar el tiempo que están "dormidos" en clase, con o sin los ojos abiertos.
La escuela debe educar (y bien que lo intenta) apurando esos porcentajes de tiempo, aprovechando cada minuto,... y en los momentos de entrada-salida, patios, comedor, actividades complementarias y extraescolares,... Pero las familias han de comprender que son ellas en quienes reside el derecho y el deber de ocuparse de la educación de sus hijas e hijos. Una medida muy simple de la trascendencia que se otorga a la educación en cada hogar se fija con los tiempos dedicados a seguir aprendiendo (fuera de la escuela) con los "deberes", con Internet formativa, con los libros propios o compartidos (de bibliotecas),... Por desgracia, en la mayoría de las casas, los "escolares/televidentes" pasan más tiempo viendo la televisión que en clase.
Por todo ello, no existe una relación directa entre calidad educativa y número de horas lectivas, sino que es mucho más determinante el nivel cultural de las familias, así como su interés, su ejemplo y su dedicación a la educación de su prole. El mejor, el esencial y el mayor rato de educación, y donde se generan las deseadas competencias, se produce durante la propia convivencia familiar y social (¿2-10 horas diarias?), a la que se destina el mayor porcentaje de tiempo despierto. Cuadros con horas lectivas anuales en países europeos, en Primaria (arriba) y Secundaria (abajo).